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¿PROTEGE MERCANTILIZAR EL PATRIMONIO CULTURAL INMATERIAL?

Georgina Flores Mercado

Resulta preocupante que la Comisión Mexicana de Cooperación con la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (CONALMEX y UNESCO respectivamente) haya otorgado recientemente la carta que respalda el registro de la candidatura de la ciudad de Morelia para obtener el título de Ciudad Creativa con el tema Musical ante la UNESCO. Es por todas y todos sabido, que el Gobierno de Michoacán, y sus instituciones, incumplen con lo establecido y firmado en otras Convenciones internacionales como la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial (Convención 2003); vivo ejemplo de ello es el de la pirekua, canto tradicional de los p’urhépecha, que a seis años de haber sido declarada patrimonio de la humanidad no contó con la consulta previa, libre e informada de las comunidades –consulta obligada por la Constitución Mexicana y acuerdos internacionales como el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo– ni con un Plan de Salvaguarda elaborado de manera participativa, incluyente y sin fines de mercantilización turística. Del mismo modo, las comunidades tampoco fueron consultadas para la declaratoria de la cocina tradicional.

En diciembre, el Estado mexicano deberá presentar su informe periódico ante la UNESCO, sobre las ocho manifestaciones declaradas Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. ¿Qué presentarán las instituciones de los distintos niveles sobre la pirekua? ¿De qué manera se simulará el incumplimiento de la Convención? ¿El informe será aceptado otra vez por la UNESCO como lo hizo con el enviado en 2012? La UNESCO nos debe muchas respuestas.

Estas distinciones internacionales han beneficiado poco o nada a las comunidades p’urhépecha, legítimas dueñas de los saberes, conocimientos y cultura declaradas patrimonio de la humanidad. Empresas, negocios turísticos, revistas de difusión turística (como México Desconocido) han lucrado con estas distinciones patrimoniales. Esta situación no sólo sucede con la declaratoria de la pirekua. Un caso emblemático sobre la explotación comercial del patrimonio cultural inmaterial del pueblo es la cervecera Cuauhtémoc Moctezuma, que para promover su cerveza “Indio” utiliza la imagen de un volador totonaco en descenso, publicitada a lo largo y ancho del estado de Veracruz en grandes espectaculares. El Consejo de Voladores, inconforme con lo sucedido, manifestó su desacuerdo ante la empresa e interpuso quejas ante el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación y la Dirección de Patrimonio Mundial del INAH. Los representantes de la empresa holgadamente afirmaron que no se trataba de un volador sino de “una representación de diversos elementos distintivos de la Ciudad de Papantla, Veracruz, no constituyendo así una réplica de los Voladores de Papantla” (2 de marzo del 2017).

Todas estas situaciones son bien conocidas tanto por el director de la Dirección de Patrimonio Mundial del INAH, Francisco López Morales y su responsable del área del Patrimonio Inmaterial, Edaly Quiroz, funcionarios que siguen enfocando sus esfuerzos institucionales para lograr nombramientos a nivel internacional -aunque en lo local se generen conflictos y las instituciones estatales incumplan con lo convenido- con la finalidad de continuar vendiendo turísticamente al país, enriquecer a los empresarios, y de paso asegurar su puesto burocrático.

Ante la puesta en venta de todo lo que tenemos en México –nuestro patrimonio, nuestra cultura y nuestras identidades– es urgente imaginar y pensar que otras formas de salvaguardar nuestro patrimonio son posibles.

 

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| La autora pertenece al Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM

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