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UNA EXPERIENCIA PRÁCTICA EN LA SIERRA HUICHOLA. LOS SABERES IDA Y VUELTA

José Godoy y Evangelina Robles

En el trabajo en la sierra Huichola desarrollamos una “metodología” de trabajo que denominamos metodología del sujeto. También la llegamos a llamar free-jazz, pues se basaba en un diálogo permanente. Cuestionaba frontalmente la dinámica que imponía la metodología oficial de los proyectos (por así llamarla) sobre el sujeto que negaba siempre el objeto o contexto de la realidad social, ambiental, técnica, cultural, espiritual, y discriminaba las grandes capacidades del pueblo huichol para autogestionar su territorio.

Trabajar de este modo derivó en un reconocimiento propio y en un crecimiento generalizado de sus capacidades técnicas (geográficas, legales, ecológicas), económicas y organizativas. Las asambleas crecieron en presencia un mil por ciento al comenzar a solucionar una amplia gama de problemáticas internas y externas para la “reconstitución integral de su territorio”, recuperando y ocupando efectivamente 60 mil hectáreas en 300 juicios, haciendo un trabajo de vinculación “igualitaria” con profesionistas de todas las ramas del conocimiento y otros pueblos.

Todo con la convicción de que, antes que otros, cada quien es protagonista de su propia realidad.

Una reconstitución territorial sería imposible sin el conocimiento histórico, jurídico, geográfico, ambiental del ámbito común, por parte de las comunidades y sus autoridades tradicionales. Esto no se reconoce fácilmente aunque es obvio. Encontramos en las prácticas narrativas una herramienta para poner en interlocución nuestros paradigmas y reconocer la historia que nos llevara a la práctica de colaborar.

Fue importante hacer el esfuerzo práctico de reconocer diferentes epistemologías (principios, fundamentos y métodos del conocimiento humano, rural, urbano, infantil, indígena). Preguntarnos qué se conoce, cómo se conoce y cuál es el universo a conocer. Cuál es la experiencia de vida que define nuestra relación con lo que se conoce. Cómo es la formación de individuos capaces de elaborar conocimiento y saberes colectivamente y desde diferentes fuentes. Cómo enfrentamos el racismo, la marginación y el desprecio que afectan en la percepción y validez que otorgamos a una aportación cognitiva. ¿Cuándo “suponemos” que el otro no sabe?

Como reto a los “manejadores y ordenadores territoriales” les pedíamos que intentaran comprender la concepción del suelo y el ciclo del agua de los wixaritari, lo cual implicaba poner en juego capacidades técnicas y paradigmas científicos y éticos, pues tal concepción encerraba conocimientos técnicos ancestrales y la garantía de su prevalencia como pueblo.

Las ciencias y saberes “aislados” que generan una “solución” en su laboratorio sin voltear a ver el contexto en el que se desarrollará su Frankenstein deberían pasar por un filtro multidisciplinario que revisara los límites de las soluciones aisladas. Ejemplos de esta situación hay miles en la industria. Pero la solución a un problema provocado por la técnica demanda una complejidad y una integralidad de saberes y conocimientos que exigen grandes esfuerzos transdisciplinarios y colaborativos.

Es mucho más probable que sea el saber ambiental popular el que nos saque del atolladero o de la crisis ambiental global que la suma de políticas y programas o “falsas soluciones” a esta crisis.

Arribar a valores y principios que implican nuevas formas de diálogo, investigación y práctica son un asunto de supervivencia. En el ámbito alimentario y ambiental el saber indígena, campesino y popular sobre el agua, el viento, el suelo, los bosques y las selvas es el que puede, región por región, alimentar a los habitantes del planeta, limpiarlo y ofrecer calidad de vida, orientando la investigación y la praxis científica y técnica hacia verdaderas soluciones prácticas que, de forma colaborativa, alcancen a ver y prever sus limitantes y sus límites.

Tenemos que pensar con responsabilidad la capacidad de responder a quién puede reparar o dar mantenimiento a la herramienta generada. Sea ésta producto de la ingeniería, el derecho, etcétera. Qué implicaciones o problemas propicia una innovación o propuesta técnica-científica. Qué disciplinas tendrán que conjuntarse para resolverla.

Un reto es arribar, cada vez más, a la creación transdisciplinaria, dialógica y colaborativa. Que se refleje en el reforzamiento del sujeto, como individuo con capacidad de proyecto, y en el objeto, como contexto donde se resuelve colectivamente la crisis de la existencia del sujeto individuo y colectivo.

 

Encontramos en la asamblea indígena el espacio de diálogo, definición de problemas y búsqueda de soluciones en un contexto de intercambio de saberes igualitario donde la palabra de todos no sólo es necesaria sino indispensable en el desarrollo de las actividades humanas. Es la experiencia más amplia que hemos conocido del diálogo multitudinario y la construcción colectiva del saber. Es en la asamblea (wixárika) donde hemos conocido y comprendido la creación, identificación de prioridades y análisis de contextos más creativa, de la cual se desprende la práctica comunitaria.

La experiencia en la sierra Huichol era de ida y vuelta: los teiwaris (mestizos) se preguntaban ¿cómo pueden vivir así los wixaritari?, mientras los wixaritari se preguntaban ¿cómo pueden vivir así los teiwaris? Eso nos llevó a pensar que lo que pasa en un territorio se gestiona fundamentalmente al modo y con el saber y la sabiduría del pueblo involucrado con ese ámbito.

La perspectiva transdisciplinaria y colaborativa también nos propicia la amistad. La necesidad de enamorarse de la disciplina, el saber y la práctica del “otro”. No son precisamente las metodologías, modelos y conceptos sino los valores y capacidades generadas lo que genera los resultados de este tipo de investigación. Es otra “estética cognitiva” de las emociones la que plantea relaciones horizontales en la búsqueda de información y supuestos, así como el desarrollo de sus argumentos. La imaginación es ilimitada (sobre todo cuando se jugó mucho de pequeño) y nos facilita crear y creer en mundos y formas diferentes. Propicia nuestra libertad y hace florecer la sabiduría popular.

 

Visto desde fuera, la ciencia “dura”, “formal”, reprime la subjetividad a tal grado que tiene más claro “lo que no me toca” que “lo que me toca”. El discurso que conlleva esa represión puede manifestar una negación de las consecuencias o alteridades de la estricta percepción científica.

En nuestra práctica también han sido importantes los talleres de saberes y geopolítica. La construcción colectiva de mapas locales o regionales, en el contexto global para enfocar mejor las decisiones y prácticas en torno a, por ejemplo, la defensa ambiental contra represas, transnacionales agroalimentarias, mineras o industrias propicia la construcción de alternativas agroecológicas, cooperativas. Es importante definir o explorar los límites de la perspectiva monodisciplinar para el objeto de estudio e iniciar una crítica que justifique alternativas.

Es también crucial describir las limitaciones, obstáculos, contradicciones y marginaciones generadas por el Estado que trasgreden las relaciones reales entre individuos (y propician la deshabilitación de los sujetos) para influir en su entorno imponiendo falacias que suponen desconocimiento por falta de pericia, especialización o autoridad. Incluso podría pensarse un indicador para reconocer el nivel de intervención del Estado y las instituciones privadas versus el asunto a estudiar o la gravedad de un problema.

Reconocer quién ejerce o ha sido afectado en su soberanía en un territorio concreto permite establecer un vínculo legítimo con el derecho histórico de los sujetos. Podemos derivar un principio fundamental en la investigación colaborativa: los saberes surgidos de lo social o comunitario son la mejor defensa de la investigación y sus resultados, pues los deja en la comunidad o ámbito social que los vuelve aprovechables y pertinentes, y los sumerge al bagaje de los saberes para todos.

 

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| José Godoy y Evangelina Robles, Colectivo por la Autonomía.

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