CRUZ COMBATIENTE LA FIESTA DE CHANCAH VERACRUZ
EL LUGAR DE UNO
Carrillo Puerto, Quintana Roo. Cada dos años, las guardias tradicionales mayas macehuales que pertenecen al centro ceremonial de Chancah Veracruz se reúnen para celebrar la fiesta patronal dedicada a la Virgen de la Concepción. Lo que en apariencia es un evento ritual más tiene como telón de fondo el suceso histórico de resistencia indígena conocido como Guerra de Castas, pues la estructura militar heredada de ese conflicto armado —ocurrido a mediados del siglo XIX— se replica hasta hoy a través de las guardias tradicionales. Esta organización marcial latente —conformada por un Capitán, un Teniente, un Sargento, un Cabo y un Rezador— estructura la jerarquía ceremonial de cada uno de las guardias tradicionales al tiempo que sirve como un sistema ceremonial que rinde culto a la cruz y demás imágenes religiosas.
Chancah Veracruz es uno de los cinco centros ceremoniales mayas —los cuatro restantes son: Cruz Parlante en Carrillo Puerto, Chumpón, Tixcacal Guardia y Tulum—, cada uno de ellos agrupa distintas compañías de las comunidades aledañas. Estas guardias se encargan de prestar servicios rituales, que consisten en cuidar la cruz resguardada en el santuario así como celebrar la liturgia correspondiente y, cada determinado tiempo, emprenden la fiesta principal del centro ceremonial.
En el caso de Chancah Veracruz, son trece guardias las que organizan la fiesta; nueve de ellas provienen de fuera —de Uh May, X-Hazil, Kopchén, Chancah Derrepente, Chan Santa Cruz, Santa María Poniente, Petcacab y Carrillo Puerto—, más cuatro compañías establecidas en el propio Chancah Veracruz que en su conjunto conforman una guardia. Literalmente todo un ejército se moviliza para organizar la fiesta que durará quince días, del 16 al 30 de abril este año. Cabe señalar que, además de la estructura interna de cada guardia tradicional, cada uno de los cinco centros ceremoniales posee una estructura de mando superior que contempla las figuras de General y Comandante —cinco generales y cinco comandantes, uno por centro ceremonial—, encargadas de regir toda la estructura militar y ceremonial.
Con todo, detrás de esta estructura religiosa-militar y del culto a cruces, vírgenes y santos, están presentes profundas concepciones mayas macehuales que hacen indispensable iniciar toda celebración ritual con el corte del árbol sagrado: la ceiba. El corte del yaxché o ceiba —efectuado por la tarde del domingo 16— lo realizan los hombres del pueblo luego de ubicar el árbol adecuado, recto y con suficiente follaje. Para tal labor se contrata a una persona conocida como chik —tejón— encargado de amarrar las distintas sogas de los vaqueros, las cuales procurarán que el árbol talado no toque el suelo pues eso se toma como un mal presagio para la fiesta. En todo momento se escuchan gritos de júbilo mientras el alcohol y los cigarros corren de mano a mano acompañando la tala del árbol hasta su traslado a la entrada de la comunidad.
En la entrada del pueblo las vaqueras —grupo ceremonial de mujeres que realizaron alguna promesa de participar en la fiesta a cambio de obtener algún bienestar— reciben a las personas encargadas del corte de la ceiba. Posteriormente cumplen un breve recorrido al centro ceremonial para finalmente depositar el árbol en el espacio en que las guardias ceremoniales pernoctan —makán— y preparan los alimentos en los hornos subterráneos conocidos como pib. En uno de esos espacios, más tarde, se realiza la vaquería con música de maya paax. Previamente se realiza una negociación chusca entre las vaqueras y los taladores para acordar el precio de la ceiba, después de un intercambio de propuestas dramatizadas se fija el precio en miles de pesos que se traducirán en litros de aguardiente para animar la fiesta de la vaquería durante toda la noche.
El árbol talado descansa unas horas, lo mismo que las personas, que regresan ya entrada la noche para celebrar la liturgia local de hacer promesas a cambio de recibir salud de las divinidades y que dura un par de horas. Al término se dirigen al lugar del baile. Por la mañana, antes de despuntar el sol, la ceiba estará sembrada y puede dar inicio la fiesta patronal.
En lo subsecuente, la fiesta consistirá en que cada una de las guardias tradicionales que acuden brinden de modo alternado alimentación para los asistentes —chilmole, chicharra— durante los 15 días que dura el festejo. Por las noches, distintos grupos de música popular amenizan los bailes, también habrá música de maya paax (vaquería) y corridas de toros. Todo, como cualquier otra fiesta indígena. Sin embargo detrás de este aspecto festivo y litúrgico —que va de lo militar a lo ceremonial y de ahí a la asimilación de un modo de vida vaqueril— hace eco un sistema de carácter militar que es parte de la memoria maya macehual.
A esta estructura ceremonial en distintos momentos se le ha tratado de neutralizar a través de programas gubernamentales con entrega de despensas a los dignatarios mayas, o mediante la integración y credencialización de las guardias tradicionales, o mediante el reconocimiento marginal del poder comunitario de los dignatarios. Incluso, mediante el patrocinio de grupos musicales en las principales noches de fiesta por parte de políticos locales, lo cual no ha terminado por socavar de la memoria indígena un hecho capital como lo fue la Guerra de Castas.
La estructura ceremonial funcionaba en su momento como una eficaz estructura militar que permitió defender el territorio maya macehual a mediados del siglo XIX. Actualmente, detrás de esta organización ceremonial está latente la estructura militar que por más de 150 años ha custodiado la cruz, que en su momento fue parlante y que quizás, como sostienen los propios mayas cruzoob, un día vuelva a hablar.
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| Iván Pérez Téllez: Subdirector de Asuntos Indígenas, Secretaría de Cultura CDMX