PROTESTAS Y CAPITALISMO BRUTAL EN EL CONTINENTE / 273
La hora de América suena fuerte, pero incierta. De sur a norte, el continente se inquieta. De abajo para arriba. Las tensiones entre las élites gobernantes y los pueblos han subido de temperatura en grado extremo, al grado de que las naciones del hemisferio entero se encuentran más polarizadas de lo que se encontraban al inicio del siglo. Se desgastó la retórica de oposición derecha-izquierda en términos tradicionales. Y si bien cada país contiene sus universos propios, poseen rasgos comunes, expresados en las recientes protestas contras las políticas de austeridad, extractivistas, neocolonialistas y autoritarias de los gobiernos. La desigualdad no deja de ahondarse.
La participación de los pueblos originarios es determinante en Chile, Ecuador, Bolivia, Colombia y Canadá; lo ha sido a lo largo de la década. En donde se implanta o aferra al poder la extrema derecha (Brasil, Chile, Bolivia, Colombia, Estados Unidos, Honduras) se extienden el autoritarismo y la represión descarada, a favor de los proyectos capitalistas más agresivos que se recuerden, en plena devaluación de los derechos conquistados: humanos, agrarios, laborales, pluriculturales.
Las bolsas de resistencia indígena, con sus reivindicaciones de soberanía, autogestión y buen gobierno, son el oxígeno que mantiene viva la llama de la autonomía y la defensa de la Madre Tierra en México, Guatemala y todos demás países donde el Estado es complaciente con las destrucción ambiental, el desarrollismo en términos del capital depredador y la imposición disfrazada de “consulta” para megaproyectos que combinan industria, turismo, generación de energía, extracción masiva de recursos naturales y promesas de bienestar que, como siempre, no se van a cumplir para los pueblos mismos, sólo para “el mandón”, como dicen los zapatistas de Chiapas.
Sin el concurso de los mapuche, kichwas, ashuar, aymara, lenca, inuit, nahuas, mepha’a o mayas guatemaltecos, peninsulares y chiapanecos constituidos (cada uno a su modo) en guardianes de la Tierra, las posibilidades de duración soberana de nuestros países serían todavía más estrechas. Por ello un gobierno tan controlador como el de México pone en el primer plano de su retórica la “atención” a los pueblos indígenas, en su modalidad de “pobres”. Para avanzar sobre sus territorios los necesitan “controlar”, del mismo modo que lo intentan Justin Trudeau y Lenín Moreno.
Las advertencias expresadas por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional pueden ser determinantes: “Sí, estamos dispuestos a morir como guardianes y guardianas de la tierra. Sí, estamos dispuestos a ser golpeados, encarcelados, desaparecidos, asesinados como individuos e individuas zapatistas”. E interpelan al gobierno lopezobradorista: “¿Están dispuestos los malos gobiernos a tratar de destruirnos al costo que sea, a golpearnos, encarcelarnos, desaparecernos y asesinarnos?”.