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ARTE, ARTESANÍA Y MERCANCÍA PLAGIO A LOS INDÍGENAS

Libertad Mora Martínez

En meses pasados, la noticia de la reproducción de diseños mixes por una diseñadora francesa generó reacciones que se expresaron en diversos medios. La crítica la acusó de plagio y apropiación de la iconografía de textiles indígenas del estado de Oaxaca, cuya propiedad intelectual es de los ayuujk. Otros casos recientes: objetos “made in china” que copian los tenangos ñhäñhü y los venden a un alto costo a través de Pottery Barn; o Nike retomando la iconografía wixarika. Se trata de la voracidad económica de algunas empresas que miran en los diseños nativos una oportunidad para incrementar sus ganancias.

La molestia generalizada reclama el plagio y abuso contra los indígenas, pues no se otorgan los debidos créditos (artesano/artista; técnica; lugar), y por supuesto, no son partícipes de las ganancias. Algunos expertos recomiendan que lo ideal sería patentar y registrar los diseños, caso que supongo complicado y moroso. ¿De quiénes son los diseños? ¿De quién es la técnica: de una comunidad, un grupo, una “cultura”? ¿Qué pasa con las innovaciones individuales? Vale señalar el caso de unos otomíes sudhuastecos, que ante lo engorroso que resultó el trámite para patentar “estilos” del papel amate como producción intelectual suya, optaron por buscar la marca colectiva. Así obtuvieron el reconocimiento oficial, pero lo son en lo colectivo, no en lo individual. Hay que notar que al interior del grupo se viven procesos diversos, los cuales obedecen a factores que deben ser señalados y protegidos. No todo el papel amate es el mismo, del mismo modo que no toda pintura es igual. Los creadores difieren en estilos y técnicas. Aunado a esto, pocos casos y acciones colectivas se han gestado, pues implican tiempo y gastos, y el gobierno mexicano, la CDI o el FONART no parecen interesados en reducir costos y trámites.

 

Es común que el gesto nacionalista de los mexicanos, descrito en el primer párrafo, aflore en ciertas ocasiones: ¡Plagio de lo “nuestro”! ¡Por una extranjera! Este nacionalismo apoya moralmente a las víctimas mexicanas de los agravios originados en otros países, pero calla cuando se dan entre connacionales. Indignación y molestia ante la reproducción y plagio de los diseños mixes por la francesa Marant, pero en la cotidianidad y más allá de las redes sociales, indiferencia cuando el agente de esa violencia es un mexicano y la ejerce contra otro mexicano así discriminado. Incluso los académicos que debieran pronunciarse al respecto, porque en algunos casos pertenece a su área de competencia profesional, guardan silencio cómplice. Incomodan casos como el de Pineda Covalin, Hermes, Christian Louboutin, Isabel Marant en cuanto a los diseños indígenas mexicanos, o Sophie Anderson y Stella Rittwagen en relación a las molas wayuu de Sudamérica. Sin embargo, creo que esta crítica no sólo aplica a las empresas transnacionales o diseñadores de moda.

Cuestiono algunas exposiciones de arte contemporáneo en el Distrito Federal y recientemente en Puebla. En las obras aparecen elementos de iconografía indígena o bien ocupan materiales elaborados por algún grupo étnico. “Respetuosos” los artistas, optan por mirar en la etnicidad ese toque “incluyente y exótico” en su obra, que con su intervención sí se hace merecedora de ser considerada como arte y por tanto, digno de ser expuesto en galerías y museos.

No concibo pues, que sólo quepa criticar a ciertos sectores. ¿Qué cambia con esos “artistas” que toman piezas elaboradas por “artesanos” indígenas, las intervienen, alteran y las presentan al público como obra mayoritariamente suya? Vagas aclaraciones en las cédulas, que a veces contienen información errada (materiales, técnica, iconografía, nombre del artista/artesano y lugar de la procedencia de éstos). Al final, omitir o errar también es una falta, y grave. Y sin embargo, en ese gremio de la “alta cultura” y el arte, creen que pueden darse ese lujo, tal vez al amparo de que el común de los mexicanos lo hace. Etnocentrismo puro. Va la crítica también para dejar de pensar en los indígenas como meros agentes pasivos que, limitados a la artesanía, estarían condenados a reproducir lo “tradicional” o antiguo. Como si los indígenas fueran incapaces de innovar y crear arte. Prejuicios como éste son una expresión más de ese nacionalismo tan característico de los mexicanos y su falsa moral con los indígenas. Destaquemos que no sólo se trata de diseños. Son saberes, conocimientos y creatividad de colectividades específicas. Es cultura plasmada en esos motivos iconográficos, con la cual lucran tanto diseñadores de moda como artistas plásticos y profesionales de otras disciplinas.

¿Qué tenemos de fondo? La falta de respeto constante por grupos hegemónicos. Es indignante que ocurra, y peor aún que en pleno siglo XXI se mantenga vigente. El plagio y el lucro con códigos indígenas son una muestra fehaciente de ese individualismo insaciable.

 

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| Libertad Mora Martínez, docente e investigadora en la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de Puebla (BUAP).

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