LA SENSACIÓN DEL CUERPO / 237
Pareja
Un caballo vuela al sur en medio de la guerra.
Un caballo sin alas montado en una nube,
me llama a la puerta de mis sueños
donde soy una potra más rubia que el sol.
Indomable como un pensamiento,
relincho mis ilusiones con olor a hierbas.
Despierto.
El caballo se cae del cielo
y me deja preñada
Muda canción de serpiente
Nueve meses las albergo
y tres son los que demoro
en sacarles el ritmo,
en cortarlas
de mis piernas.
En salírseme serpientes
con mis tripas atadas a los ojos.
Tanta sangre, y grito
para que salgan a arrastrar su cuerpo blanco.
Frías mis serpientes
enrolladas adentro de mi cuerpo.
Silencio en que me crecen y en que crezco.
“Sangre resbalada gime
muda canción de serpiente”
Federico García Lorca
II
Me enrollo en mis pieles
me abrazo la cola
en los rincones.
Me trago mi lengua.
De todos los venenos
arde el vientre.
Del abrazo y los descensos
1
Llevo mucho tiempo en este vórtice
y la flor que guardo está sin pétalos
Escucho tus venidas.
El aire salino trae acordes de tu corazón que es celo
de sangres cuando intento la huida.
Cuando miro las orillas de otras playas
que dentro de mí hacen su ruido
Las anulo si me muerdes los tobillos
y me mojas
Llevo tiempo en este vórtice
Cuatro estaciones han pasado por la piel
Y no han podido marchitar la flor que sostengo entre los dedos
Esta canción que contigo aprendí sobre las rocas
yo no he podido dejar de cantarla
yo la tengo metida en la cabeza
distintos ritmos saco según ánimo
Y aunque callada esté yo estoy cantando
Adentro Mío
estoy cantando
para que vengas
a presenciar mis muertes
mis delirios
Quiero que te pierdas conmigo en este trance
Que atravesemos la puerta de este cielo
danzando los rituales del aceite
Yo quiero que mi flor sea tu reino
Yo quiero que mi flor sea tu reino
2
Y ahora que me tocas eres más que el océano
más que miles de peces y lenguas rozándose.
Mira
cómo se asoman los hijos peces en el arco-iris
cómo llevan un ramo de tu sangre
cómo aún andando van atados por un alga a mi vientre.
Ellos saben también la canción.
Ellos cantan con los ojos cerrados
los espasmos de tu llegada y tu partida.
Y es que vuelves a la orilla a vestirme con las trenzas de los ahogados.
A montarte y a llenarme de espuma la boca,
la boca,
la boca
que se atora de tu nombre.
Yo te encuentro y te abandono tantas veces en una misma noche.
No salgas de mí —te digo—
déjame la arena en ese fondo.
Déjame la sal en la cascada y el olor de los delfines en el aire.
Déjame aire
Para este vuelo de aguas que me invade.
Desde ahora te llamarás océano.
3
Un camino se abre en el medio del mar.
Tú estás al otro lado.
Intuyo los alientos y el oleaje que hay en ti
es el mismo en el cual se sumergen las sirenas y los peces.
Los cantos se suceden en mi lengua.
Gaviotas que devoran mi vestido.
Yo estoy aquí mirando las luces de tu cuerpo.
Yo siempre estoy aquí.
Entro al mar algunas veces y regreso.
Un camino se abre en la mitad del cielo.
Atorarme de sal es mi deseo.
Llenarme de la espuma y del aceite marino
que te envuelve.
Muérdeme, te digo.
Muérdeme el descenso
de irme
de irnos hundiendo en el fondo
de un mar, un océano,
la casa habitada,
el fondo, la arena, el castillo:
las mieles de un final que nos consume,
la piel que se llena de escamas,
los senos que se abren,
los cuerpos de plata se entrelazan.
No acaban de hundirse.
El final,
el final,
el final
es un beso interminablemente frío,
en el cual perdemos el sentido,
los sentidos
la sensación del cuerpo que se acaba.
| Roxana Miranda Rupailaf, poeta mapuche, nació en Osorno, Chile, en 1982. Profesora de lengua castellana y comunicación en la Universidad de Los Lagos. Ha publicado Las tentaciones de Eva, Seducción de los venenos e Invocación al Shumpall. Co-editora de Sombras bajo el paraguas: poetas jóvenes de Osorno (2006). Poemas suyos aparecieron en Ojarasca 202, febrero de 2014. http://www.jornada.unam.mx/2014/02/08/oja-pecadora.html