LOS AGRAVIOS DE LA EXTRACCIÓN MINERAL
Francisco López Bárcenas:
La vida o el mineral. Los cuatro ciclos del despojo en México.
Akal/Inter Pares, México, 2017. 347 pp.
Uno de los temas centrales de nuestro tiempo, y lo seguirá siendo hasta que los polos se derritan, es la expansión minera y la creciente agresividad de sus métodos extractivos. Francisco López Bárcenas vuelve pues al asunto. Ya le ha dedicado otros trabajos, como el manual El mineral o la vida. La legislación minera en México (2011), elaborado con Mayra Montserrat Eslava Galicia, un llamado de alerta para las comunidades ya afectadas, o que lo serían de manera inminente por la embestida de nuevas empresas trasnacionales y nuevas leyes nacionales, insuficientes cuando no lesivas para los derechos de campesinos y pueblos indígenas.
López Bárcenas pone en claro que la minería es “una industria floreciente” en el país. “Su incidencia en la economía comenzó a tener importancia en la década de los 90, después de la reforma al artículo 27 constitucional y la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC)”. La nefanda Ley Minera actual fue expedida en septiembre de 1992, ocho meses después de que el gobierno salinista y su Congreso reformaran las leyes agrarias. El autor nos recuerda que la minera canadiense Gold Corp reconoció entonces que esto “cambió drásticamente la orientación nacionalista de la anterior, con lo que propició la entrada de capital extranjero” y liberó los controles sobre las concesiones, “dejando sin reglamentar el tamaño de las superficies concesionadas, lo mismo que declarar el mineral que se busca, por lo que se puede apropiar cualquiera que se encuentre”.
El círculo en torno a la minería mexicana se cerró con la entrada en vigor del TLC en 1994. Además, “el Estado renunciaba a su derecho soberano de someter a juicios a las trasnacionales si no se ajustaban a las normas aprobadas al interior de Estado mexicano”.
La vida o el mineral aporta gran cantidad de información precisa, una bibliografía amplia y sobre todo un análisis crítico destinado a servir como referencia para los movimientos en defensa de la tierra y el medio ambiente, y de manera muy señalada para los pueblos indígenas, que son el primer blanco de la expansión salvaje de la explotación (literal) de tierras y aguas para la extracción de “cualquier” mineral que haya.
El primer ciclo de despojo minero comenzó “con la invasión española a tierras de Anáhuac”, la fiebre del oro de los colonizadores, el trabajo esclavizante y las primeras rebeliones indígenas en el siglo XVI contra los ocupadores, torturadores y explotadores hispanos. La consumación de la Independencia cierra este ciclo y da pie al nuevo esquema, con mineras británicas y pronto de otros orígenes. Este ciclo alcanza un clímax durante el porfiriato; para 1908 operaban aquí 1,030 compañías mineras, la mayor parte (840) estadunidenses. La Revolución no alteró este escenario.
Sería tras la lucha armada que las leyes cambiarían a fondo. En 1919 comienzan importantes cambios de orden fiscal, que para el fin del gobierno de Álvaro Obregón se encuentra con un situación internacional favorable y suben los impuestos. Hubo nuevas Leyes Mineras en 1926 y 1930, mientras se ahondaba el legado posrevolucionario. En este tercer ciclo la minería se mexicaniza (dando pie a grandes fortunas familiares, como los Bailleres de Peñoles y los Slim de Carso, que a la fecha llenan las páginas de Forbes y de sociales) y en parte se estatiza; a la vez surge un sindicalismo fuerte y los trabajadores conquistan nuevas leyes que cuidan sus derechos.
El cuarto ciclo inicia de 1982 a 1988, y se agudiza hacia 1996 cuando el Estado abandona su participación en la industria y la vende a los millonarios que prohijó el salinismo. Arranca la contrarrevolución neoliberal que castiga los derechos laborales, facilita el despojo territorial antes limitado por las leyes agrarias, abre las puertas a la voracidad minera extranjera y desmonta la legislación que protegía a las comunidades y garantizaba que buena parte de las ganancias se quedaran en el país. Hoy los megaproyectos mandan, la extracción a cielo abierto se generaliza como peste negra y propicia nuevas luchas de resistencia y oposición a este arrasamiento, al grado de constituir una trinchera clave para, literalmente, salvar la vida de los pueblos indígenas y campesinos.