“CUANDO QUERÍAMOS SALIR DEL PANTEÓN, NOS DIMOS CUENTA DE QUE NOS ESTABAN EMBOSCANDO LOS FEDERALES”
Mi nombre es César Ángel Guzmán Juárez, tengo 17 años y soy de la comunidad de San Miguel Chicahua. El 19 de junio en Nochixtlán, como todos los domingos, había plaza y yo bajé a comprar mis cosas. En eso, cuando voy llegando, veo que toda la gente está recogiendo sus puestos. No sé exactamente la hora, pero era temprano. Empiezo a escuchar los tiroteos, estaban asustando a la gente. No sé cómo supe que todo estaba pasando en el bloqueo, cerca del panteón, así que me fui para allá. Después de que llegué vi como está la situación, cómo están los maestros, los habitantes, la gente.
Cuando escuché los tiros, los gases, todo eso, sentí temor. Pero vi cómo la gente iba a donde citaban a todos en la comunidad, y pensé que también me debía de unir porque soy de pueblo, y hay que ayudarnos. Fui a apoyar. Cuando llegué ahí ese día, logré ver a varios no sólo de mi comunidad, sino de otras, y por eso fui.
Yo a la plaza había ido a comprar fruta, verdura, cosas para mi casa donde está mi familia.
Vi a los policías disparando, no sólo gases sino armas de fuego. Cuando llegué encontré un trapo tirado con el que me tapé la cara porque me ardían los ojos. Me fui hasta adelante y empecé a aventar piedras, que los policías me regresaban. Empezaron a retroceder los federales, y a mí junto con otros dos chavos más se nos ocurrió meternos en el panteón para aventarles más.
Cuando queríamos salir del panteón, nos dimos cuenta de que nos estaban emboscando los federales. A mí me agarran y me empiezan a golpear siete, ocho federales. Me agarraron a patadas, puñetazos, incluso con piedras. Me quebraron la cabeza en dos partes, la parte izquierda y la de atrás. Me alzan, me suben a su patrulla y me quitan todo lo que traía, mis dos celulares, por ejemplo.
Ellos me trasladan a donde está su ambulancia, donde están los paramédicos. Me dejan y me cosen la herida. Un paramédico me dijo que teníamos que irnos a Oaxaca porque estaban retrocediendo los federales, entonces me llevan hasta allá. En el trayecto había todavía un bloqueo de los federales y pararon a la ambulancia. Los policías abrieron la puerta y uno me golpea, me da un macanazo en la pierna izquierda, y otro se sube y me apunta con la pistola a la cabeza. El paramédico que me acompañaba lo saca y cierra la puerta, y la ambulancia se arranca.
Al llegar a Oaxaca ahí estaban los maestros, ellos anotaron mi nombre y de dónde soy, todo de mí. Llegamos al hospital, me atendieron, me dieron ropa nueva, me lavaron la cara, vieron mis heridas, las más grandes. Descansé un rato, me vieron cómo iba y después ya me regresé. A mi fue el único que a ese hospital de allá.
Di ya mi testimonio a las autoridades, me preguntaron cómo fue, en dónde me encontraba, en qué parte, en dónde me agarraron y cómo estaba la situación. Les dije que hubo armas de fuego, gases. Me sentí con miedo, pero tarde o temprano se va a hacer justicia con los federales que me hicieron esto y con los que mataron a la gente.
A veces pienso que cuando doy mi testimonio a la prensa o a las autoridades, corro peligro, pero creo que no me pueden hacer más daño. Lo que yo espero que pase es que se haga justicia por todos los caídos, que también fueron a defender a sus pueblos a Nochixtlán. Sería lo mejor, porque varios perdieron familia, amigos. Era lamentable, doloroso, ver cómo caían. No creo en las autoridades, no les tengo confianza.