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LA “SOLEDAD” DE LOS ZAPATISTAS (EN LA MULTITUD QUE SON) / 261

GLORIA MUÑOZ RAMÍREZ

El subcomandante Moisés se dirigió a las tropas zapatistas y a los pueblos que conforman sus bases de apoyo. Su obligación era ser claro y transmitirles el análisis de la situación que hace el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN): “Es­tamos solos como hace veinticinco años”, sentenció. Decenas, cientos de encuentros en las cinco regiones zapatistas durante 25 años y están o se sienten solos en la multitud que son. No es una declaración cualquiera, tampoco parece un lamento o un reproche: sí el dibujo de un trozo de realidad.

Moisés, alto mando militar zapatista de origen tseltal, vocero insurgente formado por el fallecido subcoman­dante Pedro, explicó que hicieron el trabajo de llamar a la organización de los pueblos, pero reconoció que “nos falta, y por eso estamos diciéndoles claro”. No es una de­claratoria hacia afuera, ni siquiera para las redes de apo­yo reunidas en el Caracol de la comunidad tojolabal de La Realidad, sino un informe interno, el análisis destinado a la multitudinaria milicia y a los pueblos reunidos en el festejo del vigésimo quinto aniversario: “Estamos solos”, insistió.

Ha pasado un mes del inicio del nuevo gobierno fe­deral encabezado por Andrés Manuel López Obrador, y Moisés reparó en que parece “como que no nos escu­chan lo que estamos diciendo a los pobres de México”. Recorrió entonces los 25 años de trabajo interno y de convocatorias externas y reiteró que logros y errores son de ellos, de su trabajo, de nadie más.

El discurso es fuerte y didáctico, como todo en él. Moisés abrió para la organización zapatista la cañada tojolabal de la Selva Lacandona desde mediados de los ochentas, sabe más que nadie lo que es organizar pue­blos, explicarles, llamarlos a la lucha. Y este primero de enero, más de 25 años después, es lo que hace. Apela a la práctica como única herramienta de cambio, no al discurso estéril que remite a teorías. “El pueblo aquí es el que manda, tiene su propia política, tiene su propia ideo­logía, tiene su propia cultura, va creando, va mejorando, va corrigiendo, va imaginando y se va a ir practicando”.

Los zapatistas reconocen el apoyo solidario de perso­nas y colectivos, pero aclaran, “todo el peso lo hemos cargado nosotras, nosotros, porque no es fácil enfrentar a esos partidos políticos, a esos malos gobiernos y hoy al que está actual, tramposo y mañoso”, en referencia a López Obrador, a quien Moisés prefiere no nombrar.

El 9 de febrero de 1995 ingresaron a territorio zapa­tista más de 60 mil efectivos del ejército federal, en lo que representó la ofensiva más cruenta en más de dos décadas de guerra. Esteban Moctezuma Barragán, en ese entonces secretario de Gobernación y actual secretario de Educación, fingió dialogar con los insurrectos cuando Ernesto Zedillo preparaba la incursión militar. Poblados zapatistas fueron saqueados, su ropa quemada sobre los fogones, rotos sus utensilios de labranza y sus molinos de maíz. Desde entonces viven sobre sus caminos decenas de miles de soldados en campamentos y ciudades mili­tares, con la invasión y la amenaza que representan para cientos de comunidades indígenas.

“No es fácil enfrentar veinticinco años aquí a miles de soldados protectores del capitalismo, y aquí están, aquí donde estamos, pasamos en sus narices estos días”, dice Moisés. No es fácil, tampoco, “enfrentar a los paramilita­res, no es fácil enfrentar a los chiquitos líderes que los tie­nen comprados todos los partidos políticos, hoy especial­mente el que está en el poder. Pero no le tenemos miedo. ¿O sí le tenemos miedo, compañeras y compañeros?”.

En repetidas ocasiones el subcomandante Moisés, vocero y mando militar, alude a que no tienen miedo al nuevo gobierno, interpela a las comunidades que lo han sufrido todo, y a los más de cinco mil milicianos forma­dos en la explanada de La Realidad, la comunidad en la que en 2014 los paramilitares asesinaron al maestro Ga­leano, del que posteriormente tomó el nombre el hasta entonces conocido como subcomandante Marcos.

Desde los primeros meses de 1994, luego del le­vantamiento, se organizaron caravanas de solidaridad en la entonces recién abierta zona zapatista. Después, en agosto de ese año, vino el gran evento de masas: la Convención Nacional Democrática (CND), el primero de decenas de esfuerzos para convocar a la sociedad civil a organizarse contra el neoliberalismo. Miles de per­sonas de México y de todo el mundo llegaron a partir de ese momento; se organizaron encuentros dentro y fuera del territorio zapatista, y en no pocas ocasiones ellos y ellas salieron a recorrer el país con el reiterado llamado a los pueblos a organizarse contra el despojo, la explotación y la represión en todo México.

“La gente de afuera va y viene. Nosotros aquí esta­mos, aquí seguimos. Cada vez que vienen, vienen como a turistear, pero la miseria, la desigualdad, la injusticia no se trata de turistearla, el pueblo pobre de México está muriendo y va a seguir muriendo”, analizó el jefe militar que tenía el grado de Mayor en 1994 y hoy es el principal mando de la estructura zapatista.

El mensaje del subcomandante Moisés es una fuerte toma de postura. No está, por lo pronto, convocan­do a encuentros culturales ni científicos, sino a defen­derse del nuevo gobierno federal. “No vamos a permitir que pase aquí ése su proyecto de destrucción, no le tenemos miedo a su Guardia Nacional, que le cambió de nombre para no decir ejército, pero que son los mismos, lo sabemos”, advierte Moisés, al tiempo que cuestiona los rituales de los que se ha valido el presidente para “engañar a los pueblos originarios”.

Este primero de enero, el EZLN descalificó también las consultas presidenciales para imponer proyectos en las regiones indígenas. Lo que realmente se está consultan­do, advirtieron los zapatistas “es a que vengan a enfren­tarnos a nosotros los pueblos originarios y en especial a nosotros, al Ejército Zapatista de Liberación Nacional”. El Tren Maya, una de las prioridades del sexenio, es para ellos “una porquería”, a la que todavía “le pusieron el nom­bre de nuestros anteriores”. Y “no lo aceptamos”.

Durante 25 años el EZLN apeló al diálogo con la so­ciedad civil y con los pueblos indígenas del país, con quienes se comprometió a no luchar con las armas. “He­mos cumplido”, dice Moisés, pero “si nos vienen a pro­vocar, vamos a defendernos. No vamos a permitir que alguien venga a cobijarse en este territorio en rebeldía y en resistencia a venir a hacer sus pendejadas”.

Un gobierno “para ricos y pobres”, un gobierno para todos, reflexiona el subcomandante, es imposible, sen­cillamente porque “no se puede apoyar al que está ex­plotado y al que es explotador, se tiene que escoger una de dos, estás con el explotador o estás con el ex­plotado, pero de dos no se puede”.

Moisés aclara: “No les estamos pidiendo a los herma­nos, a las hermanas de allá afuera, que agarren un arma”. A lo largo de estos 25 años, les recuerda, nada han gana­do a tiros, “sino con resistencia y rebeldía”, pero, llegado el momento, insiste en que los zapatistas se van a defen­der “pase lo que pase, cueste lo que cueste y venga lo que venga”.

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