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ÚLTIMO ADIÓS A EVA CASTAÑEDA

Ramón Vera Herrera

Morelia, Michoacán, 26 de junio

Desde las 9 de la mañana se comenzaron a mover las combis urbanas transportando fraternalmente a los integrantes de la Unión de Comuneros Emiliano Zapata (UCEZ) y a las banditas de las Casas de Estudiantes que aunque datan de 1915 fueron un proyecto del que eran muy cercanos Eva Castañeda y Efrén Capiz, legendarios líderes p'urhépechas, abogados agraristas y maestros de muchas generaciones.

El destino era la Preparatoria 1, en plena avenida Madero en el centro de Morelia, para el homenaje que le harían a Evita “Capiz”, de cuerpo presente en su féretro de madera, en pleno Colegio de San Nicolás, el original, hoy reconvertido en preparatoria.

Toda la noche la velaron en el local de la UCEZ, y con ella presente habían comentado y rediscutido el posible corte de caja de todos los asuntos agrarios a los que es necesario darles continuidad; los presos en las cárceles; los nuevos embates del gobierno dividiendo con dinero y programas a las comunidades; el corazón de la propuesta del Concejo Indígena y su vocera; el desgaste propio de los años de organización de las Casas de Estudiantes, y los modos de revivirla. Como quien dice le reportaban a la licenciada todo lo que quedaba por hacer.

Para algunos el homenaje en el Nicolaíta fue deslucido y hasta aprovechado por las autoridades. Para otros más, fue la oportunidad de reunir a Eva Castañeda Cortés con el recinto donde se formó, y juntar a su gente cercana en un momento de intimidad pública. Pero hay quienes, tal vez con razón, querían una movilización masiva como las que inundaron las calles de Morelia, Uruapan, Pátzcuaro y otros muchos sitios más de la Meseta en los años ochenta.

Lo importante es que su hijo Efrén, notable músico y exponente de una interesante propuesta de jazz p'urhépecha, pudo hablar a nombre de sus seres queridos: “A nombre de mi familia este 26 de junio agradezco que mi mamá haya podido venir a despedirse de lo que fuera su casa, su Alma Mater, la casa de Hidalgo. Mujer desprendida, activa, comprometida con la lucha por los más desprotegidos. Yo agradezco a quienes hicieron posible este breve acto, permitiendo que se despida antes de arribar a su última morada, ella que perteneció a la Generación llamada Lázaro Cárdenas”.

Hablaron la gente y las autoridades de la Prepa. Pese a la brevedad, los redobles y los metales de una pequeña banda de viento, en saludo marcial, remataron el final de la ceremonia y de ahí todo mundo salió y subió a las combis rumbo al panteón municipal.

 


Había nacido un 20 de noviembre de 1929 en Undameo y como litigante primero por su cuenta y luego junto a su omnipresente esposo, al que conoció en 1950, defendieron las tierras de infinidad de comunidades y ejidos, desbrozando las marañas y las triquiñuelas legales de los magistrados y los ingenieros deslindadores. Si tuviéramos que señalar dos figuras que representan la lucha social, campesina, agrarista y finalmente indígena en Michoacán, no habría duda que todo mundo los tiene como referente a ellos.

Efrén Capiz se le adelantó por 11 años pues murió en 2006, pero para la gente siempre siguieron juntos, casi que hasta ahora, cuando los síntomas de ese amor mundano que dio tanta luz al mundo terminan por irse al morir la licenciada Eva. Pero una luz tan grande no deja de brillar aunque así lo parezca.

El cortejo penetró el Panteón Civil donde como paradoja extraña se lee en el frontispicio de la entrada: “Postraos, aquí la eternidad empieza, y es polvo aquí la mundanal grandeza”, frase que, como dice Raymundo Ortiz, parece surgida del anarquismo, para plasmarse en pleno recinto de lo sagrado.

Al llegar a donde iba a reposar junto con su esposo de toda la vida, la gente comenzó a despedirse por turnos, compartiendo reflexiones y su palabra emocionada, entristecida, hasta enrabiada por la muerte de doña Evita.

 

 

Comenzó a llover, y salieron ponchos, sarapes, mangas, paraguas y hasta toallas, pero la gente no se movió. Los oradores del momento casi no se distinguían salvo por su palabra. Uno de los primeros dijo: “estos señores, pareciera que ya se fueron, pero su sabiduría aquí anda”, y los que siguieron no dejaron de hacer alusión a ambos, como si se estuvieran yendo las últimas manifestaciones de lo que en vida de ambos fue una pareja con su cada quién, pero con una fuerza tremenda actuando en la complicidad que llegaron a desarrollar.

Otro de los compañeros de la UCEZ dijo de los Capiz: “Cuando caímos presos, nos alegraba el alma verlos desde las celdas de ambos lados de un pasillo largo caminando por en medio como leones, bien enojados, figurando cómo nos sacaban, cómo nos defendían de los torturadores”.

De entre la gente que hablaba bajito y a la vez escuchaba a quien se dirige a todos, alguien comentó: “Uuuh, yo creo que ya también está sesionando el CNI en el cielo, tantos que se nos han ido. Nomás de Michoacán, Noé Torres, don Juan Chávez, don Efrén, Federico Ortiz y doña Evita, don Trino, Pedro Leyva y por lo menos otros 30 compañeros de Ostula, más muchos otros del CNI de otras regiones, que también andan allá arriba. A ver si no le van armando una asamblea a Dios, para que se eduque”.

La lluvia se quitaba y volvía a caer, cada vez más chipi-chipi y menos aguacero. Salía el sol. Verónica Bedoya, la muchacha que durante años les llevó la talacha a la pareja, insistió en la necesidad de continuar y revivir en la acción el espíritu de lucha de Evita y Efrén, doña y don, de quienes no hay quien no hable bien. Tanto cariño y respeto convocaron y convocan pese a lo estrictos y definidos que fueron.

Otro compañero comentó: “De donde yo vengo de la Meseta no decimos que estamos sepultando a una persona sino que vinimos a sembrarla. Hoy estamos sembrando a Doña Evita Capiz, como mucha gente la conoce. Doña Eva Castañeda Cortés, que será una semilla para que florezca y dé frutos nuestro futuro común”.

Siguió la fila de personas que querían despedir a Evita, unos pidiendo por su descanso, otros celebrando su vida de lucha y resistencia, su actitud combativa, su incansable presencia como mamá de todas y todos. Hablaron de los regaños y las zozobras, al estar en el centro de tantos conflictos, pero también de los cuidados con tantos casos por resolver, sin testerear siquiera, haciendo de comer, organizando reuniones, movilización, tomas de tierra, recursos legales.

Alguien recordó la tarde en que tocando pirecuas en la guitarra don Juan Chávez (otro de los queridísimos sabios que perfilaron el resurgimiento del pueblo p'urhépecha que hoy florece en Cherán), bailaron muy coordinados doña Evita y don Efrén.

Estaban también varios estudiantes de las Casas del Estudiante. Y uno de ellos, visiblemente emocionado, dijo: “No puedo dejar de decir que para mí fue un gran regalo haber podido convivir con ella, con ellos, y doña Evita siempre nos dijo, y nos lo remachó cada vez que tenía oportunidad, que no tuviéramos miedo de hablar: nunca tengan miedo de hablar, de expresar lo que les pase”.

Así, entre presencias, con nuestra memoria invadida por nuestros muertos que nos viven, todos los huérfanos nos fuimos reconociendo, y conversamos alegres en corrillos chiquitos, en el rayito de sol. Y como si John Berger nos hubiera soplado una de sus últimas frases, “nos guiñamos el ojo, unos huérfanos con otros”. Y eso es tanto, que da para salvar el día y enfrentar el mañana y el camino de regreso a nuestros asuntos, con plena confianza en ese nosotros que siempre será verdad fundamental del CNI.

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