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GOBIERNO INDÍGENA / 240

En memoria de Juan Bañuelos
¡Justicia para Miroslava Breach!

 

 

Hay casi tantos sistemas de gobierno entre los indios independientes, como pueblos y lenguas. Algunos eligen a sus jefes o caciques para ocupar el puesto durante toda su vida, con la salvedad de aquellos que se muestren incapaces durante su ejercicio. Hay caciques que no son elegidos, sino que van ascendiendo lentamente hasta alcanzar el puesto. Existen regencias encabezadas no por un solo hombre, sino por cuatro, investidos de los mismos poderes y con las mismas obligaciones. Algunos caciques son elegidos por cuatro años y otros que sólo duran en funciones un año. Hay pueblos en los que un hombre que ha ocupado el puesto de jefe alguna vez, no puede volver a ocuparlo en su vida por capaz que se haya mostrado; en otros casos, el hombre cuyo padre fue cacique no puede serlo nunca. Pero por variados que estos sistemas sean, todos son de naturaleza democrática”.

Idealista (“utópica” la llama su biógrafo Michael L. Baumann) y aún así verídica hoy como entonces, esta descripción procede de Gobierno (1931), segunda de las populares novelas “de la caoba” en Chiapas y la selva de B. Traven. Literatura sencilla hecha de realidad, libre de las reglas de la etnología y de la Historia, y con las del periodismo al servicio de una ficción sin engaño, la novela de Traven se sitúa en una comunidad posiblemente tseltal o tojolabal; retrata el arribo del brazo de un gobierno federal (el porfirista, en el tiempo del relato) corrupto y racista; el lejano enemigo que trata de echarles todo a perder a los pueblos diciendo que les ayuda. Siempre quiere algo de ellos, o de lo que ellos tienen.

El escurridizo Traven, luego de algún tiempo de incógnito en nuestro país, comenzó a narrar con la clara huella de haber caminado las montañas y selvas de Chiapas. En Gobierno (Seix Barral, México, 2003) recuerda que desde la Colonia, y de muchas maneras, el Estado central y sus emanaciones han debido tolerar lo inevitable, y a veces práctico, de que existan gobiernos indígenas más allá y más acá de independencias, invasiones extranjeras, reformas, revoluciones y disoluciones de un Estado que no pierde oportunidad para engañarlos, desconocerlos, explotarlos, cargarlos de impuestos, exilio y penalidades.

Es significativa hoy la persistencia de gobiernos indígenas, además hablando en voz alta, a contrapelo del Estado, los partidos y los poderes “particulares”. Ante gobiernos nacionales progresivamente ineptos y corruptos (¿el pozo no tiene fondo?), los pueblos no han cejado en gobernarse cuando se mantienen unidos. La mayoría de los mexicanos no sabe gobernarse sin el Estado y sus disfuncionales funcionarios que no sabiendo gobernar, hacen negocio.

En los pueblos originarios y los reconstituidos se aprende a gobernar por obligación, no ambición, y si no sirves a tu pueblo no sirves y punto. Que la sociedad no se dé por enterada, y que el Estado se haga el occiso haciendo occisos, no quita que el gobierno indígena exista en muchas latitudes nuestras. Autonomía la llaman hoy, también ejido, congregación, municipio, comunidad, tribu. Gobiernos reales que no piden permiso y saben renovarse. Por ejemplo, en el relato de Traven no vemos mujeres; hoy las indígenas ya ocupan primeros planos (a un costo elevado, sí).

La existencia de gobiernos propios de los “indígenas independientes”, como les dice Traven, con la claridad de lo pequeño garantiza el servir y no servirse.

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