LA JOVEN CUBA SE DESPIDE DE FIDEL / 237 — ojarasca Ojarasca
Usted está aquí: Inicio / Reportaje / LA JOVEN CUBA SE DESPIDE DE FIDEL / 237

LA JOVEN CUBA SE DESPIDE DE FIDEL / 237

Gloria Muñoz Ramírez

La Habana, Cuba.

Cientos de jóvenes escuchaban la canción Maligno, del grupo de rock colombiano Aterciopelados, cuando a las 22:29 horas del pasado 25 de noviembre el concierto se suspendió. Fidel Castro había muerto y en esos momentos su hermano, el presidente Raúl Castro, lo anunciaba en cadena nacional. Los y las muchachas reunidas en el Centro Cultural El Sauce, en La Habana, se miraron en silencio. Algunos alcanzaron a llorar, pero privó más la sorpresa. Ahí había de todo, desde los rockeros críticos de Fidel y del sistema, hasta los jóvenes que (re) piensan la revolución y su futuro socialista. Un microcosmos de la Cuba actual que, en ese instante, se sobrecogió al mismo tiempo.

Carla y Camila, una cineasta y otra egresada de la carrera de Letras, llamaron a su mamá por teléfono y le dieron la noticia. Se fueron enseguida a su casa, donde Yoanka las esperaba. Se abrazaron y esperaron en vano más información. “Fidel era la contención moral de este país”, dice la madre y filósofa.

El silencio se apoderó de la isla y el gobierno decretó nueve días de duelo nacional, sin música ni ron. Vendrían después unas jornadas históricas en las que la juventud fue la protagonista en las calles. Mujeres y hombres de entre 15 y 30 años invadieron las plazas tanto en La Habana como en Santiago y fueron también mayoría en carreteras y pequeñas provincias que recorrió el cortejo fúnebre.

A muchos de estos jóvenes hasta hace unos días se les veía apáticos y ensimismados, haciendo malabarismos para conectarse a una red de internet y chatear con sus amigos. O eso se pensaba. Ester Pérez, educadora popular del Centro Martin Luther King, no duda: “los jóvenes nos dieron una gran lección. Ellos y ellas estaban todos en la plaza con esos pulóveres que ahora visten con mensajes en inglés y con brazaletes del 26 de julio, gritando ¡Yo soy Fidel! y con eso nos estaban diciendo ¡no sean bobos, este pulóver que llevo puesto no soy yo, yo soy lo que llevo dentro!´”.

“Yo soy Fidel” fue el grito espontáneo de la juventud y el que caló más hondo. Pintaron el nombre de Fidel en sus mejillas con bilé rosado e hicieron carteles y banderitas más parecidas a las que se ondean en los estadios que en las marchas. Su duelo tuvo códigos diferentes, por lo que no faltaron adultos pintando canas que los reprendieran cada vez que en alguna plaza se acurrucaban unos con otros a dormir o a escuchar música con audífonos mientras los representantes de los sectores del partido se apoderaban del micrófono con discursos repetidos, aburridos y sin contenido, como en Santiago.

“¿Por qué los jóvenes de otros lados del mundo que vienen a buscar el socialismo aquí portando sus teléfonos celulares último modelo, nos reclaman a los cubanos que también queramos uno? ¿Por qué piensan que por eso ya queremos ser parte de Estados Unidos y otras boberías?”, reclama Rosibel, joven bailarina de 21 años. “Yo quiero un celular y no quiero irme a Miami”, dice, dejando en la mesa una parte de la complejidad del pensamiento de una juventud que no se puede medir en blanco y negro.

El grito de “Yo soy Fidel” es, para algunos, pasajero. Para otros es horizonte y destino. “Ahora tenemos que probarlo y para eso tenemos que ser firmes y ser valientes, resistentes, atrevidos, osados. Tenemos que ponernos duros y decir las cosas que están mal hechas, y sin embargo permanecer unidos, porque hay que saber unirse aunque uno tenga discrepancias con el compañero. Hay que saber discutir sin pelearse. Fidel, la Revolución y el pueblo nos han enseñado bien”, enfatiza Ester.

Frank García tiene 34 años y es miembro del Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello y del proyecto cultural La Revuelta. En el camino a Santiago, acompañando las cenizas de Fidel, ve desde el autobús una caballería de campesinos de la Sierra Maestra con la bandera cubana. “Cosas que no se pueden olvidar y tienen más fuerza que en la capital, donde el consumismo ha abierto ya una brecha”. La muerte de Fidel, analiza, “es un refuerzo muy fuerte, un dolor muy hondo, que a la vez lo podemos aprovechar como una catapulta para la revolución. Y que no se diluya la energía en el llanto”.

Para Fernando Martínez Heredia, intelectual y referente ético de muchos jóvenes que se forman bajo los principios revolucionarios, “la juventud cubana tiene una enorme formación revolucionaria y general”. Aquí, dice en entrevista con La Jornada, “hubo una revolución educacional como en ningún lugar del mundo, en un plazo de 20 años. En los años 80 ya había más estudiantes de enseñanza media que en primaria. Hoy existen como un millón de egresados universitarios, cosa casi absurda, y un montón de técnicos y científicos”.

“Maestro de las juventudes”, fue el título honorífico que le dieron al también Premio Nacional de Ciencias Sociales, quien lejos de negar las contradicciones, las analiza: “la preparación de los jóvenes es muy superior a la economía cubana, y eso es un problema que lleva incluso a la emigración de jóvenes con preparación universitaria, lo que pone felices a los patrones de aquellos países que no los criaron, no gastaron nada, no los escucharon quejarse y ahora los tienen. Por su parte, los jóvenes buscan cómo practicar lo que saben hacer y eso es un problema grave para nosotros, pues ha separado de Cuba a muchos jóvenes que no tienen nada en contra de la revolución, que vienen a Cuba todas las vacaciones y no dejan de mandar dinero a sus familiares, pero no viven aquí”.

El problema mayor, explica, es que la cultura del capitalismo ha desarrollado el conflicto “de la no participación en política, pues una de sus líneas fundamentales es despolitizar”. El capitalismo ya no combate “el comunismo y todas esas cosas”, sino que ahora trata “de que no hablen de nada, de que no piensen. Ya no es la imposición de un pensamiento único, sino la imposición de ningún pensamiento, un proceso de idiotización de masas”.

En este sentido, hay jóvenes desencantados, y también hay apoliticismo y conservadurismo social, “pero quien piense que en una revolución se tiene algo fácil por delante, es porque es muy ingenuo o porque todavía no se ha enterado de las dificultades que se vienen”.

Texto con contenido de las crónicas

de la autora publicadas

en La Jornada y en Desinformémonos

comentarios de blog provistos por Disqus