CARNAVAL DE NAHUALES / 262 — ojarasca Ojarasca
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CARNAVAL DE NAHUALES / 262

L. ROQUE HERNÁNDEZ

El domingo tenemos que seguir tratando de cualquier manera que se vayan. Y si no se largan por lo menos los asustamos. Que no estén a gusto. Son poderosos y sus fuerzas juntas con la de sus bestias y sus armas nos han estado acabando. El último recurso que nos queda es meterles miedos en estos días de libertinaje para que se den cuenta de que aquí no los queremos ni a ellos ni a sus dioses y ni a quienes ellos llaman sus santos y vírgenes. Invoquemos a los nuestros. Que salgan de la cueva del cerro los nuestros. Que se acomida de nosotros Pitao Pecelao (deidad de la muerte y el inframundo, denominado “Trece Mono”, se representa con el murciélago, la calavera y el tecolote). Y que cada uno del pueblo invoque a sus nahuales. Démosles vida. Tres días con sus noches.

Ellos desde que están aquí han impuesto sus costumbres. Su música, que no se parece en nada a la nuestra. Sus bailes. Sus creencias religiosas que igual a las de nosotros tienen muchos ídolos. Aunque de por sí, los de ellos no se parecen en nada a los nuestros, ni los nuestros a los de ellos.

Además, desde que se quedaron a fuerzas entre nosotros, según los testimonios que pasan de boca en boca, han tratado de cambiarnos en todo. Y sí que casi lo han conseguido. A la fuerza. Con castigos corporales. Con miedos metidos en nuestras mentes. A güevo digamos. En estos días de carnaval, como ellos le llaman a su fiesta, los hombres se esconden en disfraces. Se visten de mujeres. Porque las mujeres de verdad tienen prohibido participar. En el fondo, en estos días de vicisitudes, los hombres desean ser lo que no pueden el resto del año. Son lo que nosotros en nuestra madre lengua conocemos como Muxhe’ nayaahui’ pues. Ellos usan palabras más lastimosas.

Entre ellos no es aceptable ser Muxhe por sus creencias religiosas. No quieren que un hombre ame a su compañero hombre y una mujer a su amante mujer. No aceptan lo que su cuerpo y su corazón pide. Se ponen máscaras para detrás de ellas dar rienda suelta a sus deseos oprimidos por su dios y sus santos y vírgenes. Para los hombres que no son felices siéndolo, éste es su día, salen y enseñan quién realmente quisieran ser. Se les acepta por tres cortos días.

Y nosotros, tenemos que desatar a nuestros nahuales. Y abrir la puerta de la cueva de nuestro cerro sagrado y dejar que venga con su traje de murciélago Pitao Pecelao. Que vuele alrededor del pueblo y que asuste a estos pinches gachupines que se disfrazan y que nos trajeron su carnaval. Que tampoco es de ellos sino de nuestros hermanos los moros, de los del norte de África. Invitaremos a Pitao Cozobi, con su vestimenta de maíz y totomoxtles. Traeremos a Pichanato para que esparza sus enfermedades sobre ellos. Que nos proteja y a ellos que se los chingue. Les daremos tepache y la sabia que emana de los labios de nuestra madre Mayahuetl. Para que se apendejen y hagan chingaderas.

Tomaremos su carnaval y lo cruzaremos con nuestra costumbre. Para meterles miedos por lo menos. Porque ya nos chingaron. Ya nos conquistaron. Ya nos hicieron casi del todo a su manera. Entonces hay que empezarles a robar sus creencias. Las ultrajaremos a nuestro modo y nos mezclaremos con ellos para hacerles la mala obra por lo menos por tres días. Seremos muertes y diablos. Seremos huérfanos para gritarles en su cara lo que han hecho. Que han matado y desaparecido a muchos de nuestros padres. Enmascarados para esconder nuestras inseguridades.

Personificaremos monstruos para meterles terror a sus mujeres. Iremos en contra de sus principios y seremos belcebús cagándonos en sus creencias. Arrastraremos cadenas por las calles para que se acuerden que un día nos liberaremos. Nos pintaremos el cuerpo con nuestras tintas negras para recordarles a los negros que les conquistaron sus tierras. Y perseguiremos a sus hijos por las calles hasta meterlos dentro de sus casas. Que sientan el horror que nuestros muchachitos han experimentado por años. El mismo que ellos han ejercido en nosotros.

Nos mofaremos de ellos aunque muy adentro de nuestros corazones ya sabemos y sentimos que hagamos lo que hagamos carecemos de autenticidad. Nos la quebraron.

El miércoles por la mañana, sacrificarán en el fuego viejo a un santo o virgen abandonado que ha dejado de hacer milagros para dar castigos. Por la noche nos marcarán la frente con una cruz para llevar conteo y recordarnos que nos jodieron.

Nos está tomando siglos hallar nuestra identidad.

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Lamberto Roque Hernández, artista y escritor de origen zapoteco, vive en Oakland, California.

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