DE ARTISTAS INDÍGENAS
¿Quién es un artista? En nuestros pueblos, cuando vemos que alguien de nosotros viene muy arreglado de la ropa, peinado y con zapatos en los pies, no falta quien exclame “kon artistan” (“parece un artista”). Esta imagen que nos hacemos de quienes consideramos artistas se debe a que así son los modelos que nos ha presentado la cinematografía nacional y la televisión que llega a nuestros pueblos. Claro que sabemos que además de cómo visten y andan, saben hacer cosas que nos conmueven, nos alegran, nos causan admiración, que ante tales capacidades acostumbramos también decir “a lega artista” (“es un verdadero artista”). Sin embargo cuando nos encontramos a un paisano que tiene mucho ingenio y mucha destreza para contarnos o cantarnos en nuestro idioma cosas que hasta nos conmueven, o al que sabe hacer bonitas y melodiosas flautas de carrizo o máscaras o figuras de barro, nadie usa la palabra “artista” para señalarlos, lo más que decimos de él es “sabe mucho”, “se ha de calentar mucho su cabeza” o “ese es su sino”. Estas expresiones nos dicen claramente que no cualquiera podría hacer lo que hacen estas personas, y nunca falta el pretencioso o realista o voluntarioso que considera que con estudio y esfuerzo cualquiera puede crear estas cosas, y le escuchamos decir: “También nosotros podríamos hacerlo si nos sentamos decididos a hacerlo”.
Pero el que lo dice precisamente no es como esas personas, ya que nunca ha podido sentarse a pensar en lo que podría crear. Lo bueno es que la mayoría considera a las personas creativas como destinadas a hacer lo que no cualquiera podría hacer y esto se ve en el respeto y admiración que se les tiene; saben que en la elaboración de una de estas obras hay que tener la capacidad de reflexión que conduzca a considerar necesario hacer algo que para la mayoría no lo es. Una vez que se ha llegado a esa conclusión, sigue diseñar cómo hacer de un objeto una manera de concebir la realidad y finalmente tener la destreza para darle una presentación estética, por eso es que en nuestros pueblos a estas personas se les considera con atributos que no cualquiera tiene, y aunque no se les designe en nuestros pueblos como artistas, en español a una persona que realiza estas actividades se le llama artista, no solamente los que salen en las películas o en la televisión son llamados artistas.
Éste es un punto de vista particular, porque si nos acercamos a lo que se piensa y se dice de éstos que yo llamo artistas indígenas, hoy en día no los llaman artistas. Se les llama “artesano”, porque se considera que sus obras son artesanías, o para más elegancia, se dice que producen “arte popular”. Resulta que en español la palabra “popular” significa “perteneciente o relativo al pueblo”, o sea arte perteneciente o relativo al pueblo, cuando no es así. No por el hecho de que estos creadores hayan nacido en un pueblo es que saben hacer lo que nos gusta, nos conmueve y nos asombra; si así fuera cualquiera de nosotros podría hacer lo mismo y no existiría ningún asombro. Pero no es así, estas personas tienen características especiales que las distinguen de los demás. Es cierto que existen pueblos en donde muchas personas se dedican a una sola cosa, a veces a hacer utensilios de barro, otras veces prendas de vestir o juguetes de madera, de metal. Pero hoy en día estas cosas ya no se hacen ni se compran para el fin original con que se inventaron, ya nadie compra un jarro de éstos para poner su café. Aunque alguien vista una de estas prendas, no es por necesidad, es más un adorno para su cuerpo, y lo mismo pasa con las demás cosas. Hoy en día el comercio es el que resuelve estas necesidades, muchas veces con mejores resultados y más baratos, de tal manera que estas “artesanías”, aunque las haga todo un pueblo, su destino es embellecer algún lugar, adornar alguna pared, producir un efecto estético en un hogar, de tal manera que quien visite estos lugares sienta una emoción, rememore experiencias al verlos, y si cumple esta función, pues es una obra de arte a pesar de que no haya sido creada como la única.
Que diferentes “artesanos” hayan creado varias obras y casi con las mismas características, lo único que hace es que no todas lleguen al mismo hogar y que en diferentes lugares se despierten las mismas emociones. Claro que si no logra arrancar estas emociones, pues algo le faltó para ser obra de arte, no porque fueran muchas las obras hechas. O pudiera ser también que, aunque sólo una fuera hecha, y por un solo autor, no genere emociones propias del arte. Por eso me cuesta aceptar que a éstas se les llame obras de arte popular, artesanías, curiosidades. Pensando un poco como nuestros pueblos, siento como que hay un poco de envidia hacia la capacidad artística de los artesanos, al no aceptar llamarlos artistas (ya dije también que no todos son artistas). Lo que hay en esa negación es la defensa de un territorio que deja ganancias económicas. La defensa de un concepto que considera que debe haber una escuela oficial para producir artistas, y quien no surja de éstas, podrá hacer obras de arte maravillosas, pero no es artista, en todo caso artesano. Lógico es que quienes egresan de estas escuelas piensen de la misma manera.
Tampoco hay que negar que en estas escuelas se estimulan el perfeccionamiento, la técnica y la constancia, que son las bases del virtuosismo. Pero el mérito de los “artesanos” es la espontaneidad. El arte surgido de lo espontáneo a muchos nos puede parecer más emotivo, y es tan arte como el surgido del estudio. Las veces que un artista presente su obra no lo demerita, al contrario, lo hace más accesible, el pueblo se lo apropia, lo convierte en más humano, y posiblemente le reditúe más dinero vendiéndoselo a varios que a uno solo. Aunque los artistas de escuela son más accesibles a la vanidad y eso los impulsa a verse diferentes a los artistas surgidos de la espontaneidad.
Hay que tener en cuenta que hay obras de arte que no pueden repetirse. Las pinturas de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina del Vaticano, donde radica el papado católico. Se dice que se hicieron durante cuatro años y comprenden un espacio de 40 por 13 metros. Pensar que en la época en que se hicieron estas obras no se utilizaba la palabra artista para designar a los creadores; se les llamaba maestros; en realidad eran grandes maestros. Como si en aquellos tiempos fuera de otra manera. Hoy se podría decir que ya no hay obras ni maestros de esa talla. O a la mejor ya no son necesarias. Lo mismo para la música. Las obras de Beethoven o Mozart y otros grandes maestros resulta difícil volver a encontrarlas.
Así como estas obras son únicas, un artesano, por necesidades específicas de un cliente, puede realizar una sola pieza. Así como un artista de escuela, también por necesidades específicas, puede hacer más de una de la misma. A ninguno de los dos, por ese solo hecho, puede quitársele a su obra el carácter de obra artística. Como no podríamos decir que no es obra de arte la novela sempiterna, El Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes, porque se ha reproducido millones de veces, ni lo podríamos decir de la poesía de Sor Juana Inés de la Cruz u Octavio Paz. Que millones de personas hayan podido disfrutarlas para nada afecta su carácter artístico. Si observamos la trayectoria de algunos de los considerados hoy grandes artistas, como el zapoteco Francisco Toledo, el michoacano Jorge Marín o el colombiano Fernando Botero, encontramos crónicas y criticas de estos hombres famosos por el arte; todas coinciden en que hacen casi lo mismo en todas sus obras, y por ello son exitosos. Por ejemplo, de Toledo se dice: “Sus obras se caracterizan por tener animales y fauna autóctona como tema principal”. De Jorge Marín, generalmente se dice: “sus temas recurrentes son acróbatas, máscaras, caballos, esferas y balanzas”. Del colombiano dicen: “se caracteriza desde lo plástico por una volumetría exaltada”.
Se podría decir lo mismo de nuestros paisanos considerados “artesanos”. Sus obras son siempre las mismas. La diferencia entre los artistas y los artesanos es que aquellos fueron a escuelas superiores, mientras que los artesanos aprendieron en sus hogares, su escuela fue o es su entorno; no saben de la historia del arte ni que hubo un tiempo en el mundo cuando el poder lo tuvo en sus manos un rey, y él mantenía al artista. Que existieron los mecenas, y gracias a ellos el arte y el artista tuvieron vida, y que todo lo que se producía era para goce casi exclusivo de estos patrocinadores, quienes recompensaban medianamente a los creadores. Esto lo saben los artistas de escuela, y de alguna manera lo reproducen al dirigir obra a quien pueda comprarla, por eso la hacen única, exclusiva. No queda más que darle por su lado a la fatuidad de los coleccionistas vendiéndoles caro lo exclusivo, de tal manera que este arte se ha convertido en un gran negocio, ya que las obras de artistas encumbrados se vende por cientos de miles de dólares y sólo estarán en las salas más exclusivas, vedadas a la población en general. Ante la presencia de obras que les igualan en impacto pero que pueden hacerse por docenas (que ellos también podrían hacer lo mismo), sólo queda decir: “es artesanía”.
Uno tiene que reconocer que si no fuera por esta manera de conducirse del capitalismo, las artes que se producen en nuestros pueblos seguirían siendo para lo que originalmente fueron hechas, para uso cotidiano. Todo cambió cuando el dueño del dinero y de los medios de producción empezó a hacer lo que hacían los antepasados de los actuales “artesanos”: ollas, trastes, ropa, juguetes; en lugar de hacerlos con barro, madera o hilo natural, empezó a hacerlos de plástico o metales, todo sintético; a la gente le convino porque eran más baratos, más duraderos y a veces más funcionales. Ante esto el artesano se quedó sin trabajo. Fue cuando vio que su trabajo en realidad era un arte y a partir de entonces a eso se dedicó y así surgió el artista indígena. Desde entonces, tanto él como el que es conocido como artista hacen arte. La diferencia es que uno trabaja para los ricos y el otro lo hace para aquellos que no tienen tanto dinero.
Hace mucho tiempo que varios artistas indígenas lo han comprendido y han tomado ese camino con bastante éxito. Por ejemplo, entre los pintores hay zapotecos que se han hecho famosos y ganado las recompensas que esto significa. Del pueblo de Ocotlán, en los valles centrales de Oaxaca, es Rodolfo Morales. También un paisano de la sierra, de Teococuilco, Alejandro Cruz, ha obtenido éxito en este ambiente. Y el juchiteco de más fama y éxito, Francisco Toledo. Menciono a éstos porque, además de que se reconocen indígenas, han logrado impactar a los críticos a nivel nacional e internacional, ya que son capaces de convertir en arte cualquier cosa que les caiga en la mano, sea textil, barro y no se diga pintura. Otros artistas indígenas aspiran a este reconocimiento, y por esa vía ya casi están en el éxito. Allí están los dos creadores del pueblo wixárika que, a partir del arte que existe en su pueblo, usando chaquira, han proyectado a nivel mundial lo que para ellos son símbolos significativos de su mundo. Su propuesta del proyecto Vochol consistió en cubrir artísticamente un automóvil Volkswagen con chaquira (y lo de “vochol” viene de “vocho”, la expresión popular para designar a ese automóvil, y “chol”, ya que los wixárika son más conocidos como “huichol”). Esta obra ha sido presentada con éxito en diversas ciudades de México, Europa y Estados Unidos.
En esta misma línea hay músicos, poetas y escritores indígenas que buscan el reconocimiento, y para ello utilizan sus idiomas maternos junto con el español. Varios de ellos han recorrido diversas ciudades del mundo. Algunos poetas han sido traducidos a otras lenguas, como francés, italiano, inglés o ruso. También existe un grupo de artistas indígenas que usan parte de la acrobacia que existe en sus pueblos, como los maromeros, payasos, voladores, y han fundado el Laboratorio de Circo Indígena de Veracruz. Sus objetivos tienen que ver con la difusión del arte indígena, y con ello tener reconocimiento nacional e internacional, ya que en México sólo se les ve como un artículo folklórico para ser usado en fechas especiales por la oficialidad gubernamental. En otras palabras, quieren dignificar su trabajo como lo que es: arte.