ESCRITORES MAYAS Y ZOQUES / 236 — ojarasca Ojarasca
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ESCRITORES MAYAS Y ZOQUES / 236

    • Después de 25 años, “aquí seguimos”
    • La huella artística y literaria de la asociación de escritores mayas-zoques de Chiapas

Somos muchos corazones y muchas mentes, estamos integrados en un sólo espíritu. Nacimos en tiempos de helada, cuando los árboles cambian su ropaje, cuando las mazorcas están hacinadas en la troje, el café en plena cosecha. Tiempos en que la Madre Tierra gritaba para su auxilio, cuando nuestros abuelos tocaban sus tambores y flautas, danzaban para defender al Jch’ultatik en un eclipse solar de 1991.

Nacimos cuando los pueblos originarios no existían para los gobiernos kaxlanetik. Tiempos en que para los poderosos sólo éramos peones, bestias de carga; cuando nos quisieron despojar nuestras ropas, lenguas, raíz, nuestras voces y pensamientos, nuestro Ch’ulel-esencia. Tiempos en que nos hicieron descreer en nuestro Ojov, nos quisieron alejar de nuestra Madre Tierra.

Así como se sentaron a dialogar los primeros dioses Tepeu, Gukumatz y Jurakan, así hablamos y nos pusimos de acuerdo. Uno sólo hicimos nuestros corazones, uno sólo hicimos nuestros pensamientos. Nos unimos cincuenta mujeres y hombres verdaderos hablantes del tseltal, tsotsil, ch’ol, tojol-ab’al, zoque, mam, kakchiquel, chuj y maya lacandón. Nos cubrimos con las hojas de maíz y con hojas de diversas plantas. Juntos alimentamos nuestras mentes y corazones con las palabras sabias de nuestros abuelos; fortalecimos nuestra esencia con el canto de las aves, con la fragancia de la naturaleza, con el aroma del incienso, ríos y manantiales. Nos dimos rostro, nos dimos luz, nos llamamos Unidad de Escritores Mayas-Zoques Asociación Civil.

Venimos desde la profundidad de la noche para caminar juntos, hilamos y tejimos nuestras palabras, reconstruimos nuestras historias para no ser negados nunca más. Comenzamos a caminar, a escribir las palabras de los abuelos, las palabras de nuestros primeros padres, de nuestros dioses, las palabras de los animales de monte y la música del viento. A través de lápiz y papel comenzamos a defender nuestras lenguas, nuestras raíces, nuestra sabiduría, jp’ijiltik, jch’uleltik decían nuestros abuelos, guiados por el resplandor del Padre Sol y la Madre Luna, caminamos en las cuatros esquinas del Osil Balamil “Universo”. Logramos nuestro primer producto, le denominamos P’ijiltik en tsotsil y tseltal: la revista Nuestra Sabiduría. Única por su carácter, por la diversidad de lenguas, tonalidades y ritmos, luces y colores de los verdaderos hombres y mujeres de estas tierras. Llegamos a engendrar veintidós números, apreciados por diversas culturas a nivel regional, estatal, nacional e internacional.

Aprendimos a usar el audio y el video para que no se perdieran los rezos y los cantos, la música y la danza que alegran los corazones de los dioses y dan energía al universo. Aprendimos a pintar y retratar la vida cotidiana de nuestros pueblos en lienzos y fotografías.

Nos reunimos con hermanos de otras lenguas y de otras tierras, juntos alzamos nuestras voces para exigir respeto a nuestra manera de ser y estar en el mundo. Nuestras voces cabalgaron sobre el viento, navegaron sobre aguas extensas para compartir nuestra sabiduría con otras voces, con otros rostros. Escuchamos y nos escucharon otros que eran iguales a nosotros en el pensamiento, ayudamos a crecer a nuestros hermanos reunidos hoy en día en la Asociación de Escritores de Lenguas Indígenas de México (ELIAC), juntos exigimos mayores espacios de reconocimiento.

Crecimos, bebimos y acogimos la belleza de la literatura. Creamos y recreamos una nueva narrativa sin olvidar la magia de la oralidad. No cambiamos nuestros nuestra raíz ancestral, nuestra esencia, hoy sólo vemos las estrellas y el sol con otros ojos. Respiramos los musgos, las lianas y las montañas con nuestros pulmones matizados. Hemos hecho florecer hasta este momento treinta y dos libros de poesía, cuentos y novelas.

Nuestra ironía es apacible, reímos y lloramos, nos caemos y levantamos. Nuestra palabra sigue brotando y floreciendo en nuevas generaciones; es fuerte como la ceiba y el árbol de k’antulan, atraviesa los tres niveles del universo: Cielo, Tierra e Inframundo. Formamos y nos acercamos a la comunidad, hablamos con la juventud para impregnarla con la literatura maya-zoque, lo hacemos a través de pláticas, talleres y reuniones. Lo seguiremos haciendo hasta el ocaso del Padre Sol y de la Madre Luna.

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