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EL GRAN TEATRO DEL MUNDO

Hermann Bellinghausen

• FOTOGRAFÍA DE BOB SCHALKWIJK ENTRE EL PUEBLO RARÁMULI

 

Los grandes cazadores de imágenes resultan a veces cazados de cuerpo y alma por ciertos lugares o determinadas experiencias, que al paso del tiempo ejercen sobre ellos un hechizo, hasta convertirse en asunto central de su obra. Eso representa desde hace medio siglo la sierra Tarahumara para Bob Shalkwijk (Rotterdam, Países Bajos, 1933), quien reside en México desde 1958 como fotógrafo profesional, con una trayectoria intensa y extensa en el trabajo documental alrededor del mundo (43 países) y su registro a la altura del arte de las artes plásticas nacionales; también retrataría con pulcritud la Olimpiada Cultural de 1968.

En 1965 publica su primer libro, Mexico City (Paul Hamlyn, Spring Books). Ese mismo año visita por primera ocasión la región montañosa y las barrancas de Chihuahua donde residen los rarámuli (o rarámuri), un notable pueblo originario, siempre mal comprendido y objeto de una discriminación racista que no amaina en pleno siglo XXI. En 1975, junto con el escritor Don Burgess, habitante y conocedor de la sierra, da a conocer ¿Podrías vivir como tarahumara?

Schalkwijk siguió volviendo. Conoció distintas partes en convivencia con familias y comunidades. Y como apunta Ana Paula Pintado en “Un holandés entre los rarámuli”, hacia los años setenta unió provechosamente sus pasos a los de los misioneros jesuitas Pepe Llaguno (con el tiempo señor obispo) y Ricardo Ronco Robles, establecidos en Sisoguichi, allá por Bocoyna. “Con el padre Ronco, el cual siempre desbordó carisma, emprendieron la primera caminata”, escribe Pintado. Empezaron por Tewerichi. Sí que ha llovido desde entonces. Tantos kilómetros andados, tanto risco y precipicio, tanto infinito contemplado. En medio de sus tareas profesionales, este aventurero de la lente dio en mirar y admirar la tierra y el pueblo de la Tarahumara viaje tras viaje. Finalmente, en 2014 publica Tarahumara (con prólogo de Ana Paula Pintado, RED y Conaculta, México, 167 pp.), y arma una exposición itinerante que en 2016 pasó por el Museo de Culturas Populares en la ciudad de México.

En gran formato, sus fotos transmiten la casi sobrenatural exaltación de la sierra y su gente (eso significa rarámuli, “gente”). Schalkwijk enaltece un paisaje espectacular de suyo, así como a las familias, las criaturas, los danzantes, las pastoras, el maíz, las fiestas y una soledad de inmensidades. No interviene pero ingresa, es admitido, están su cámara y su sombra.

Desde Karl Lumholtz (1851-1922) los tarahumara son “asunto” fotográfico, frecuentemente con resultados espectaculares. El escenario lo permite. Y ya lo sabe el lector, añádase la “fotogenia” de un pueblo remoto y “puro”. Pero quizás nadie como este holandés chilango ha capturado con paciencia y sabiduría suficientes la grandeza del lugar y su pueblo en un aire de cristal que parece no tener fin. Hace 80 años, el poeta Antonin Artaud, creador del teatro de la crueldad, vino a descubrir a los rarámuli como Atlantes, “raza” de dioses, superhombres sazonados en jículi y cosmos.

Schalkwijk sencillamente los acompaña a través del escenario incomparable donde llevan milenios representando el gran teatro del mundo. Donde nadie es pequeño, todos importan y se dan jiwerza (fuerza) en colectivo.

 

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Ojarasca agradece la generosidad y disposición de Bob Schalkwijk para acompañar nuestro 27 aniversario con algunas de sus poderosas fotografías captadas en la sierra Tarahumara entre 1965 y 2013.

 

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