JARANEROS MIXES DE GUICHICOVI
EL LUGAR DE UNO
Hablar de los jaraneros mixes de Guichicovi es hablar de la música de cuerdas en tres vertientes: geográficamente pertenecen a la región del Istmo de Tehuantepec, Oaxaca; étnicamente, a los mixes, siendo ésta de la parte baja (Mixe bajo), y forman también parte de la extensión territorial del Sotavento. Ubicados en la villa de San Juan Guichicovi, somos hablantes de la lengua ayuuk en la zona húmeda del Istmo, donde se practica la música de jarana por la tardes, después de la dura jornada de trabajo.
La jarana requinto o primera, lleva el cantar o melodía. Las jaranas segunda y tercera se encargan de llevar el acompañamiento. El marimbol, o marimbola lleva el bajo. Anteriormente se ocupaba también un cántaro de barro (majt) que era percutido con las palmas de las manos y llevaba la parte rítmica. Cincuenta años atrás vino a suplirlo el marimbol, ya que algún mixe se la ingenió en fabricar un marimbol con la figura redonda inspirándose en la forma del tambor y le colocó cuatro flejes de fierro cortado, dándole así un sonido peculiar a nuestra música.
La música que se toca en Guichicovi está ligada a lo religioso, en las labradas de cera o vela y actos fúnebres. En las labradas de cera se ameniza con música de jarana tocando sones de la región, mientras los mayordomos elaboran las ceras que se ocuparán en las festividades en honor a San Juan Bautista, San Juan Degollado y San Martín Caballero.
Una costumbre muy representativa es la de los actos fúnebres, “cuando se nos adelanta” una persona que no haya contraído matrimonio (soltero o soltera), un bebé o infante que se le considera angelito ya que no cometió alguna falta en su estancia por la Tierra, incluso a los jaraneros mismos por haber dado su servicio a la comunidad se les rinde el rito de ceremonia. En este acto los jaraneros tocan un son titulado “Son del Angelito” que consiste en 6 partes, acompañado por una danzante que al compás de la música, a través de la danza, va dando dirección al angelito para su encuentro con el Todopoderoso. La jarana mixe de Guichicovi se considera como una herramienta de respeto por la función que desempeña, y portar una jarana en Guichicovi es una responsabilidad porque cuando se presentan esos momentos de dolor, el jaranero no debe negarse, debe ir a cumplir con la comunidad. Es un compromiso que se ha venido practicando durante largos años y se ha trasmitido de manera oral.
En San Juan Guichicovi los jaraneros, generación tras generación, han venido transmitiendo sus saberes de abuelos a hijos y nietos, adentrándolos así en las actividades de la comunidad en momentos de dolor y de alegría. Se escucha decir a los viejos: “afinen por cinco”, que es la afinación con la que uno se entrena para aprender. Después, los viejos nos enseñan afinar la jarana en “por seis”. En encuentros de jaranas o festividades de la comunidad hace muchos años se reunían los grupos de jaraneros en la iglesia de San Juan Bautista, y la velada se ponía muy bonita porque toda la noche había música, ya que alternaban los grupos y sacaban sus mejores sones. Unos (principiantes) tocando “por cinco”, otros (intermedios) en “por seis”, y ya los maestros (avanzados) lucían tocando sus sones en “por tada”.
Cuentan los viejos que sus maestros les enseñaron a encordar con tripa de animales salvajes, cuando en ese entonces no conocían o aún no llegaban las cuerdas a Guichicovi. Entre ellas, “la tripa del tlacuache” daba buena resonancia; además le daban un tratamiento para que resistiera al momento de pulsarla con la púa hecha con cuerno de res; éste, hecho con cuchillo y machete como la misma jarana, cuerda y púa. Cuando ya el jaranero estaba bien entrenado se le conseguía una sonajita de la cascabel para darle más sonoridad y brillo a la jarana, pero uno debía tener mucho cuidado de no encontrarse con la cascabel dueña de la sonajita, ya que pelearía por su colita.
Más tarde llegaron los instrumentos de viento (banda tradicional) con la instrumentación de la cultura zapoteca: saxofón alto, tenor, barítono y soprano, trompeta, tom-tom y redoble o tarola, dominando así en la región del Mixe bajo con sones del istmo de Tehuantepec, con toda sus costumbres y tradiciones, tales como pedida de mano, bodas, lavada de ollas; también se trajeron las velas. En Guichicovi se celebra la vela el primero de junio en honor al santo patrón San Juan Bautista. Desde la madrugada se le dejan “Las mañanitas” en la iglesia, enseguida a los encabezados o padrinos que participan en la fiesta. A medio día se concentran en la plaza para la pachanga, donde un grupo de la región comienza su compromiso musical con sones istmeños, en lo que van llegando los invitados a la enramada con botanas, encaminados con un paso doble.
Hasta la fecha siguen llevándose tanto la música de jarana como la de vientos, que también ha sufrido sus cambios por la introducción de nuevos instrumentos de viento como la tuba, el clarinete y el trombón.
La música de viento (banda tradicional) se presenta casi en todos los ámbitos: mayordomías, bodas, quince años, bautizos, funerales y fiestas patronales. Entre su repertorio cuentan con boleros, sones, marchas fúnebres de la región, danzón, pasodobles. Disfrutamos de mucha música en Guichicovi, un pueblo donde a diario se le escucha salir de las ventanas de un hogar o de ensayos de las diversas agrupaciones. Una comunidad llena de sonidos combinados hasta darle forma a sones como “Virginia que sí”, “El Guachito”, “El Guachacero” y muchos más.
Tal como enseñaron los viejos jaraneros de Guichicovi, Teo García retoma la laudería con técnica tradicional en la elaboración de instrumentos autóctonos a machetazos. También abrió un colectivo para nuevas generaciones de mixes que deseen introducirse o retomar su música, su cultura y su identidad. Por este colectivo de reciente creación han desfilado muchos niños y jóvenes participando con fiestas de la misma comunidad y en encuentros de jaraneros con los hermanos de la jarana jarocha en Veracruz. Ahora es bonito sentirse un jaranero mixe al saber que es un orgullo portar sombrero, huarache y hablar el ayuuk.
A como me lo enseñó mi padre de 85 añitos: “Hijo, yo quiero en la vida que seas útil a la humanidad aportándole tu mucho o poco conocimiento en la música, pero siempre darlo con amor. Somos criaturas que siempre tenemos poco o mucho, pero con algo que dar”.
Adaptado de la revista electrónica La manta y la raya, marzo de 2017: http://www.lamantaylaraya.org/?m=201703