LA VENADA EN EL ORIGEN / 255 — ojarasca Ojarasca
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LA VENADA EN EL ORIGEN / 255

Héctor Peña

• Cristóbal López Carrera:
El acoso de la sombra o “no se debe cazar por vicio”. Rastreo histórico y cultural del venado en el noreste de México.
Planetaria, 2018, 288 pp.

El acoso de la sombra se basa en un conjunto narrativo de 47 ejemplos o versiones de relatos que se cuentan en los pueblos y rancherías de la región noreste, acerca de un venado que se aparece durante cacerías nocturnas y en lugar de morir o huir cuando le disparan, se acerca a los cazadores y los espanta. La historia tiene variantes y regularmente va acompañada de una advertencia o recuerdo: no se debe cazar por vicio, ni en ciertos parajes, porque se corre el peligro de encontrarse con un ciervo invulnerable.

La repetición de la historia básica, así como las variantes mismas, nos llevan a preguntarnos y reflexionar por qué sobreviven hasta la actualidad estas pláticas y creencias en nuestra área rural, cómo y cuándo se originaron. Es evidente que tuvieron un origen histórico y económico-social relevante, quizás ligadas a ideas y funciones otrora cotidianas de las comunidades. Podemos concluir que el arquetipo de estas pláticas sobre el venado se originó en actividades económicas y rituales realizadas por los habitantes arcaicos del actual noreste de México y sureste de Estados Unidos.

El trabajo etnohistórico de base permite un rastreo de componentes culturales heredados a nuestras comunidades mestizas por los pueblos nómadas cazadoresrecolectores. Esta arqueología cultural en la tradición oral norestense es posible si  tomamos en cuenta que lo que más tarda en cambiar dentro de los procesos históricos son las estructuras mentales: creencias, temores, reflejos, y sobre todo estructuras mentales mágicoreligiosas; éstas suelen sobrevivir por siglos a los cambios históricos y materiales, como guerras, invasiones, cambios en las relaciones de producción y movimientos político-sociales. En el peor de los casos, las costumbres y creencias sufren modificaciones, alteraciones o sincretismos con otras estructuras mentales —diferentes costumbres, diferentes creencias—, pero rara vez desaparecen sin dejar huella. Escribe Jacques Le Goff: “... y entonces, en el corazón mismo de las sociedades industriales, se manifiesta fulgurante lo arcaico cuando se analiza la psicología y la conducta colectivas. Desfase de lo mental que obliga al historiador a hacerse etnólogo. Se trata de algo mental que no se pierde en la noche de los tiempos. Los sistemas mentales pueden fecharse  históricamente aun cuando arrastren consigo restos de arqueocivilizaciones”.

El rastro más antiguo de este complejo pictórico religioso lo tenemos en Asia; en la región de Altai, por ejemplo, las rocas con grabados son comúnmente llamadas “piedras de ciervo” por la recurrencia de su figura. Peter Furst plantea que la  importancia religiosa y simbólica del venado en toda América tiene claras raíces altaico-siberianas. En este mismo sentido, Mircea Eliade asegura que originalmente la bestia de combate de los chamanes era el reno, lo que parece confirmarse por el hecho de que los dibujos rupestres de Saymail Tas, en Kirguisia (Federación Rusa, Asia Central), que datan del segundo y primer milenios antes de nuestra era, representan a chamanes enfrentándose en forma de renos.

Si el venado era parte del mundo de la vida aborigen, se debía brindar un cuidado particular a la conservación del animal como especie y manifestación religiosa. Nuestros pueblos originarios debieron tener, como otros grupos cazadores recolectores, tiempos y sitios de veda que permitían la reproducción del ciervo, su continuidad. Y esto por una cuestión elemental: si la población de la especie disminuía en gran escala, ellos padecerían hambre, necesidades materiales, desasosiego espiritual.

Desde las primeras crónicas y descripciones de la región, el venado y sus partes aparecen descritas con valor ritual, de uso y de cambio. Conforme pasaron los siglos, las danzas y ritos en torno al venado siguieron siendo parte importante de la vida cotidiana de la zona. La caza y la venta de pieles incorporan a los pueblos nómadas a las nuevas relaciones económicas y sociales que se estaban gestando, pasando al ámbito de la economía mercantil y la comunidad sedentaria. Nuestros ancestros del siglo XIX y principios del XX asimilaron bien la lección, porque la caza de animales —sobre todo de venado— siguió siendo una fuente alternativa de alimentos e ingresos en ciertas comunidades al menos hasta la época del desarrollo estabilizador y la industrialización, así como su secuela de migración hacia las urbes hacia mediados del siglo pasado. En efecto, la cultura campesina tradicional resentirá cambios drásticos —económicos, sociales, culturales— durante la  segunda mitad del siglo XX, cuando crezcan las ciudades norteñas o surjan otras, siempre a costa de la destrucción de la naturaleza y sus habitantes.

Algunas crónicas de finales del periodo colonial evidencian la importancia cotidiana y sacra del venado y del peyote, insistiendo en la pervivencia de mitotes relacionados con los ritos y alimentos básicos de los recolectores cazadores. La conexión ritual entre el venado y el peyote, así como el sol y el fuego, es bien conocida entre los grupos históricos y contemporáneos del norte de México. Se hace referencia a una divinidad de la lluvia, las aguas y la fertilidad, y se enlaza la figura del venado no sólo al cactus sagrado sino a dos alimentos esenciales del ciclo de recolección de los nativos: el mezquite y la tuna. Todo esto atravesado por la danza como epicentro de una visión y práctica pre-cristiana. Se muestran y resumen el carácter dual y simbólico del ciervo en tanto que animal sagrado vinculado con la fertilidad —las aguas, la lluvia, la floresta— y/o asimilado a componentes solares —peyote, fuego, sol, crepúsculos, solsticios. La oposición de estos dos conjuntos de atributos se sintetiza en la idea de retorno, renovación cíclica, noción característica del pensamiento mítico.

Como recordaba Alfredo López Austin, “está pariendo una venada” es el dicho obligado, casi inconsciente, que pronunciamos en nuestra tierra de origen, la desértica frontera septentrional de México, cuando llueve con luz solar. López Austin descarta la probable relación entre el dicho del alumbramiento y el nacimiento de un mítico sol-venado. Sin embargo,
con el paso de las centurias, los dichos y los mitos pueden tomar cauces diferentes y los dichos pueden sobrevivir a los mitos vaciando su contenido, olvidando sus lazos originarios. En este orden de ideas es inevitable considerar lo siguiente: el dicho “está pariendo una venada” remite a los atributos primitivos del gamo: el nacimiento y renovación cíclica por medio de las aguas y la luz solar.

Ante el riesgo de algún extravío analítico e interpretativo en pasajes de El acoso de la sombra, podemos considerar que las huellas del venado —pasadas, presentes y futuras— permiten replantear perspectivas históricas y culturales oscurecidas por la ideología del poder económico, la comodidad y la arrogancia intelectual. Las referencias orales y documentales, los datos etnográficos e ideas acerca del ciervo han situado el objetivo de nuestro punto de mira en una realidad que suele ignorarse o pasar desapercibida: la historia de nuestra diversidad cultural. ¿Acaso no es señal de interculturalidad el que pervivan relatos y creencias de herencia arcaica entre habitantes de una región como el noreste de México, cuyas élites y sectores medios celebran ascendencias y afinidades judeo-ibéricas, anglosajonas, católicas, occidentales modernas? ¿No es símbolo de sincretismo y pluralidad cultural el que en la mente y pláticas campiranas los ciervos se transformen en seres humanos o hablen, muestren sentimientos o realicen diversos tipos de gestos?

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