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EL CONTROL CULTURAL DE LA GUELAGUETZA

GUILLERMO MARÍN RUIZ

Guillermo Bonfil Batalla nos dejó un instrumento  muy valioso para la investigación y análisis de los  procesos culturales, la Teoría del Control Cultural. En esta  teoría se afirma que “los elementos culturales” son como  los adobes con los que se construye una casa. En esta  metáfora, la casa sería la cultura de cada comunidad. En  una comunidad se puede apreciar que casi todas las casas  están hechas con los materiales de la región. En general,  adobe, madera y teja. Pese a que todas las casas están  hechas con el mismo material, no se encuentra una igual,  todas son diferentes. Si usted va a un fraccionamiento de  interés social, todas las casas son exactamente iguales. En  una comunidad, la casa será construida de acuerdo a las  necesidades y posibilidades de cada familia. Cuando esto  lo llevamos a la cultura, podemos decir que “los elementos  culturales”, aunque sean iguales, en cada comunidad  se les utilizará de manera diferente. Bonfil Batalla dice que  lo importante es el control sobre los elementos culturales.  Cuando una comunidad tiene elementos culturales propios  (ancestrales) y las decisiones sobre ellos son propias,  es decir, generadas por la comunidad, estamos frente a fenómenos  de cultura propia. Cuando en una comunidad los  elementos culturales son ajenos, pero las decisiones son  propias, estamos frente a fenómenos de cultura apropiada.  Cuando en una comunidad los elementos culturales  son propios, pero las decisiones son ajenas, es decir, que  no las toma la comunidad, estamos frente a fenómenos  de cultura enajenada. Cuando los elementos culturales  son ajenos y las decisiones son ajenas, estamos frente a  fenómenos de cultura impuesta.

Para el caso de la Guelaguetza, estamos ante un elemento  de cultura propia. El Cerro de Huaxyacac es sagrado,  porque representa “la nariz” de la Sierra Norte. Para  los Viejos Abuelos todo tiene vida, por lo cual todo tiene  espíritu y es sagrado. La Sierra Norte tiene vida y conciencia,  y en la punta de su nariz, desde muchos siglos antes  de la invasión española, los Viejos Abuelos entraban en  contacto con la energía consciente de la Sierra a través  de una piedra que está en la punta de la nariz, y de donde  manaba agua. Agua sagrada para hacer pedimientos a la  montaña. Igual que en el Cerro del Tepeyac y “su pocito”.  En el Cerro Sagrado de Huaxyacac, la piedra que está a la  entrada del Templo de la Soledad es “la punta de la nariz”  y es la verdadera razón de la construcción de ese templo,  igual que en el Tepeyac.  Los abuelos cada año iban a agradecerle a la Sierra  Norte su protección y la generosa respuesta a los pedimentos  que se le hacían. Ese es el origen ancestral de esta  fiesta. Con la Colonia la fronda se modificó, pero la raíz se  mantuvo, igual que en el Tepeyac.

En el siglo XIX se modificó  la costumbre de ir al cerro, se cambió el nombre  del de Huaxyacac, llamándolo “El Fortín”, indebidamente,  pues el cerro le da nombre y razón de ser a la ciudad. La  celebración tuvo diversos nombres y diversos tipos de actividades.  En 1932 se creó el llamado “Homenaje racial”,  y de ahí arranca la fiesta moderna, que siempre ha estado  en manos de “no indígenas”. Tuvo en su día un fuerte  sentido político que se ha perdido, pero por otra parte ha  desarrollado un potente sentido comercial que la lleva a  estar en manos de empresas de turismo transnacionales y  nacionales. La Guelaguetza se ha convertido en un negocio  muy lucrativo para los ricos y las grandes empresas. En  principio se puede negociar todo… menos los principios.  Se ha creado un gran espectáculo a nivel internacional en  donde se “folcloriza la cultura de las comunidades oaxaqueñas”.  Si bien la Guelaguetza como un espectáculo comercial  ha tomado fuerza a partir de implantarse el neoliberalismo,  lo cierto es que en los sexenios de Gabino Cue  y Ulises Ruiz se le metió mano de forma irrespetuosa, a  capricho del interés económico. Las deformaciones y alteraciones  llegan hasta hacer cuatro funciones y la ambición  desmedida piensa en extenderlas. Lo más lamentable es  que las propias comunidades han perdido su dignidad en  el afán de complacer al poder económico.

La Guelaguetza no es de los funcionarios en turno ni  de las empresas que lucran con ella. En primera instancia  la Guelaguetza es de las comunidades y el control cultural  debe volver a ellas. En segundo lugar, la Guelaguetza es  de los oaxaqueños, de los mexicanos y patrimonio cultural  del mundo. Debería crearse una Asamblea Cultural  de la Guelaguetza, solamente con las Asambleas de los  pueblos que participan, que opere como contraparte a  la maquinaria económica y política que tienen el control  cultural y han enajenado esta fiesta tan importante para  la identidad cultural de los oaxaqueños.

Paradójicamente, fuera de estas fiestas, a nivel local  y nacional, los pueblos herederos milenarios de una de  las seis civilizaciones más antiguas de la humanidad se  mantienen excluidos, en la pobreza y en la negación de  su derecho a la justicia y a la autodeterminación, especialmente  ahora que las empresas transnacionales, tanto  mineras como eólicas, están agrediendo a las comunidades  de donde se pretende depredar su patrimonio  natural.

Educayotl AC, www.aquioaxaca.com

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