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LOS POLÍTICOS INDÍGENAS

Javier Castellanos

En la mayor parte de la información que hay sobre los pueblos indígenas, ya sea en publicaciones, videos, entrevistas, etcétera, dirigidos por simpatizantes de lo indígena, siempre está muy ponderada la conducta y la forma de vida de estos pueblos. Un evento, un suceso excepcional (Cherán, EZLN) es presentado como la cotidianidad de estos pueblos, que dan una imagen de gran vitalidad. Tal vez esto se deba a que en el fondo hay interés político o el deseo de encontrar una forma diferente de hacer política, o tal vez se deba a la simpatía que en los corazones nobles despierta el oprimido, ya que hablar mal de alguien que está mal sería poco oportuno, por decir lo menos, y un amigo no debe hacer eso; pero lo que es un hecho es que nadie podría negar que la vida en estos pueblos es más difícil todavía que la del resto, lo cual se ve en la emigración casi masiva que se da en ellos, los índices de desnutrición, las pocas oportunidades de acceder a lo que se considera beneficioso, que son muestras de que no hay tal vitalidad. Los que somos originarios de estos pueblos, a esta información, a este concepto amistoso, hay que tomarlo con cautela, claro que no nos cuesta nada creer en ello, pero ¿nos ayuda a encontrar un camino para la solución de nuestros problemas? O ¿sólo nos consuela y con esto desvía nuestra atención a ellos? Pensando en esto voy a intentar escribir lo que veo en mis pueblos sobre nuestros políticos.

Casi como una certeza, y muy generalizada, fuera de nuestros pueblos, se tiene la idea de que en los pueblos indígenas la vida política es la ideal: no hay políticos, todo se hace entre todos, no se podría decir los que gobiernan sino los que mandan obedeciendo, y cuando se percibe de algún miembro de estos pueblos el casi asustarse ante alguien que se dice político, pues esta creencia se fortalece. Pero esto es como  el asombro ante la belleza de una flor, que se ignora el proceso que hubo en toda la planta para desembocar en ella, poco nos importa sobre los sacrificios de la planta y de su entorno para llegar a flor, uno sólo percibe su belleza. Pues en el caso de la organización política de estos pueblos, situados lejanamente de ella, así se ve, sólo se mira la belleza de esta organización, y se nos olvidan su objetivo y sus resultados. Ante esto hasta pareciera difícil hablar de políticos indígenas, pues se supone que en sociedades como éstas, pues no debería haber políticos, no hay quien decida por otros. Sin embargo los hay, y muchos. Esto nos asombra porque sabemos de esa creencia, pero no debiera ser así, porque político es aquel que destaca dando opiniones para resolver problemas que se presentan cotidianamente, sin que quiera decir que sean las más idóneas o las más aceptadas.

La divergencia también es un atributo del ser humano, y de estas divergencias de opiniones surgen los grupos, las facciones, los partidos y finalmente los líderes, que son los políticos. En los pueblos indígenas no se les da el nombre de políticos a los líderes, porque suponen que su opinión no conlleva un beneficio personal, sino que lo hace por el pueblo, por la comunidad. Posiblemente esto fue así por un buen tiempo, pero al menos hoy en día, las autoridades y los líderes de alguna manera están ligados a alguna constructora, a algún proyecto gubernamental o a algún partido, lo que les produce algunos beneficios personales. Este tipo de relaciones son las que han permitido la realización de obras poco utilitarias si no es que totalmente inútiles, desapegadas a la tradición, cosmovisión e idiosincrasia de cada pueblo, además y desde hace siglos, entre  dominio, colonialismo, servidumbre, exclusión, negación de derechos, discriminación, marginación política (Cipriano, Flores Cruz, Democracia comunitaria, el sistema electoral de los pueblos indígenas de Oaxaca, 2016), es difícil que en sus opiniones estén expresados objetivos propios, surgidos de su necesidad cotidiana o histórica; por eso para estos políticos, la ideología, la historia es lo de menos. La mayor de las veces lo que se discute en las asambleas son proyectos pensados y diseñados externamente, por eso no hay oposición en estos pueblos, porque no hay interés en algo que es extraño. Se oye decir entre la gente ni va a funcionar eso, y los líderes o políticos de cada pueblo, porque generalmente su papel es mantener la cosas como han sido, con raras excepciones no hay en ellos el impulso de buscar nuevos caminos adecuados; sus mayores logros son relacionarse con otros políticos que han trascendido fuera de su comunidad, que son los transmisores, los representantes ocasionales de los partidos nacionales en su pueblo, lo mismo están con el PAN que con el PRI o con el PRD, en algunos casos porque es su amigo o paisano quien los vincula. La ideología es lo de menos. Por eso la mayoría de los activistas culturales que viven en el pueblo y que distan mucho de ser políticos, casi siempre tienen motivos de escepticismo hacia sus políticos locales, sus propios paisanos.

Hay otros políticos originarios de estos pueblos, que son los que han trascendido y generalmente viven fuera del pueblo. Casi todos son hijos de maestros o de políticos como los que se acaban de mencionar, y que otra de sus características es creer en la escuela como la ruta más segura para el progreso, con su respectiva dosis de ilusión y generosidad, cuando dicen, “para que algún día regrese a servir a nuestro pueblo”. Todo esto hace que los hijos de estas personas generalmente tomen el camino hacia la ciudades para tener la oportunidad de estudiar. De todos estos jóvenes es de donde han salido los llamados políticos indígenas, ya que en la escuela o ya ejerciendo su profesión, logran conocer y acercarse a algún político o a alguna organización. Algunos se enrolan en la política partidista, otros se acercan a organizaciones no partidistas, y éstos generalmente llegan a fundar sus propias organizaciones en su región. Los que deciden militar en los partidos, algunos en el partido de derecha otros en el de izquierda, todo depende quién haya sido su primer contacto, o donde sean mejor retribuidos. No hay en ellos una propuesta que muestre alguna característica esencial por venir de pueblos originarios; por ejemplo, de la pequeña región zapoteca de donde yo soy, con una población de 17 mil habitantes, hoy en día puedo mencionar a tres políticos nacidos en alguno de estos 28 pueblos que hablan la variante xhon, pueblos que sufren los mismos problemas.

Sin embargo, estos tres políticos difieren en que están en diferentes partidos: uno de ellos, Salomón Jara de Betaza, está en Morena; Cipriano Cruz, de Zoochila en el PUP; Daniel Ambrosio, de Lachirioag, en el PRI. Claro que todos ellos son como piezas de ajedrez: pueden ser movidos de un partido a otro, de acuerdo a las necesidades del momento. El interés de estos partidos por impulsarlos, es en la medida en que necesiten mostrar o justificar la inclusión de líderes indígenas en la toma de decisiones. “Donde se vio con total transparencia esta situación fue en Chiapas: después de la insurrección de 1994, encabezada por el EZLN, en la legislatura local de ese Estado, llegó a haber 10 diputados indígenas haciendo que la representación indígena alcance puntualmente 25% de los 40 legisladores que integran el Congreso de Chiapas” (Willibald Sonnleitner, Sobre la representación legislativa de los indígenas). Pasado el peligro (para los gobernantes, claro está), entre el 2007 y 2010 sólo había tres diputados indígenas. Esto también se nota en que estos políticos cuando llegan a la cúspide de su carrera (una diputación o una senaduría) es hasta entonces cuando empiezan a hablar de la cuestión indígena: derechos indígenas, derechos lingüísticos, representación indígena, etcétera, sin haber conocido antes de estos temas, y esto se puede ver por ejemplo en algunas propuestas, como ésta:

“...el diputado chamula Mariano Gómez López también impulsó una agenda indígena antes de finalizar su mandato legislativo local (1989-1991). Ésta incluyó una iniciativa de ley para proteger a las culturas indígenas que obligaba a todos los miembros de una comunidad a educar a sus hijos en su lengua materna, a celebrar las fiestas tradicionales del pueblo y a pagar contribuciones para éstas. Dicha propuesta de ley también estipulaba que los partidos distintos al PRI no podían hacer campañas en las comunidades indígenas y que las religiones distintas a la católica costumbrista debían ser erradicadas. Incluso preveía la obligación de cambiar de domicilio en caso de no cumplir con las costumbres de la comunidad, legalizando de paso aquélla de los caciques tradicionalistas de expulsar a los disidentes, que se venía aplicando desde principios de 1970 y de la que habían sido víctimas decenas de miles de tzotziles”. (Sonnleitner, op cit.).

Tal es el caso de la joven diputada federal, zapoteca, Eufrosina Cruz, de Santa María Quiegolani, quien después de pasar su juventud fuera de su pueblo y creyendo que la causa de los terribles problemas que aquejan a los pueblos indígenas se debe a que las mujeres no tienen oportunidad de ser autoridades, intenta competir por la presidencia municipal, pero se le niega esta posibilidad. A mi juicio, esto tiene poco que ver con el derecho o la justicia. Esa negativa era elemental, hasta para ser capitán de un equipo de futbol o el abanderado o abanderada de la escolta, se necesitan ciertas cualidades: experiencia, capacitación. Curiosamente, allí ya estaban los medios para difundir el machismo que existe en nuestros pueblos y allí también ya estaba el PAN para premiarla y anotarla en su lista de candidatos que no necesitan votos para llegar a ser diputados, y hasta por dos ocasiones. A partir de entonces, esta joven ha sido utilizada para dar una imagen falsa de los problemas de los indígenas y del clásico “sí se puede” dirigido a la población; casos como éste hay varios. Es evidente que en el político que toma la vía partidista, el provecho personal se sobrepone al interés de servir.

Otro tipo de políticos indígenas son aquellos que han fundado organizaciones. El estado de Oaxaca y el de Chiapas han visto nacer, crecer y desaparecer a infinidad de organizaciones indígenas. La característica de sus fundadores es que tuvieron que emigrar a la ciudad para estudiar, aquí conocieron esta manera de hacer política. En Oaxaca son emblemáticos la Cocei y el Mult; no es necesario describirlos, los resultados de su trayectoria están a la vista: ni pudieron organizar a su pueblo para lograr un cambio visible, ni pudieron desarrollarse como organizaciones con demandas de autonomía, descolonización y soberanía. Todos han caído en las trampas de la política partidista. Como broma se dice que actualmente en la COCEI existen tal cantidad de corrientes políticas que hasta pescados nadan en ellas. El Mult, considerando insuficiente su organización, creó su propio partido, el Partido de Unidad Popular. Más o menos ésta ha sido la ruta que han seguido todas las organizaciones indígenas. Empiezan demandando la solución a problemas que aquejan a sus pueblos, para los cuales implica acceder a la forma de vida que impone el capitalismo: carreteras para facilitar la entrada de mercancías, recuperar los bosques para talarlos ellos, crear la industria de un turismo comunitario, donde lo mejor se queda en las manos de los transportista, hoteleros y con todas la basura que el turista lleva consigo, escuelas y medios electrónicos de comunicación para aprender la ideología y la  forma de vida que se alienta desde esos medios. Total que todo estriba en tener dinero y como el dinero lo manejan los partidos cercanos al poder, se vuelve una necesidad acercarse a éstos, hasta diluirse gradualmente en ellos, además de justificar con su existencia la presencia del movimiento indígena.

Ninguna organización se ha propuesto desechar el modo de vida occidental, que empezara a darle validez real, política a su idioma, iniciando su estandarización, su escritura y uso en todos los ámbitos, su desarrollo en gramáticas, diccionarios, estudios, hasta desembocar en la educación en idioma materno para todos los niños de su región; esto acompañado con la idea de la autosuficiencia alimentaria, a través de la educación, discusión, capacitación al pueblo, pensando como resultado la posibilidad de una autonomía que permita a estos pueblos empezar a diseñar un futuro de acorde a su manera de ser y querer. Claro que hay que entender que estos políticos salieron de nuestros pueblos, y a nuestros pueblos los colonizadores les han adormecido profundamente su memoria que hoy sólo piensan en soluciones que vienen de ésos. En ese ambiente es donde han crecido estos políticos, qué podemos esperar. Ante esta situación, es necesario hacer el esfuerzo de mirar la situación de nuestros pueblos tal como fueron, tal como son, y después de ver los resultados que hoy tenemos, decidir si éste es el camino que queremos seguir o tenemos que imaginarnos otro, libre y sin la presencia de un pastor, de un líder, de un político.

|   Javier Castellanos, narrador, ensayista, traductor y poeta zapoteco, escribe en la variante xhon, o de la Sierra. Autor de varias novelas bilingües, como Relación de las hazañas del hijo del Relámpago, Cantares de los vientos primerizos, El corazón de los deseos y Gente del mismo corazón, así como los ensayos bilingües en Semillas para sembrar. Este ensayo forma parte del libro inédito Imaginando el destino, también escrito en zapoteco xhon y traducido al español.

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