LAS JÓVENES DE LAS TRIBUS CONTRA EL COLONIALISMO INTERNO
• COMO EVIDENCIAN ESTAS JÓVENES, NO ES SÓLO UNA LUCHA POR EL CLIMA, SINO TAMBIÉN LA VIEJA LUCHA ANTICOLONIAL CONTRA EL DESPOJO
Violencia en la tierra, violencia en nuestros cuerpos
El 6 de junio, la Red Juvenil Nativa de Salud Sexual (Native Youth Sexual Health Network, NYSHN) y la Alianza de Mujeres de la Tierra (Women’s Earth Alliance, WEA) distribuyeron un informe y una serie de instrumentos para “elaborar una respuesta indígena a la violencia ambiental”. La iniciativa busca articular una conexión explícita entre las violencias contra la tierra y contra el cuerpo, exhibiendo cómo las estrategias de colonización, genocidio y ecocidio convergen en el corazón del territorio y el pueblo indígena. Una chica de NYSHN declaró: “Reunimos estos instrumentos para favorecer las respuestas de movilización a los ataques contra nuestros cuerpos tanto como a nuestras tierras; son herramientas y estrategias para la resistencia y la atenuación de los daños por la violencia colonial y ambiental”.
El reporte subraya la sistemática violencia que experimentan las comunidades, que siguen viviendo en condiciones de ocupación. También muestra una extendida resistencia, que marca las diferencias entre sus formas de relacionarse con la tierra y las percepciones de los colonos, influidas éstas todavía por el principio de terra nullis producto de la Doctrina del Descubrimiento, la cual fue usada para justificar la apropiación y posterior desacralización de los territorios nativos. La frase latina “tierra de nadie”, un invento colonial de la ley internacional europea, legitimaba que las tierras consideradas “desocupadas o no habitadas” podían ser adquiridas por un Estado soberano, y las leyes de dicho Estado se aplicarían en el nuevo territorio.
NYSHN es un movimiento de base de y para jóvenes indígenas activas en Estados Unidos y Canadá en temas de salud sexual y reproductiva así como derechos y justicia. Para elaborar el reporte la organización recorrió algunas de las regiones indias con impactos más severos y documentó sus condiciones. Devela historias de cómo las industrias extractivas han perforado, minado y fracturado durante décadas tierras próximas a los territorios indígenas ricos en recursos. Los proyectos de energía producen inmensas ganancias económicas para las corporaciones, mas a un costo significativo para los pueblos nativos, impactando desproporcionadamente a mujeres, personas “con doble espíritu” y niños. Como expresa Amanda Lickers (del clan Tortuga de los séneca), joven defensora de NYSHN: “La razón por la que atacan a las mujeres es porque somos las que parimos a nuestros clanes. De ahí tomamos nuestras identidades como naciones. Si destruyes a las mujeres, destruyes las naciones y tienes acceso a sus territorios”.
El daño múltiple causado por la violencia ambiental posee un rango amplio y devastador -violencia de género, alta incidencia de alcoholismo y drogas, asesinatos y desapariciones, enfermedades reproductivas y exposición a tóxicos, amenazas directas a la cultura y el modo de vida indígenas, el sabotaje deliberado de las demandas de gobernabilidad y autodeterminación; todo esto asoma sus feos rostros en el reporte. Los testimonios dejan claro que la concepción de la violencia ambiental data del aberrante proceso de conquista y dominio sobre la naturaleza que fue necesario para hacer existir a Canadá y Estados Unidos. Dicha revelación lleva el origen del movimiento por la justicia ambiental tan atrás como el año 1492. “Hablamos de cómo experimentamos el cambio climático y la destrucción ambiental como resultados directos de la colonización”, declaró Lickers. “El problema de raíz no reside en el cambio climático per se, sino en la ocupación de nuestros territorios y las visiones anti indias que consideran al mundo natural separado de la existencia humana”.
Organizaciones indígenas dirigidas por jóvenes, como la misma NYSHN, desafían los hábitos políticos y el foco analítico dentro del movimiento por la justicia climática (movimiento que padece amnesia deliberada en relación a las complejas estructuras coloniales y sus efectos, los cuales condujeron al mundo a una crisis ecológica en la que todos debemos reubicarnos), colocando la crítica anticolonial y de género en el centro del debate sobre la crisis del clima.
Descolonización y resurgencia
El trabajo de la juventud indígena requiere una evaluación crítica para la construcción del movimiento por la justicia climática. La violencia colonial, que acelera la ruina del planeta en primer lugar, es difuminado en la discusión pública sobre el tema. Un adecuado examen de las causas sociales y políticas del cambio climático requiere revisar muy de cerca la historia de genocidio, desposesión y destrucción concertada de las sociedades indígenas, así como las prácticas que trae consigo el irreversible impacto de la destrucción ambiental.
Siku Allooloo, escritora inuit con raíces taínas, organizadora de Denendeh (Territorios Noroccidentales de Canadá), dio un campanazo en la Cumbre Climática de Mujeres Jóvenes (Filadelfia, 2016) al exponer su labor para el enlace de jóvenes y viejos con la tierra, y discutir los impactos del cambio climático en sus modos de vida. En entrevista con Truthout, Alooloo dijo:
“Los pueblos indígenas viven bajo los efectos superpuestos del colonialismo, la explotación industrial y el cambio climático. Sin embargo, mantenemos un fuerte compromiso en la protección cuanto genera vida dentro o fuera de nuestras prácticas ancestrales y las fuerzas dadoras de vida en la tierra misma. Por ello los pueblos originarios en todo el mundo —principalmente mujeres y muchachas— se encuentran en la avanzada de los movimientos por la descolonización y la justicia climática”.
Urgió a las delegadas de la Cumbre, niñas de 9 a 18 años, a poner estas realidades en primer plano y centrar en ellas sus estrategias.
Como estas jóvenes ponen en evidencia, no se trata sólo de la lucha por el clima, sino también la vieja lucha anticolonial contra el despojo de tierras que se trasforman en mercancía para vender y comprar, la explotación de los recursos de la Tierra y el aire, la eliminación de pueblos enteros por los afanes de conquista y ganancias.
No basta con proteger el ambiente del daño industrial. También debemos desmantelar los sistemas mismos en los que estas industrias participan. Sistemas que perpetúan la violencia contra seres humanos y territorios por igual. La justicia climática debe ir de la mano con los esfuerzos descolonizadores impulsando la participación de los jóvenes, apoyando proyectos de restitución a gran escala para las naciones indias, fortaleciendo la revitalización de los sistemas indígenas de gobierno y orientando recursos a la resistencia de los pueblos por toda la Isla Tortuga (nombre indígena para la Norteamérica hoy anglosajona).
En pocas palabras, debemos prestar atención a la sabiduría y los conocimientos de los jóvenes y sus comunidades, quienes buscan sanar al planeta y protegerlo de los perjuicios que acarrea la incesante demanda de energía sin importar el precio g
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| Jaskiran Dhillon, académica y abogada, se crió en el territorio cree y métis en Saskatchewan, Canadá. Especialista en colonialidad, antropología del Estado, feminismo antirracista y violencia colonial, próximamente publicará Prairie Rising: Indigenous Youth, Decolonization, and the Politics of Intervention (University of Toronto Press, 2017). Este texto apareció en la revista Truthout y se traduce y publica en Ojarasca con autorización de los editores: http://www.truth-out.org/news/item/36482-indigenous-youth-are-building-a-climate-justice-movement-by-targeting-colonialism