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METEOROLOGÍA NAHUA

IVÁN PÉREZ TÉLLEZ

RELÁMPAGO, RAYO, NEBLINA: EL DESTINO DE LOS CHAMANES

Entre los nahuas de Huauchinango, en la sierra norte de Puebla, el encargado de solicitar el agua es el tlamatki. Con este propósito acude a distintas cuevas para hablar en nombre de su comunidad, depositar ofrendas y escenificar el trabajo que realizarán sus pares y él mismo al fallecer, en virtud de que al morir se transformará en una persona- rayo, o una persona-neblina, o una persona-relámpago y su tekitl (trabajo) será, entre otras labores, regar el agua en el mundo. A diferencia de lo que ocurre con la gente ordinaria, que al morir se “muda” a Miktlan, el destino post mortem de los chamanes es transformarse en los fenómenos atmosféricos; así, vistiendo por lo general ropas de danzantes (de la danza de negritos u otra) caminarán por el cielo batiendo sus espadas y provocarán los rayos, o se vestirán de neblina, incluso de huracán, y serán, junto con otros, los encargados de repartir el vital líquido almacenado en una gran tinaja que se encuentra en el mundo de los espíritus.

El tres de mayo es una fecha relevante en el calendario agrícola y ritual de distintos pueblos indígenas del país. Por una parte, se celebra el día de la Santa Cruz del santoral católico en tanto que los pueblos aprovechan este momento para poner en marcha distintos recursos rituales para solicitar el inicio de las lluvias. Apenas unos meses atrás se sembraron los granos de maíz —depende de la altitud, el clima y del tipo de terreno— y ahora es urgente que la planta tierna sea regada por las aguas de inicio del temporal y asegurar así su crecimiento hasta que el fruto este maduro y se pueda cosechar.

Como se puede advertir, para los nahuas serranos el advenimiento del agua no tiene que ver simplemente con un asunto meteorológico, ni con esperar a que la lluvia llegue naturalmente; por el contrario, saben que deben realizar gestiones precisas para establecer relaciones, por medio de sus ritualistas y autoridades, con las divinidades encargadas de regular la repartición del líquido vital para que la lluvia ocurra. Esto es así porque la cosmología nahua considera que existe una sociabilidad extendida que supone la existencia de personas no-humanas —que incluye a los difuntos, dueños del territorio y divinidades— que poseen capacidad de pensamiento así como voluntad de acción, además de que saben escuchar y hablar el lenguaje humano, es decir, la lengua náhuatl.

Algunas consecuencias de este pensamiento se evidencian y actualizan en ciertas afirmaciones ontológicas que describen y tratan a ciertos espacios o elementos —desde la perspectiva occidental son considerados simplemente cerros o volcanes, o recursos inermes como el agua o el fuego—; personas no-humanas que tienen una existencia, desde la perspectiva nativa, indiscutiblemente real. Así, por ejemplo, la defensa de los territorios o sus recursos naturales, como el agua o los bosques, por parte de los pueblos indígenas adquiere una dimensión completamente distinta, pues lo que defienden es la vida (la reproducción orgánica y social) en un sentido mucho más amplio al que usualmente contemplamos. Los pueblos indígenas buscan claramente la continuidad de sus congéneres y también la de las personas no humanas que habitan en su entorno —lo que nosotros llamamos naturaleza— y que abarca especialmente a algunos animales, a los ancestros, o los dueños y sus moradas, así como a sus chamanes deificados que son los fenómenos atmosféricos, esos que traen y son el temporal, como ocurre entre los nahuas de la sierra norte de Puebla. Entonces, el hablar de territorio, o recursos naturales, adquiere una dimensión cultural y política completamente distinta, al grado que existen defensores —¿cuántos de ellos han muerto?— que están dispuestos a dar su vida para que la continuidad de la existencia humana y no-humana sea posible.

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