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¿DIÁLOGO CON LOS PUEBLOS O GUERRA DE SOCAVAMIENTO?

RAMÓN VERA-HERRERA

Entrando el año, el Consejo Regional de Pueblos Originarios en Defensa del Territorio de Puebla-Hidalgo emitió un comunicado ante la inminente visita del presidente López Obrador a San Pablito Pahuatlán, uno de los corazones de su lucha ante TransCanada (en México, Transportadora de Gas Natural de la Huasteca, TGNH) una compañía que busca cruzar por 263 kilómetros del territorio en cuestión con un gasoducto conocido como Tuxpan- Tula (que al momento de su licitación se pensaba entraría en operación en diciembre de 2017).

Uno de los logros iniciales de la resistencia contra el gasoducto fue tejer órganos de consejo comunitario o municipal de orden tradicional junto con sus autoridades comunitarias y agrarias (aunque en la zona no haya comunidades o ejidos sino pequeños propietarios en núcleos claramente indígenas). De ahí creció el Consejo Regional con una fuerza surgida del abajo reconstituyendo al sujeto colectivo “pueblo originario” (sean ñahñúes, nahuas, totonacos o tepehua). Desde entonces, su claridad los hizo desconfiar de lo que ya se conocía como Comisión de Diálogo con los Pueblos Indígenas, que encabezó en ese entonces Jaime Martínez Veloz y ahora promueve el Instituto Nacional para los Pueblos Indios con Adelfo Regino a la cabeza junto con el presidente AMLO.

Y es que tal comisión buscaba, como ahora el presidente con su INPI, intervenir en la vida de los pueblos mediante programas asistenciales que fragmentan a las comunidades, aplanan voluntades, rompen la organización y reparten dinero como si con dinero cambiaran las condiciones estructurales que sojuzgan a los pueblos, promoviendo despojos, devastación, intervención en sus territorios, envenenamientos, intoxicaciones y contaminación, riesgos de explosiones y, sobre todo, enajenación de sus vidas y entornos de subsistencia.

Tales consejos autogestionarios conformados en Consejo Regional interpusieron amparos que lograron suspender las actividades de TGNH “en forma definitiva”, por lo menos en San Pablito, hasta la fecha. Como se ha dicho en múltiples ocasiones, el gasoducto transportaría 886 millones de pies cúbicos de gas desde EUA, 263 kilómetros afectando a 459 localidades de 34 municipios en Veracruz, Puebla, Hidalgo y Edomex, pero que en el caso de la Sierra de Puebla- Hidalgo implica estaciones de bombeo para remontar las alturas de la sierra desde las cañadas de la Sierra a las alturas hidalguenses.

Así, el posicionamiento del Consejo Regional es contundente al señalar que se niegan a que el presidente apoye “el paso del gasoducto Tuxpan-Tula, por el despojo de nuestro territorio, los desplazamientos de pueblos, el envenenamiento de la tierra, el agua y el aire y con ello, la aparición de nuevas enfermedades como el cáncer, la insuficiencia renal, las malformaciones congénitas, la diabetes, la hipertensión, la violencia, los feminicidios y muchos males más que están presentes hoy y que se agravaran mañana”. E insisten: “nos parecería una gran burla a nuestra dignidad como pueblos indígenas que pretenda hacer una de sus consultas a mano alzada sobre el gasoducto Tuxpan-Tula. No permitiremos una burla así. No queremos ningún tipo de consulta, porque nuestra vida no tiene precio”.

Como lo describe Eliana Acosta en su texto de la página 4, tras ofrecerles programas sociales y asistencias sin fin, López Obrador dedicó los últimos minutos de su intervención en su visita de “diálogo” a ofrecerles que cambiaría el curso del gasoducto para que no pase por el cerro sagrado de Pahuatlán.

Y en ese momento se desnuda su estrategia. Él, que dice estar pendiente de los pueblos y trabajar por ellos desde su pasado como director del INI en Nacajuca, Tabasco, parece no entender que lo sagrado son las relaciones, y que todo el territorio de la sierra es sagrado no por algún folclore que se les haya ocurrido (como así piensan desde la condescendencia los funcionarios). Hablamos de un territorio donde los pueblos originarios de la región han cuidado la vitalidad y flujo del agua, y por ende de los bosques. De todas las relaciones que median y tejen tramados significativos entre los puntos que puedan identificarse como sagrados, como bien lo pone Itzam Pineda Rebolledo. Es la relación de los pueblos originarios con la importancia crucial de los montes lo que termina haciendo de ese territorio algo que debería valorarse y cuidarse.

¿Creerá que no nos dimos cuenta de que al anunciar el cambio de trazo está amarrando que el gasoducto se haga, pese a que están suspendidos en definitiva sus trabajos? Y el hecho de que haya acordado con las empresas no pagarles sin llegar a tribunales... menos mal, durante años les pagaron ¡por su mera existencia!, sin siquiera transportar el gas por el que les pagaban miles de pesos según los contratos. Con este “cambio de trazo”, en realidad, se recrudece la situación en la región, mientras los operadores del INPI, Sembrando Vida, los programas para jóvenes, se apresuran a seguir con su “diálogo con los pueblos indígenas”, eufemismo descarado para nombrar el socavamiento, la deshabilitación, la fragmentación, la coptación y el menosprecio hacia los pueblos a los que deberían servir.

El Consejo Regional remata su posicionamiento diciendo: “Nos pronunciamos por ejercer nuestro derecho a la libre determinación y la autonomía...”

“No a los proyectos de muerte, ni hoy ni nunca, ni aquí, ni allá”.

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