RACISMO A LA MEXICANA / 232 — ojarasca Ojarasca
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RACISMO A LA MEXICANA / 232

Olivia Gall

LA IDENTIDAD MESTIZA, MÁS CERCANA A LA CULTURA OCCIDENTAL DE LAS ÉLITES QUE A TRADICIONES INDÍGENAS O AFRICANAS

“ES HORA DE QUE BUSQUEMOS NUEVAS MANERAS DE EXPLICAR Y CONTAR NUESTRA HISTORIA Y DE COMPRENDER NUESTRA REALIDAD”

 

 

Federico Navarrete: México racista. Una denuncia. Editorial Grijalbo, México, 2016.

Este libro crítico, original, arriesgado y bien escrito es una aportación a un proceso intelectual, social y político que en México tiene escasos 20 años: la pelea por reconocer la existencia del racismo en nuestro país, y por construir conocimiento, divulgación, debate, denuncia y soluciones a esta grave forma de inferiorización. Federico Navarrete deja muy claros sus propósitos. Destaco algunos. Argumentar por qué el racismo sí existe, mientras que las razas no; demostrar “que esta forma inaceptable de discriminación es un componente muchas veces ignorado de todos nuestros otros problemas nacionales y los hace más graves”; “intentar revelar la fuerza que tiene el racismo en todos los ámbitos de nuestra sociedad, agravando los problemas de inseguridad, crimen, pobreza y desigualdad, la falta de democracia y la intolerancia que padecemos”; “contribuir a la explicación de por qué y cómo es que el racismo en nuestro país no sólo está escondido detrás de la ‘ideología del mestizaje’ que pretende que todos los mexicanos deben hablar un solo idioma, el castellano, y pertenecer a una sola raza: la mestiza”, sino que la promueve. Finalmente contribuye a develar por qué y cómo “se practica”, entre la “supuesta mayoría mestiza”, “un racismo feroz, y pocas veces reconocido, contra los que tienen piel más oscura o formas de comportamiento ‘menos educadas’”.
El tema central de México racista es la relación entre el racismo y la construcción político-cultural del mestizaje como corazón de la identidad nacional, tema nuclear del debate sobre el racismo en nuestro país. Navarrete desarrolla “cinco tesis contra el mestizaje”, de las que rescato dos: “El mestizaje no fue un proceso biológico, la mezcla racial durante el periodo colonial fue tan poco importante que tras la Independencia, en el siglo XIX, la población del nuevo país era mayoritariamente indígena”. “El mestizaje tampoco ha sido cultural... los diferentes grupos humanos que han convivido en México no han estado siempre abiertos a adoptar las culturas de los demás” y los grupos dominantes han estado cerrados a introducir en sus vidas y costumbres elementos culturales de indígenas, afros u otros. La opinión de muchos que han estudiado el tema es que el mestizaje biológico y cultural había tomado una dinámica importante para fines del siglo XVIII, por lo que los líderes liberales independentistas plantearon la necesidad de crear una ciudadanía libre de “las etnias” —que según José María Luis Mora tanto daño le hacen a nuestra nueva nación porque separan en lugar de unir— lo que marcó su proyecto de nación. Para Navarrete ésta es una tesis falsa. Lo que pasó en el siglo XIX, “que no había ocurrido durante la conquista ni en las centurias que siguieron”, fue producto de la modernización capitalista, de un cambio político y social y de la consolidación del Estado, lo que implicó una unificación, así como la definición de una nueva identidad nacional. Y agrega: esta forma, bautizada como mestiza, “era más cercana a la cultura occidental de las élites criollas que a ninguna de las tradiciones indígenas o africanas que convivían en el territorio de nuestro país”.
Abordo puntos polémicos: “Lo aquí planteado”, dice Navarrete, “no hace al racismo mexicano algo tan distinto de los de otras naciones de nuestro subcontinente porque en el mismo periodo muchas otras naciones del mundo experimentaron procesos de modernización similares”. Hubo muchos elementos comunes entre México y otras naciones latinoamericanas en el siglo XIX, pero me parece que para evaluar bien si hay o no “la supuesta particularidad mexicana en materia de creación de un proyecto de nación basado en el mestizaje”, es necesario historiar a cada nación. Y no sólo en cuanto a las particularidades de concepción y construcción de la propia identidad nacional, sino también a su concepción de hasta dónde cada una de las otredades que convivían en su territorio o tocaban a sus puertas tenía o no un lugar de igualdad dentro de la nación.
Navarrete afirma que el motivo por el que “la población de piel más oscura no fue exterminada o expulsada del país fue que ‘la población de piel más oscura siempre supo hacer efectivo, por medios pacíficos o violentos, su derecho a formar parte de la nación’”. Esta afirmación es polémica en dos sentidos. Uno: ¿Las masas de piel oscura de otros países no supieron, como las mexicanas, conquistar su derecho a formar parte de la nación? ¿Qué hace a las mexicanas tan especiales en este sentido? Y si esas masas de piel oscura sí supieron, en algunas de las naciones latinoamericanas, conquistar ese derecho, ¿por qué sus países no se construyeron en torno a ideologías del mestizaje? Y dos: ¿Plantear que dichas masas conquistaron para sí el derecho de ser parte de la nación no se contradice con que en nuestra nación sea tan racista, con su racismo bien escondido tras la leyenda del mestizaje? Esas masas han sido consideradas y tratadas como ciudadanos de segunda, tercera o cuarta, totalmente despercudidas por la invisibilización –como los afrodescendientes– o son hoy consideradas exterminables, como bien plantea el autor cuando habla de Ayotzinapa, de Tlatlaya, de los feminicidios en Chihuahua o en el Estado de México.
Una de las conclusiones centrales es que “mientras los mexicanos nos sigamos creyendo mestizos, no podremos dejar de ser racistas”. ¿Dejar de creernos mestizos o de seguir cultivando el amor por la creencia de que lo somos nos llevará a este resultado, cuando sabemos que la mayoría de los países del mundo y de América Latina son racistas a pesar de no haber construido su identidad nacional y sus racismos sobre la base de la ideología mestizante? ¿No hay en esta afirmación una cierta contradicción con lo que afirma el autor en el sentido de que México, a pesar o con todo y su “leyenda del mestizaje”, no presenta una cierta originalidad o peculiaridad? ¿No equivale a decir que el racismo inherente al nacionalismo mexicano sí tiene caras específicas diferentes a las de otros nacionalismos?
Coincido con que es imperativo dejar de hablar del mestizaje como la esencia de nuestra identidad y nuestras “características genéticas nacionales”, porque eso conduce a México en “una sola dirección: al blanqueamiento excluyente de la diversidad”. Pero esta afirmación es cierta siempre y cuando se agregue lo que Navarrete menciona: “Es hora de que busquemos nuevas maneras de explicar y contar nuestra historia y de comprender nuestra realidad”.
En términos jurídico-políticos, con la ratificación del Convenio 169 de la OIT y de la negociación posterior al levantamiento zapatista de los años noventa, la Constitución adoptó la multiculturalidad como fundamento de identidad nacional y los derechos culturales de grupos humanos étnicamente diversos. Si desde el punto de vista teórico la multiculturalidad intenta acabar con las visiones unicistas fomentando una verdadera pluralidad cultural, en México como en otros países industrializados, emergentes o pobres, este proyecto no ha conducido a lo deseable.  No se planteó un proyecto adscrito a la “interculturalidad”; una multiculturalidad que asume las diferencias entre los diversos grupos étnico-raciales de la nación, en cuanto a su posición, claramente desigual frente al poder económico, político y cultural.
El multiculturalismo no ha resuelto lo que Bourdieu llama “el peor despojo”, “la peor privación tal vez”, la de “los perdedores en la lucha simbólica por el reconocimiento, por la posibilidad de abandonar la esfera de la insignificancia; en una palabra por el acceso a la especie humana”. “Eso es un trauma profundo”, que afecta a todos los considerados como “extranjeros y extraños” dentro de lo que creían que era su casa. Los otros racializados han vuelto a estar en el espacio de las víctimas de lo que Zygmunt Bauman llama la lógica filosófica intrínseca del racismo: aquella en la que “el ser humano es antes de que actúe; nada de lo que haga puede cambiar lo que es”. Ser colocados en ese lugar implica para muchos la muerte social, cultural y a veces física. Y en eso sí, tristemente, nuestro país no presenta originalidad alguna. Por ello, independientemente de las diferencias que podamos con algunas tesis de México racista, la denuncia implícita en sus páginas es pertinente y urgente.

 

 

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| Linda Hogan, escritora, poeta, dramaturga y ambientalista chiksaw (Denver, Estados Unidos, 1947) es autora de las novelas El pueblo de la ballena y Tormentas solares, y los poemas de Barro rojo, Ahorros, Eclipse, Viendo a travОs del sol, Redondeando la curva humana, El libro de los remedios e Indios. Ojarasca ha publicado su poesía en varias ocasiones (ver http://www.jornada.unam.mx/2013/11/09/oja-ballenas.html). El presente ensayo apareció originalmente en la revista neoyorkina Parabola, y fue incluido por la autora en la antología The Inner Journey. Views from Native Traditions, Morning Light Press, 2009.

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