POR LOS CAMINOS DEL PEYOTE. SEGÚN LOS WASHOE DEL OESTE / 248
LA PLANTITA
Esta planta aquí... este peyote... esta cosita verde crece en el desierto donde no hay agua. Pero crece con mucha agua en su interior. Cuando te la comes no tienes sed. Te llena. No te da hambre.
Todo lo que hay en el mundo está allí dentro. Cuando miro esta bonita planta de peyote, en mi mente hay plegarias. No puedo pensar nada malo. Te muestra todo lo que hay por ver, toda la gente del mundo, lo diferente, todos los lugares. Te enseña todo del cielo, todo de aquí bajo la tierra.
Con esta plantita escuchas cantar a los indios del mundo entero. Escuchas sus canciones, y ellos te escuchan. Le da a tus ojos unos como rayos equis para que penetres al interior de las cosas. Puedes ver adentro de una persona y saber si está sana o enferma. Hace tu cabeza como un telegrama, puedes mandar tus pensamientos lejos a otra persona y ella te puede mandar mensajes también. Funciona como la electricidad. Por eso cuando alguien trae la Medicina adentro o cuando hay un Encuentro en curso en alguna parte, esa persona lo siente y lo sabe, aunque los otros estén a treinta o más kilómetros. Escucha las canciones y los pensamientos de esa gente.
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Hay blancos que tratan de hacer leyes contra la plantita. Al hacerlo atentan contra sus propias vidas. No comprenden la planta, así que no quieren que nadie la posea. Pero no pueden detenerla. Crece donde el Creador la puso. Crece en sus propios Jardines a lo largo de Texas, Arizona y por todo México. Existen millones de plantitas. Cada una entona las canciones que el Creador le dio. Cualquier indio bien parado puede escucharlas si sale a cazar la Medicina. Es la música que el Creador puso en esta Tierra para que la mente de los humanos esté clara. Sirve para la salud y para la felicidad.
Los indios de antes no tenían libros como la Biblia. No tenían escritura ni libros como el hombre blanco para leer lo que deben creer. Los indios sólo piensan y cuentan lo que creen. Para nosotros el peyote es como la Biblia. Es nuestra Biblia. Cuando estoy con esta planta es como un libro, como si pasara las páginas de un libro. Quiero saber algo y puedo leerlo aquí o allá. Si quiero saber algo más, digo: “¿Qué significa esta cosa?” Y allí está. Todo está allí. Así pasa con el peyote. Por eso pienso que los blancos tienen una clase de libro, y nosotros otra.
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LAS CANCIONES (Fragmentos)
Tu manera de cantar dice mucho de quién eres. Si cantas bien, podrás ayudar a la gente. Si tu canto les llega a los demás es que la Medicina está actuando. La canción no es un juego. Viene de la mente. Si tus pensamientos son buenos esa canción te brota del cuerpo clara y fuerte. Es como rezar, como el humo del cedro. El tambor y las maracas llevan las canciones a todo lo que existe. La canción penetra en las cosas y la gente, las pone bien. Su vibración cambia lo que te rodea para que se conecte contigo como si oraras, igual que cuando las plumas de tu abanico están impregnadas de humo de cedro, tú meneas el buen humo sobre una persona y ésta se siente limpia.
El del tambor es tu principal asistente. Si va muy rápido o despacio te puede estropear la canción. Su manera de tocar te permite saber de la persona, si es tu amigo y si está bien de la cabeza. Lo mejor para tus canciones es que cuentes con un viejo conocido en quien puedes confiar. El percusionista se supone que debe seguirte, pero también te lleva.
Tu cascabel es tan importante como los tambores. Necesitas guajes que vayan con el tono de tu voz. A cada individuo le toca averiguarlo. Necesitas probar muchos guajes antes de que encuentres el adecuado.
Ignoro el significado de mis canciones. No trato de interpretar a qué se refieren. Muchas de las canciones viejas de los indios son así. Sólo trato de cantarlas bien. Sólo conozco mis propios sentimientos. Nada más las entono, las canciones sacan de mí mis pensamientos. Algunas suenan alegres. Otra tienen sonidos tristes. Pero eso es sólo la manera en que tú te sientes al cantarlas. Sabes lo que son. No necesitas explicar nada. Tú sabes cuando la canción es buena.
Pongo atención a la forma en que canta cada persona. Así sé todo acerca del que canta. Cuando lo hago yo, cada canción forma parte de mí. No puede ser mejor que yo. Así que cuando canto, no es como en el radio o para pasar el rato. Trato de levantarme lo mejor que puedo. No canto solamente, estoy viajando. Cuando canto estoy orando en el Tipi y entonces recorro el Camino.
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DOS INDIOS NEGROS
Unos indios de Oklahoma realizaban un Encuentro. En cuanto comenzaron, dos negros se metieron al Tipi y dijeron que querían danzar y rezar con la gente. Sus ropas estaban todas rotas y parchadas. Cada uno cargaba una petaca chica amarrada con nudos y sellada con cinta adhesiva. Se veían de a tiro pobres que no tuvieran nada.
Los indios los dejaron pasar y los admitieron en el Encuentro. Para sus adentros se burlaban diciendo “¿qué clase de indios son éstos?... nunca vimos alguien así en nuestros Encuentros de peyote”. Pero habían oído que existía una Iglesia del Peyote para negros en alguna parte. Así que esperaron a ver qué pasaba.
Cuando les llegó su turno para cantar, abrieron sus petacas viejas y la gente se sorprendió de ver qué abanicos tan más finos traían, con plumas especiales, y sus bastones y maracas los adornaban con cuentas muy bonitas. Entonces, uno se puso cantar mientras su amigo tocaba el tambor con la petaca.
La gente no supo qué pensar. Cantaban muy diferente. Canciones de indios como nunca antes las habían oído. El cantante las hacía de una manera muy difícil y nadie las reconocía. El del tambor movía la petaca con soltura. A veces le daba la vuelta en el aire, la hacía girar y la cachaba sin perder el hilo de la canción.
La gente quedó contenta. Les dijeron a esos hombres que podían volver cuando quisieran a los Encuentros.
Más tarde los indios comentaban entre ellos: “Esos que vimos hoy son otra clase de indios”. De los que cuando se ponen en aprender algo, de veras lo hacen, pueden llegar a hacer lo que sea mejor que nadie.
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Relatos de los seguidores del Camino del Tipi recogidos por Warren L. d’Azevedo hacia 1955 en California y Nevada, entre washoe miembros de la Native American Church, también llamada Iglesia del Peyote, una construcción sincrética en torno al cacto sagrado que data del siglo XIX y tiene practicantes en diversas tribus de Estados Unidos. Los relatos fueron publicados por primera ocasión en 1978. Una edición más completa del libro Straight with the Medicine apareció en 2006 (Heyday Books, Berkeley).
Traducción del inglés: Hermann Bellinghausen.