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VENEZUELA EN SU LABERINTO

Entrevista de Gloria Muñoz Ramírez a Raúl Zibechi

• EL CHAVISMO NO VA A DESAPARECER. ES UN PROCESO DE VERDAD ENTRE LA GENTE COMÚN, DICE EN ENTREVISTA CON OJARASCA RAÚL ZIBECHI

 

Raúl Zibechi, periodista y analista uruguayo, acompañante de luchas y procesos autónomos en diversos países de América Latina, habla para Ojarasca de la actual crisis que atraviesa Venezuela, país por el que caminó recientemente en compañía de los campesinos de la Central Cooperativa de Servicios Sociales de Lara (Cecosesola), red de 50 cooperativas de producción rural y urbana y de mercado en Barquisimeto, una ciudad de más de un millón de habitantes y capital del estado de Lara.

Zibechi habla de la escasez, de las largas colas que dominan el paisaje, de la crisis del Estado, pero sobre todo relata las experiencias que desde abajo se construyen de manera solidaria. Describe una sociedad viva, organizada, muy lejos de la rendición.

 

En tu reciente viaje a Venezuela ¿qué viste y qué sentiste?

A partir de que cae el sol la gente no sale a la calle por temor. Las calles están poco o nada iluminadas. Pocos carros circulan porque ya no hay piezas para repararlos. Son de esos carros enormes, largos, de los años cincuentas y sesentas como los que se ven en Cuba. Una fila de autos de cuadras y cuadras para comprar baterías. Colas para comprar alimentos. Hay gente que pasa días enteros en ellas y se convierte en su principal actividad. La administración pública trabaja sólo lunes y martes, para ahorrar energía eléctrica. Son imágenes de una sociedad colapsada. Pero hay que meterse en esta situación para entenderla.

Un día pedí a los compañeros de la organización un recorrido en carro de Este al Oeste de la ciudad, desde el barrio más rico al más pobre. En los barrios ricos no se ven colas, se observan edificios nuevos o en construcción, carros nuevos. Se ve dinero, mercados y malls abastecidos. Pasean por la calles personas de pelo rubio y piel clara, como en cualquier ciudad rica latinoamericana. En la zona sur, por el contrario, falta comida, hay colas, las casas son precarias, las calles polvorientas, circulan carros viejos, la sensación de precariedad es grande.

¿Por qué relato esto? Porque cuando escucho el concepto de Revolución pienso en Cuba. Ahí la escasez está repartida de forma más o menos pareja. Pero en Venezuela se ve con claridad que no ha habido una revolución, que las clases sociales ahí están, siguen existiendo barrios ricos y barrios pobres. Los ricos tienen árboles y jardines, en los pobres no hay verde. La primera imagen es que la situación económica afecta de manera distinta a los diferentes sectores sociales. Los pobres sufren, en las farmacias no hay medicamentos. No hay gas y para conseguir una garrafa de diez litros hay que hacer colas enormes. La producción y la distribución se colapsaron. Justo lo contrario a lo que se esperaba de un proceso de cambio.

La población sufre la incertidumbre de si va a conseguir lo que necesita. Para conseguir pañales hay que llevar el acta de nacimiento de los niños; se falsifican por supuesto. Y aquí aparecen toda la picardía, la podredumbre y mezquindad humanas, y también situaciones muy hermosas.

 

¿Cómo enfrenta esta situación el Estado y cómo la enfrenta la gente?

El Estado tiene dos actitudes. Una es su discurso achacando la culpa de todo al imperialismo, a la derecha y a los bachaqueros (o contrabandistas). No hay autocrítica. Hay una pésima gestión de los alimentos por ejemplo, pero de eso el gobierno no habla, mientras se apoya en los consejos comunales para buscar mejorar la distribución y empieza a confiar en la población más o menos organizada para garantizar la distribución.

Entre la población hay un contrabando hormiga. Están los grandes contrabandistas que desvían recursos, alimentos, cemento, baterías. En Venezuela todo esto tiene precios irrisorios, subvencionados, pero los contrabandistas los llevan a la frontera de Colombia donde se paga por ellos a precios internacionales. Los precios son una locura. Un cigarrillo en la calle cuesta lo mismo que llenar un tanque de 50 o 60 litros de gasolina. Una botella de medio litro de agua vale igual que un tanque lleno de gasolina. La botellita cuesta 100 bolívares y el tanque 70. La diferencia de precios con los regulados por el mercado es del 1 al 20.

La población está sobreviviendo del bachaqueo. Una persona va al mercado, hace una cola de horas y consigue comprar cuatro kilos de harina, alimento básico para la elaboración de las arepas. Ya en el mercado negro, esa persona intercambia un kilo de harina por una bolsa de maniates. Hay una lógica de abuso. Un kilo de harina en el mercado regulado cuesta 19 bolívares, después de horas de cola. En el mercado negro vale mil bolívares. El salario mínimo son 18 mil bolívares. Estuve en casas, con familias chavistas y anti chavistas, y todas se ven afectadas.

 

¿Qué otra respuesta hay de la gente, hay algún tipo de organización mediante la cuál se esté tratando de responder?

Desde principios del siglo XX Venezuela ha vivido del petróleo. La lógica de la población es rentista y modificar esta cultura es muy difícil. Se espera que el Estado provea. Pero estuve en cinco cooperativas campesinas que están tomando providencias. Por ejemplo, productores de papa y zanahoria tienen problemas con las semillas, con los insumos y hasta para llevar sus productos al mercado. A veces llenan un camión de papa, los detiene la guardia y les pide dinero para dejarlos pasar. Los campesinos están diversificando su producción para depender menos del mercado, un poco como las comunidades zapatistas.

Otra cosa es el intercambio de productos, no siempre con dinero de por medio. Los productos regulados son lo que se consumen tradicionalmente: harina, pan, azúcar, aceite, café, pastas. Ahora dicen: si nos metemos a pelear por la harina y por las pastas entramos en una guerra, mejor vamos a focalizarnos en producir e intercambiar hortalizas y frutas, menos valoradas pero que igual son comida, y buena. Dejemos de lado los productos regulados, que son los que provocan las colas y la guerra, para centrarnos en jitomates u hortalizas. Tener alimentos es poder en Venezuela. Entonces dicen: ¿qué hacer? ¿Usar los alimentos como poder, o voltear a otros alimentos que no signifiquen un mecanismo de poder al modo de los contrabandistas, los militares, los policías, la oposición y el gobierno?

 

¿Qué está pasando con la seguridad en las calles? Se habla de asaltos, asesinatos, violencia.

No vi nada de eso, aunque todo el mundo lo comenta. Lo que sí vi son colas de seis u ocho mil personas. Para comprar un producto a las seis de la mañana la gente empieza a formarse desde el día anterior a mediodía y pasa más de 24 horas en la cola. Los bachaqueros colonizan las colas, se apropian del territorio, si la gente no paga no la dejan formarse. Van personas armadas y ha habido muertos. Hay tensión. La escasez complica todo y empiezan a aparecer grupos delictivos, o grupitos de vecinos que adoptan formas mafiosas.

En el tema de la generación de violencia, hay grupos profesionales pero también un vecino o una vecina que necesitan algo y se aprovechan a su vez de la necesidad de otro; no es que tengan una historia delictiva, sino que se aprovechan de la situación. Es importante tenerlo en cuenta pues además de los problemas tradicionales, surgen situaciones espontáneas de gente con una ética muy débil.

 

La imagen que transmiten los grandes medios de medios de comunicación es de un desastre total, la imagen del desmoronamiento.

Estuve en una cooperativa que se llama Kennedy, en la que hay 300 personas, la mayoría socios. Las cooperativas de Cecosesola tienen dos características. Una es que los que trabajan en ellas se llevan la misma cantidad de productos que el resto de la población, de manera que si tocan dos kilos de harina por habitante, llevan lo mismo. Y la otra, que vende productos a toda la comunidad, no sólo a los socios. Hubo un intento de saquear la cooperativa y uno de los referentes de la asociación, de muchos años, cuenta que quienes azuzaron el saqueo pertenecen a la oposición. Quiere decir que la oposición se aprovecha para generar situaciones de violencia, y los medios de comunicación lo usan para ofrecer una imagen apocalíptica.

Yo he visto gente no militante, gente común, que dice “no, aquí no habrá saqueo”, se pone en la puerta para tratar de disuadir a las personas para que no haya saqueo y muchas veces lo consiguen. Hay un sector importante de la población que no quiere que haya descomposición.

 

¿El ejército cómo está reaccionando?

La actitud de las fuerzas armadas, al menos por ahora, es firme y respetuosa, pero no se sabe qué decisión tomen a mediano plazo pues la situación, aunque no apocalíptica, sí es grave. No creo que el régimen se esté desmoronando, para nada, los militares tienen una actitud prudente. Hay mucha corrupción en todas las esferas —gobierno, oposición, policía, ejército, partidos— pero todo parece todavía más o menos controlado. Hay actitudes en el gobierno y en la población, incluso algún sector de la oposición, de no llevar las cosas al extremo.

 

¿Qué factores alentaron la crisis?

La producción disminuyó, fue una caída clara. En las fábricas nacionalizadas o estatizadas, la gestión ha sido mala o corrupta, pero hay también un boicot del capital mundial para debilitar el proceso y provocar escasez.

 

¿Y a nivel interno, que fue lo que pasó?

No hay autocrítica por ningún lado. En el actual proceso hay maduristas y chavistas. Hay gente que respalda el proceso bolivariano pero está en contra de Nicolás Maduro. Si se revisa, por ejemplo, la página de Aporrea, abundan críticas al gobierno de Maduro que provienen del propio chavismo .

Otro factor es que en Venezuela no hubo un poder popular, de abajo, asentado en una ética sólida. En las comunidades zapatistas hay una firmeza ética por la que pongo las manos en el fuego. Pero aquí no hubo esto, se dio un proceso clientelar y populista. En algún momento, hace años, Hugo Chávez dijo en un discurso: “bueno, si el que roba lo hace porque tiene necesidad, no está mal”. Eso avala comportamientos de los sectores populares que no están bien.

Todos sabemos que el narco nace en los sectores populares, por lo que se requiere un trabajo de educación, formación, debate, disciplina, algo que no se ha emprendido en Venezuela. Y hay que sumar que una parte del gobierno y del partido son corruptos.

Hay una diferencia con el proceso cubano. Uno puede tener sus más y sus menos con Cuba, pero no nos consta que la dirección del Partido Comunista sea corrupta. Puede haber corruptos, pero no es algo generalizado. En Venezuela sí. Aquí hay un problema ético, que yo creo es el principal agujero del proceso bolivariano. No se puede construir sin ética. No se puede gobernar, militar y organizar sin ética. Por eso los zapatistas en Chiapas hacen tanto hincapié en este tema, y no es una cosa banal. Algunos creen que la ética es un discurso para los sacerdotes, pero es fundamental en nuestras vidas. En Venezuela no se tuvo en cuenta, y el resultado fue un proceso viciado desde dentro por ese “vale todo”.

 

¿La crisis podría generar, al menos en algunos sectores, un proceso diferente, más desde abajo?

El chavismo en Venezuela no va a desaparecer. Es un proceso de verdad entre la gente común. Al lado de cosas tremendas pasan cosas positivas. Está por ejemplo la experiencia de Cecosesola. Muchísimos consejos comunales lo están haciendo muy bien. Esta gente no va a desaparecer y tiene posibilidades de seguir trabajando. Demuestran que es posible organizarse sin el Estado. Hay redes de trueque, de solidaridad, la gente consigue medicinas solidariamente. Hay mucho de todo y es muy valioso. Ahí está el valor del proceso venezolano.

La crisis es un parteaguas. Muestra la miseria de los que gestionan el Estado. También que en los sectores populares hay miserias y maravillas. Hay deseo de seguir siendo pueblo que crea pueblo. Es importante tenerlo presente. De lo contrario le vamos a creer a los medios su pequeña y fea parte de la realidad.

 

¿Qué está surgiendo por abajo?

Hay medios de comunicación que aunque reciben apoyos del Estado, surgieron por fuera de él y hacen un trabajo estupendo. Estas iniciativas de abajo se fortalecen ante la necesidad de volver a las raíces, seguir siendo gente que se organiza donde tiene que hacerlo y no depende de los apoyos y recursos del Estado, aunque sigan siendo chavistas. Los sectores populares tienen autonomía cultural y política. Necesitan fortalecerla.

 

¿Surge un nuevo sujeto político?

No tengo claro si ya está surgiendo, pero es una de las cuestiones que están sobre la mesa. Está sucediendo en Brasil, Argentina y buena parte de América Latina. A pesar de la dificultad cotidiana, los sectores populares siguen buscando huecos de autonomía, espacios para seguir siendo ellos, y defienden sus proyectos, a veces no formulados explícitamente en la autonomía pero uno ve que son de otro tipo, no pasan por el Estado, no pasan por arriba sino por la construcción de formas de vida fuera del control del capital y el Estado. Se trata de proyectos locales y territoriales.

Es una sociedad muy viva, diferente a la imagen que transmiten los medios. La sociedad venezolana es discutidora y organizada. Aquí hay un pueblo que todavía tiene muchas cosas por decir. La gente tiene claro que si la oposición tomara el gobierno la situación no cambiaría mucho, en el sentido de que seguirían la escasez y los problemas. Hay madurez y conocimiento de la realidad. La gente no se deprime, sonríe, busca salidas y soluciones con creatividad. Es una sociedad que no se ha rendido.

 

¿Cuál crees que vaya a ser el desenlace de esta etapa?

Hay una gran duda sobre lo que harán las fuerzas armadas, pero independientemente de esto habrá un referéndum revocatorio (ya están las firmas) y es probable que lo pierda Maduro. Pero en unos años, tres, cinco, diez, volverá un gobierno popular con fuerza. El chavismo llegó para quedarse. Gran parte de la sociedad, por lo menos la mitad, se identifica con este proyecto. La gente de abajo va a responder. Es probable que el régimen colapse y venga un gobierno de derecha, muy acotado, y que en un tiempo vuelva un gobierno popular, ojalá que más limpio.

Es lo que está pasando en América Latina. Virajes importantes a la derecha en Brasil y Argentina. Pero la gente logró su experiencia. Los gobiernos progresistas no cayeron del cielo, la gente los puso. México es el único gran país de América Latina que no ha tenido un gobierno popular, pero en el resto de países son procesos que no se olvidan, porque la gente los ha construido y ha salido bien parada.

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