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MIGRANTES, VERGÜENZA NACIONAL / 252

México es el país más violento del mundo para los migrantes que lo transitan. Es el dato. El hecho, las decenas de miles de hechos: aquí se trata como basura a nuestros hermanos más próximos, los hondureños, salvadoreños y guatemaltecos que intentan llegar al norte gringo. La política oficial aquí es impedírselos a toda costa. Así, autoridades migratorias, policías de cualquier rango y agencias de justicia los persiguen ilegalmente. Presa fácil de bandas criminales, cárteles de la droga, secuestradores, tratantes de personas y estafadores de toda índole, reciben además una indiferencia cercana al desprecio de la mayoría de la población en las localidades que atraviesan estos viajantes desesperados. El factor que lubrica todo lo anterior es la impunidad absoluta de los perpetradores. La xenofobia y la corrupción se encargan del resto.

En México, “miles de migrantes mueren cruzando el desierto, se ahogan en el río que divide la frontera México-USA o desaparecen en el camino”, sostiene el Movimiento Mesoamericano No Nos Vamos (MM). Las cifras son imprecisas pero “aterradoras”: entre 200 mil y 430 mil “eventos” o intentos de cruzar nuestro país suceden cada año desde 1995. “Los inmigrantes desaparecidos en ruta hacia el norte son los invisibles entre los invisibles”.

Al fines de 2018 se celebrará en México la Cumbre Mundial de madres que buscan a sus hijos desaparecidos en tránsito, como parte del Foro Social Mundial de las Migraciones. El citado MM, que acompaña a las caravanas de familias centroamericanas en busca de su gente devorada por la maldad y víctima del servilismo de nuestros diligentes gobernantes que obedecen al imperio fichando y frenando a los “otros” migrantes, habla de una “cacería sin cuartel”.

“La población centroamericana huye de la violencia del mercado neoliberal que vulneró todos los ámbitos de su vida cotidiana y generalizó el uso de la violencia frente a la mirada de gobiernos omisos y cómplices. Las políticas públicas, las leyes de extranjería y los acuerdos de gestión de migración entre el gobierno estadunidense y el de México” criminalizan la fuga de los migrantes que intentan llegar a Estados Unidos, dice el MM.

Tráfico y trata de personas, prostitución, secuestro a escala industrial, extorsión, mercado de órganos, trabajos forzados en cultivos y trasiego de droga, violaciones, feminicidios, masacres. Al abandono de sus polleros son presa fácil de Zetas o de agentes municipales, estatales, federales y de migración, quienes mediante “compensaciones” regulan el tráfico humano por tierra, mar y aire a través del país, y administran deportaciones, favores y transferencias de mercancía humana.

Nos hacen creer que somos un país de leyes, en cuyo nombre las buenas conciencias se hacen de la vista gorda ante el horror evidente. Las histerias mediáticas de Washington caen en blandito en un país que, si no respeta los derechos de los suyos, ya parece que lo hará con los centroamericanos, nadie entre los Nadie.


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