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LA FIRMA NO ES LA QUE LUCHA

Delia Peralta

 

La firma no es la que lucha, no es la que nos va a organizar, somos nosotras y nosotros las que tenemos que escucharnos, conocernos, y de ahí, al sentirnos como estamos, de ahí puede partir nuestro pensamiento de cómo organizarnos más mejor y qué camino seguir”, señaló el subcomandante Moisés, vocero y jefe militar zapatista, durante el 24 aniversario del levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), en respuesta al proceso de registro de la candidatura presidencial independiente del Concejo Indígena de Gobierno (CIG) y su vocera María de Jesús Patricio.

La propuesta de los pueblos indios ya está fuera y convive con los que caminan sobre la tierra y el pavimento, busca apoyo no sólo para sostenerse, sino para llegar más lejos. Debe hacerse visible, convocar las miradas de México y el mundo hacia los indígenas, los campesinos, los migrantes, las mujeres, los obreros, todos los de abajo que piden a gritos un cambio, y para ello propuso los reflectores del proceso electoral y a Marichuy, mujer, indígena, luchadora como su vocera, quien, para alcanzar la candidatura a la presidencia del 2018, necesita firmas, muchas, 866 mil 593 al menos, y hasta el primero de enero contaba con 120 mil 144, según los datos del Instituto Nacional Electoral (INE).

¿Que son pocas? Qué más da. Se están haciendo ver, a ellos y sus contextos, las matanzas, los azotes y a lo que los orillaron. Ya resuenan en las escuelas y en los mercados, ya se imprimen en los medios no como los “pobres indios”, sino como los que llaman a la organización, como los que resisten y van por el respeto y la autonomía. Porque, como dijo el Subcomandante Moisés en la comunidad zapatista de Oventik: “Nadie va luchar por nosotras y nosotros, nadie absolutamente nadie, más que nosotras y nosotros mismos. Despertemos a los otros pueblos explotados y despertemos también a los que dicen que tienen estudio”.

El vigésimo cuarto aniversario del levantamiento fue el marco para que el EZLN redoblara su apoyo al CNI, al CGI y a su vocera y apuntalara los siguientes pasos. “Los apoyamos sin dejar de ser lo que somos”, dijo Moisés. “Y no nos da pena ni vergüenza apoyarlos. Porque lo sabemos bien que no están buscando el poder o tener cargo, sino que su trabajo es llevar el mensaje de que hay que organizarse para la vida. Así de claro”.

Los verdaderos “apoyos”, como les dice el INE a las firmas, para Marichuy y el CIG no son los registros de las credenciales de elector. Ésos son sólo la forma, el fondo es otro. Las firmas no son para organizarse contra un Ayotzinapa, un Acteal, un Atenco, un Xochicuautla, una lucha yaqui, un movimiento mixe o una lucha estudiantil. No por la candidatura, no por la silla presidencial. Van por visibilizar y extender la organización. Por eso, demandan los zapatistas, “organicémonos para que pueda dar su gira en el país la compañera Marichuy y su Concejo Indígena de Gobierno, aunque no alcance las firmas para candidata”.

¿Y que por qué? Porque al igual, o más que hace 24 años, los abusos contra los pueblos continúan, siguen el despojo, las invasiones, la imposición de proyectos, la destrucción de los recursos naturales, los asesinatos a campesinos, defensores, activistas y periodistas, las desapariciones, las detenciones arbitrarias, la pobreza, el desplazamiento forzado, la discriminación. Y se ve que crece y crece, con sólo algunos focos de resistencia que pudieron pararlos, pero hacen falta más, hacen falta todos.


Con su aniversario, el Ejército Zapatista recordó por qué se levantó en armas.
“El 1 de enero de 1994 dijimos ¡Ya Basta! de vivir con tantas injusticias y muerte, y así dimos a conocer al pueblo de México y al mundo nuestras demandas de Democracia, Libertad y Justicia para todos, que lo dijimos en nuestras demandas de tierra, trabajo, vivienda digna, alimentación, salud, educación, independencia, democracia, libertad, justicia y paz”.

Las comunidades zapatistas sirven de ejemplo, paradigmas para los que no quieren “ni amo, ni patrón, ni capataz, ni líder, ni dirigente, ni vanguardia”, sino un colectivo que opine, que discuta y que acuerde, y que “si sale bien, es de colectivo” y que “si sale mal, es de colectivo”. Quieren demostrar que los pueblos originarios “tenemos la facultad y la capacidad de gobernarnos solos, no necesitamos la intervención de ningún partido político que sólo engaña, promete y divide a nuestros pueblos”.

“Reconocemos que todavía nos falta mucho por hacer, hace falta organizarnos más como pueblos, todavía tenemos muchas dificultades para desarrollar bien nuestras diferentes áreas de trabajo, también fallamos y cometemos errores como todo ser humano, pero nos corregimos y seguimos adelante”, dijo Moisés en el primer amanecer del 2018. Y recapituló lo aprendido: “Durante estos 24 años hemos venido construyendo nuestra autonomía, desarrollando nuestras diferentes áreas de trabajo, consolidando nuestras tres instancias de gobierno autónomo, formalizando nuestros propios sistemas de salud y educación, creando y fortaleciendo nuestros trabajos colectivos, y en todo estos espacios de autonomía es donde cuenta la participación de todos y todas mujeres, hombres, jóvenes y niñ@s”.

Apenas comienza el año y el panorama pinta para más. Más represión y control, aunque le llamen Ley de Seguridad Interior, que no es otra cosa que “la militarización de nuestras calles, nuestros caminos y nuestros pueblos en todo el país. Y todavía nos hacen creer que es para combatir al crimen organizado cuando en realidad la idea que tienen es para mantenernos controlados, callados, divididos, amenazados, con más violencia e impunidad hacia los pueblos”.

Más proyectos, más violencia, más campañas, más promesas, más mentiras. Por eso “no es el momento de echarnos para atrás, de desanimarnos o de cansarnos, debemos de estar más firmes en nuestra lucha, mantener firmes nuestras palabras”, aseguró Moisés, que le apuesta a la perseverancia, “a no rendirse, no venderse y no claudicarse”.

La propuesta indígena y los 24 años del levantamiento armado del EZLN demuestran cuán vivos están los pueblos de México que rechazan conformarse con las “migajas y limosnas” del gobierno y que se mantienen frente a las amenazas en forma de ejércitos, policías, paramilitares y otros grupos armados, dirigidos a “acabar nuestra lucha, nuestra resistencia y rebeldía con una guerra económica, política, ideológica, social y cultural”.

El camino se mira largo porque “el mal gobierno, los vanguardistas paramilitares y los ricos nunca nos van a dejar vivir en paz, buscarán mil formas para destruir y acabar la organización y las luchas del pueblo”. Pero a pesar de todo, se trata de andar ese camino juntos.

 

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| Delia Peralta Muñoz es estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

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