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LA HISTORIA DE NATALIA BAUTISTA

Narrada a David Bacon

Natalia Bautista nació en una familia mixteca que emigró al norte de México para trabajar como jornalera. Se involucró en las huelgas que cambiaron las condiciones para los trabajadores en Baja California en la década de 1980, y en la actualidad vive en Santa María, donde es líder de la comunidad.


Yo soy de Oaxaca porque mi madre es de Santiago Tiña y mi padre de Rancho Diego, Mixtepec. Se fueron de Oaxaca en los años 70. Se trasladaron a Veracruz para trabajar en los campos de caña de azúcar y ahí es donde nací. Mis padres son trabajadores agrícolas. Dejaron su tierra debido a problemas económicos, igual que todos los demás. Se mudaron a Veracruz, y de ahí a Sinaloa, donde permanecieron un tiempo. Luego vinieron a Baja California Norte. Yo tenía seis años; es de cuando tengo mis primeros recuerdos de ver trabajar a mis padres. Mi padre trabajaba en el Rancho Caña. Allí crecimos.

Primero llegamos a Vicente Guerrero. Mi padre rentó una casita. Trabajaba en los campos aledaños al barrio. Conoció al dueño del rancho y le preguntó si podíamos vivir ahí. Mi padre construyó una casa de cartón y la recubrió de plástico. Ahí estuvimos cuatro años, y no lo habría abandonado si no lo hubieran despedido. Mi padre, mi hermano y otros trabajadores se rehusaron a irse sin una compensación. Fue la primera vez que escuché que los trabajadores tenían derechos y se podían organizar.

 

Eso no se enseña en las escuelas. De hecho, no asistí mucho, sólo hasta tercero de primaria. Reprobé primero en dos ocasiones porque no sabía español. El abecedario me era completamente ajeno. Mis padres eran mixtecos, sólo hablábamos nuestra lengua. Empecé a trabajar en la pizca de coles de Bruselas con mi tía y mi madre.

Mi padre fue despedido luego de organizar a otros trabajadores. No sé decir si fue él o mi hermano el primero que vio que tenían que organizarse. Recuerdo que viajaron a Ensenada en busca de apoyo. Habían encontrado a una mujer llamada Norma, de una organización que podía ayudarlos. Llevaron a cabo reuniones y completaron trámites para exigir una indemnización. La empresa finalmente pagó. Mi padre y mi hermano juntaron su dinero para comprar una pequeña parcela donde crecimos, en la zona de Benito Juárez. La mayoría de los que recibieron su indemnización se mudaron a ese lugar. Mi hermano todavía vive ahí.

 

Como niño, uno se mezcla en las pláticas de los adultos. Cuando eres joven te involucras. Recuerdo a mi padre y a mi hermano como líderes. Me enteré de que los trabajadores tenían derechos, que no se puede simplemente abandonarlos. Cuando mi padre nos dijo que había recibido su indemnización y estábamos en plena movilización pensé: “Guau, esto funciona y es un derecho”. Éramos seres humanos. Los que se mudaron con nosotros eran gente con ideas y objetivos similares. Después se unieron para pelear por electricidad y agua corriente. Aprendí que tienes que pelear y organizarte para mejorar tus condiciones de vida. En la primera movilización tuvimos que caminar largas distancias para lograr agua limpia. Poco después, compañeros que estaban familiarizados con la organización vinieron a ayudarnos. Nos alentaron a pensar en nuestros derechos como trabajadores agrícolas.

Los organizadores eran Benito y Fernando García. Mi padre los conoció porque sus padres también eran de San Juan Mixtepec y ofreció nuestra casa para las reuniones. Entonces ya habían organizado a los trabajadores en otros campos de cultivo. Eso parecía pasar muy rápido; pronto ya estaban pintando consignas, haciendo pancartas y hablando de una gran marcha. Fue muy emocionante.

Eso pasó más o menos en 1985. Yo tenía 13 o 14 años. Mucha gente de Ensenada y Tijuana venía a la casa. Ahora que lo analizo, creo que la mayoría era del Partido Socialista Mexicano. Apoyaron a los jornaleros de varias maneras, pero básicamente a intercambiar ideas. Yo ayudaba sirviendo comida y café.

 

Llegó el día de la marcha. Nadie fue a trabajar. La huelga fue enorme y se extendió por todo Vicente Guerrero. Hubo diferentes campos involucrados. Inició con los trabajadores del Rancho del Mar y luego de un rancho vecino. Nadie se presentaría a laborar y que si alguien lo hacía le lanzarían jitomates hasta que parara de trabajar. No vi que a nadie le llovieran jitomates. Los trabajadores de las diferentes empresas se reunieron en el centro para formar un grupo más grande. Exigían incremento salarial, mejores condiciones de trabajo, mejor trato de los capataces, una hora para comer y recipientes más ligeros. Lo más importante era el aumento. Pedían mil 500 pesos; eso fue antes de la devaluación del peso. La huelga logró una paga mayor y transporte para los trabajadores. Antes eran trasladados en largos contenedores de jitomates, después de la huelga pudieron hacerlo en autobuses.

La CIOAC se instaló permanentemente como sindicato. Luchó por los derechos laborales y recibió el apoyo de partidos políticos. Después de la huelga los trabajadores se convirtieron en una sociedad. El partido no estaba solamente ahí por tu voto, trabajó en apoyo de los trabajadores y el sindicato.

 

Cuando se encontraron con grupos más grandes hablaron de sus derechos. En ese nivel de organización se abordaron más ideas. Hablaron del sistema de gobierno y las luchas alrededor del mundo, como en Rusia y Nicaragua. Al principio yo escuchaba con temor. Entendían lo que pasaba en el mundo y lo que yo pensaba era importante. Estaba impresionada. Hablaban de cambiar el sistema y establecer un nuevo y diferente gobierno. Imaginé un lugar maravilloso, pero teníamos que esperar.

Los activistas venían de Sinaloa, Sonora y San Quintín, pero eran originalmente de Mixtepec. En Oaxaca la gente tiene sus propias luchas. Hace dos años acompañé a mi padre a Oaxaca. Me dijo que la escuela había sido una lucha de la comunidad. Después muchos empezaron a emigrar y encontraron un mundo con diferentes reglas y estructuras. Ahí surgió la idea del cambio. Benito y Fernando dicen que empezó en Sinaloa. Trabajaron en los campos y experimentaron lo que enfrentan otros. Encontraron personas con las mismas ideas. Así me involucré en el movimiento en Sinaloa, y finalmente en Baja California.

Me enamoré del movimiento, la ideología y todo lo demás. Dos años después de conocernos, me casé con Benito. Él siguió participando en el partido. Yo conservo el sueño de un sindicato más grande, capaz de cambiar las vidas y las condiciones laborales. Fernando y yo aún tenemos ese sueño, pero él hace el trabajo duro. Fue uno de los que más influyó en el movimiento a lo largo del tiempo. Tiene reconocimiento, pero hace todo el trabajo. Daría su vida por el movimiento. No ha descansado para llegar a los campos de cultivo más alejados. Mantiene la idea de que la organización de los trabajadores está viva y constantemente les recuerda sus derechos. Los hermanos se separaron después de unos años porque Fernando regresó a Sinaloa y Benito se quedó en Baja California.

 

Apoyé a mi pareja cada vez que había una marcha, una reunión o una campaña, como la presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas. Fue la primera vez que tratamos de hacer un cambio real en el país. No iba a ser un cambio total, pero sí un verdadero movimiento hacia adelante. Cárdenas era nuestra esperanza, todos los grupos se aliaron con él. Mi hijo y yo ayudamos a difundir el mensaje. Ganamos, pero el poder no permitió el cambio. Y la gente sigue resistiendo, quiere un gobierno diferente. (Traducción del inglés: SomosMass99).

 

 

 

David Bacon, escritor y fotógrafo de California. Ex dirigente sindical, documenta temas laborales y la migración. En Oaxaca ha investigado la movilidad humana hacia Estados Unidos. Su libro El derecho a quedarse en casa (Planeta, 2015) discute alternativas a la migración forzada y la criminalización de los migrantes.

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