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EL GRAN ROBO DEL AGUA EN TLANIXCO

Gloria Muñoz Ramírez

En Teotenango, muralla donde están los dioses, se lleva a cabo desde finales del siglo pasado uno de los grandes despojos de agua del Valle del Anáhuac: el de los empresarios floricultores de Villa Guerrero contra la comunidad nahua de San Pedro Tlanixco, municipio de Tenango del Valle, Estado de México. Desde ahí, ante la falta del vital líquido para su siembra de riego y las políticas neoliberales impuestas, la población masculina ha tenido que migrar a Estados Unidos en busca de trabajo, mientras que las mujeres se desplazan para trabajar en las ciudades vecinas. Rica en ríos y manantiales, la comunidad no tiene agua ni para uso doméstico, pues casi la totalidad de sus caudales se desvía hacia los invernaderos de los floricultores del municipio vecino de Villa Guerrero.

Cansada del despojo territorial, en 2002 la comunidad interpuso el primer amparo que cuestiona las concesiones otorgadas a los floricultores. Un año después, el primero de abril de 2003, se desató la represión contra su lucha, dejando un saldo de seis indígenas presos condenados a penas de entre 50 y 54 años de cárcel, acusados de matar al líder de los floricultores, Alejandro Isaak Basso, en un proceso jurídico plagado de irregularidades.

Carlos González García, abogado de la comunidad para la recuperación de lo que les pertenece, explica que en abril pasado se inició un nuevo amparo “para que se le respeten los derechos territoriales a la comunidad sobre las aguas que se encuentran dentro de su territorio”. San Pedro Tlanixco originalmente pertenecía a uno de los altepetl (agua y cerro) más importantes del Valle de Toluca. Posteriormente, en los siglos XVI y XVII, obtuvo títulos y mercedes de tierra que le reconocieron más de tres mil hectáreas de tierras comunales. El primer golpe fuerte contra la integridad territorial de la comunidad, señala González García, “fue el hecho de que se le dotó de una superficie de 561 hectáreas pertenecientes a la hacienda de El Veladero y se le agregó sólo una parte de sus tierras comunales y no la totalidad, 2 mil 490, y todo lo convirtieron en ejido”.

En 1999, la Asociación de Usuarios de Riego de Villa Guerrero, representada por el empresario Alejandro Isaak Basso, obtuvo una concesión sobre las aguas superficiales del río Texcaltenco, lo que dejó a la comunidad sin posibilidades de tomar una gota de agua del arroyo. Isaak Basso, el mismo que cayó al barranco y por cuya muerte culpan a los seis ejidatarios, “era un hombre fuertemente ligado al Grupo Atlacomulco y al gobernador del Estado de México, Arturo Montiel”. Se supone que las aguas tienen un uso público, indica González, “pero en 2009 otorgaron a Villa Guerrero una asignación de aguas por un total de un millón 500 y tantos mil metros cúbicos al año de unos manantiales conocidos como La Estrella. Hasta ese momento pensábamos que era concesión, no sabíamos que era una asignación”.

En abril de este año la comunidad interpuso un amparo contra esa asignación de aguas y el convenio de límites, elevado a decreto por la legislatura mexiquense. Lo que esconde la asignación de aguas “es un gran negocio”, advierte González. “Se están llevando mucha más agua de la que les fue asignada y tenemos informes de que la están vendiendo por hora. La ley de aguas nacionales, a partir de 1992, disfraza un mercado de agua y genera el despojo a la comunidad”.

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