LA CASA MÈ’PHÀÀ (I) — ojarasca Ojarasca
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LA CASA MÈ’PHÀÀ (I)

HUBERT MATIÚWÀA

Para la cultura mè’phàà la primera casa es la ma­triz, donde la señora àkùùn ñèè nos educa, ali­menta y protege, por eso cuando un niño nace, hay que hacer el ritual de agradecimiento a àkùùn ñèè para evitar enfermedades. Dejar la primera casa para llegar a la casa del mundo, implica atravesar la primera puerta (la vagina de nuestra madre), impli­ca dolor y separación. En el hablar cotidiano se usa la expresión “Nìthán tsíñaa xtá ya’dúu rùdàá rá” (¿Ya te independizaste de tu mamá? ¿Ya dejaste la piel de tu mamá?), cuando alguien decide separarse de la familia nuclear para construir su propia casa.

La casa representa la matriz, razón por la cual antes las casas no tenían ventana y eran redondas. Cuando alguien muere regresa a su primera casa. En la narra­ciones sobre el pueblo de los muertos se dice que “en mùjíín las casas son redondas y de color blanco, no tie­nen ventanas, las calles están empedradas y son angos­tas, los hombres se casan con las perras y las mujeres con los zorros, estos animales son los encargados de reeducar a los que tuvieron mal comportamiento, ahí todos los animales son personas como nosotros, la au­toridad máxima se llama àkùùn, de ahí le siguen el teco­lote, la víbora.”

La casa es una entidad política presente en la vida cotidiana. En la memoria oral hay saberes técnicos que se han ido modificando de acuerdo a las necesidades de cada pueblo. La palabra para casa es gu’wá. En la Montaña de Guerrero existieron diferentes tipos de ca­sas: Gu’wá xapha/casa de tejamanil, se hacía con tabli­llas talladas a mano. Gu’wá xkutú es redonda, se cierra con palos, como base tiene 12 horquetas, su apariencia es como la de una sombrilla. Gu’wá xèdé/casa res, su base es de 6 horquetas y un techado inclinado. Gu’wá xón’/casa de tierra, se tejen carrizos o palos y en medio se echa tierra con el que también se hace el acabado. Gu’wa ga’kho/casa de adobe, la palabra ga’kho refiere al dolor de las contracciones que tienen las mujeres antes del parto; construir una de estas casas es representar el acto de nacer en colectividad para asumir responsa­bilidades con la comunidad. Gu’wá majan/casa buena o de concreto; este nombre deriva de considerar al block y al cemento como mejores materiales para la construc­ción, consecuencia de la ideología del progreso que llega en las comunidades y se enmarca en una lógica capitalista que hegemoniza una forma de construcción de acuerdo a las reglas del mercado, desplazando los saberes constructivos de cada región.

En las historias de origen, se cuenta que la primera casa la hace bègò (el rayo) para su yerno mbatsún (la lumbre) y surge porque bègò no valoraba el trabajo de mbatsún. Por esa razón mbatsún decide irse y no calentar la comida de nadie, pone como condición para volver a la casa de su suegro que valoren su trabajo y le hagan su casa con tres piedras, donde se alimentará con leña seca. Estas piedras en la actualidad se llaman tsixnda, sir­ven para sostener el comal y la olla que representan el mundo. Estas piedras son sagradas, no se debe jugar con ellas, ni sacarlas nunca de la casa, si no se respetan, pro­vocan granos en la cabeza y en toda la piel.

En el idioma mè’phàà no existe el concepto de cocina, en lugar de ello existe la casa de mbatsún (lumbre), es donde se cuecen los alimentos, se piden consejos, se tes­tifican rituales, todo lo que la familia come debe ofrecerle a mbatsún. La mujer que no da de comer a mbatsún las tortillas que se quiebran, tendrá enfermedades, y la que no quita el comal después de moler, cuando tenga hijos sufrirá mucho, su parto tardará y no caerá pronto su pla­centa. El comal sufre cuando cuece las tortillas, no debe estar en la lumbre si no trabaja. La familia tiene una cons­tante retroalimentación con la casa de mbatsún, la casa del saber donde se juntan las experiencias del mundo.

Con la llegada de las estufas de gas se reconfigura el pensamiento sobre la casa, se pierden rituales como el de dar alimento a la mbatsún y dialogar con ella. Sacar la ceniza de la lumbre cuando un miembro de la familia tiene mal comportamiento que rompe con el equilibrio de la casa. Las bodas ante la mbatsún dejan de tener el valor que tenían. Las narraciones de la memoria oral que se contaban alrededor de mbatsún son sustituidas por la televisión. Ante la casa de mbatsún las mujeres dialogan, transmiten el saber a las nuevas generaciones; hoy es desplazado por prácticas colonizantes, como pensar que el trabajo de la casa corresponde nada más a las mujeres.

Cuando se termina de construir una casa, se hace el ritual de ndxáò gu’wá (fiesta de la casa). Consiste en entregarla a la lumbre, se le pide que cuide a la nueva familia, que no se ahoguen, no se caigan los niños. Se pone la primera lumbre en medio de la casa. A las pie­dras (tsixnda) se les colocan cadenas de flores y se les da de beber aguardiente o sangre de pollo; son consi­deradas deidades que sostienen la familia. La casa se ahúma para que sea fuerte, se adorna con cadenas de flores. Si no se hace este ritual la casa provoca enferme­dades, dolor de estómago y cabeza.

La manera como se nombran las partes de una casa tiene la misma connotación con las partes del cuerpo: inuu gu’wá/cara de la casa/fachada; tsúduu gu’wá/espalda de la casa/techado; rakóo gu’wá/nariz de la casa, los hue­cos donde la casa se ventila, en las casas de adobe son cuatro narices; rawún gu’wá/boca de la casa, el espacio para entrar a la casa; xkrúgoo gu’wá/lo que cierra la boca de la casa/puerta; awún gu’wá/estómago de la casa/inte­rior; xtúùn gu’wá/nalga de la casa, la cimentación; nakhú gu’wá/pies de la casa, las esquinas que dan fuerza a la casa; ríyoo gu’wá/línea que circunda la casa para que no entre agua, sirve para delimitar el espacio; ña’wún gu’wá/oreja de la casa o marquesinas; embiù gu’wá sirve para ampliar la casa, su terminación tiene la forma de un trián­gulo pequeño donde entra la luz del sol, es lo más cerca­no a una ventana, sirve para que no entre la lluvia pero sobre todo es por donde sale el humo, deben ser dos em­biù, en algunas partes lo conocen como nariz de la casa.

La casa es un cuerpo que nos protege. El siguiente cuento es una de las tantas historias donde la casa es un ser que siente: “Un señor se enfermó, su esposa le dijo: ‘Voy a preguntar quién te puede curar’. Pasó el tiempo, la mujer llega a la casa y nunca dice nada, la casa empezó a preocuparse, hasta que se cansó y decidió hablarle a la mujer, le dijo: ‘¡Dime si mi hijo se va a curar o no! Hace tiempo que sales y no traes ninguna noticia’. La mujer miró por todas partes para saber de dónde venía la voz. El señor desde la cama le dice a su esposa: ‘Es cierto lo que dice mi casa, no me dices nada’. La mujer contestó: ‘Pregunté y me dijeron que en un año te vas a recuperar pero en el siguiente te vas a morir, por eso he callado’. El señor se enojó. ‘Es lo que quiero escuchar, yo estoy para cuidarlos y ayudarlos’, dijo la casa. Cuando escuchó la mujer y vio que no era su marido quien hablaba, murió de espanto. El señor se levantó de la cama, dio gracias a su casa por preocuparse por él, la casa le dijo: ‘Tú no vas a morir, tú sabes lo que hace falta para arreglarme, tienes que cuidarme para protegerte, yo sufro cuando te maltratan’. El señor arregló su casa, quitó la leña podrida, cambió el techo, le hizo la nariz grande para que pueda respirar bien, le hizo los pies de piedra, la zanja para que no se moje. Este señor es quien dijo que las casas viejas no están a gusto, si uno vive debe cuidar su casa, así ella también nos cuida.”

La casa es todo aquel espacio que nos protege, donde crecemos y aprendemos a ser otros. Al llegar a casa de al­guien constantemente se escucha decir: na’kha xuajian’/ vengo a tu pueblo. En la casa aprendemos las responsa­bilidades que definen nuestra política comunitaria. En la casa todos trabajan para sostenerla, los niños, la mujer, el hombre, el perro que cuida para que el diablo no entre. La misma casa expresa sus necesidades a través de los sue­ños. Cada trabajo vale, para hacerlo se constituyó la casa primigenia, mbatsún hizo valer su trabajo del sustento de la vida ante su suegro el bègò. (ver “El fuego de la lengua mè’phàà”, Ojarasca 258, octubre de 2018).

Hay distintos saberes que surgen de la observación, como el del comportamiento de otros seres con la casa. Si las hormigas hacen un circulo alrededor de mbat­sún significa que alguien morirá; si llegan muchas hormi­gas al interior y hacen camino en la puerta, significa que la casa será abandonada; si un pájaro o una serpiente se mete en la casa significa que será abandonada. La terri­torialización que cada ser hace de su espacio nace del conocimiento del otro; si no se da el mantenimiento a la casa, no se barre todos los días, no se pone la lumbre, se deja de habitarla. Los otros (las hormigas) territorializan el espacio: es un saber basado en la observación del com­portamiento de cada ser, no una creencia.

El concepto gu’wá es amplio, todos los seres tienen casa que corresponde a su hacer y estar dentro de la gran casa que es el mundo y el tiempo. Cuando hay días malos, nuestras deidades anuncian la necesidad de ha­cer casa para resguardarse del peligro, se dice: nè’nè go’ò gòn’/la luna hizo casa; aparece un círculo entre rojo y blanco alrededor de la luna y significa que lloverá con viento y posible temblor; nè’nè go’ò àkhà’/el sol hizo casa, aparece un círculo rojo alrededor del sol, significa que habrá viento, lluvia y granizo; nè’nè go’ò dùùn/se cortan las nubes para formar pequeñas casas, significa que habrá temblor o huracán; nè’nè go’ò tocaya’/hizo casa el arcoíris, significa que la temporada de lluvias está por terminar.

Cada ser que habita la Tierra construye su casa de acuerdo a sus necesidades. Parte del conocimiento del territorio, la casa del pájaro será distinta a la casa del armadillo, a la abeja y el venado. En la casa mè’phàà está la memoria de cada generación, su experiencia de habitar el mundo. Su modificación ha transforma­do nuestra cultura. Es necesario pensar la Tierra como nuestra casa para hacer de ella un lugar digno para la reproducción de la vida.

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