CON EL ALMA DESCAMISADA — ojarasca Ojarasca
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CON EL ALMA DESCAMISADA

Hermann Bellinghausen

 

Raúl Gatica: Broken Man/Hombre roto, Hummingbird Press, Vancouver, 2015.


Ni que hiciera falta irse lejos para sentirse solo. A qué le llaman distancia en estos días si del corazón quedaron los pellejos. Como en las canciones rancheras, los lamentos oaxaqueños o el blues originario y crudo, aquí el poeta queda librado al azote que le heredan los adioses, nueva puñalada para la vieja cicatriz que olvida cuánto duele sangrar. Viene de regreso de las aguas y las mieles del amor, del deseo multiplicado, de la lascivia del hombre roto de por sí.

 

Pero sólo era un hombre con parches, miserias y lodo.

Un tipo manchado de muy mala fama.

Indio subversivo de corazón partido.

¿Pero qué hombre roto no tiene parches de lodo?

 

Nadie se ría. Nadie se espante. Los doctores pueden encargarse de la situación. Y si no, los verdugos. A ver traigan el látigo, el reo se dice dispuesto a confesar pero guarda los verdaderos secretos. Traigan acá, vamos a darle más motivos para que se anime a contar.

Guerras como sueños. Restos de la barca en las montañas del sur, así como en la ciudad del invierno al norte del exilio. Todo ocurre dentro del paisaje de un país interior. Si luchas, te persiguen, y si te refugias, te vuelven a torturar. Si hablas lo que digas se usará en tu contra, y si callas lo tomarán como confirmación de lo que todo mundo sospechaba.

 

Esta pluma sólo dispara derrotas.

Sin puntería ladra a la luna

y al colibrí que pretendes cargar en el cuerpo.

 

Mientras tanto, escribe Raúl Gatica, “mi país se incendia y yo sigo sin quitarme el frío”. Allá donde “un sol lastimado padece frío...Yo también estoy helado./Y dolor calzo./Y tristeza y pena visto,/por los que, como yo, también tienen frío”. Como luchador social ha conocido en su tierra mixteca la honda dimensión de la injusticia y el dolor, pero la persecución política lo orillaría al exilio en las frías calzadas de la América del Norte donde la gente tiembla cuando mira el mar.

Y es ahí donde el poeta descubre que ya no tiene horas “ni de segunda mano”. Acaso sirva de consuelo saberse sólo un damnificado más de la Historia, pues “como Colón al cruzar el mar, ella también provocó desastres”. Cuándo, si no ahora, buscar abrigo en la nostalgia, si llega de donde mero brotó el lamento universal de la Canción Mixteca.

 

Fuera del terruño,

quien sea que nos hable de amor

puede derrotarnos.

 

La adoración de la amada y la recurrente imprecación contra ella son la pauta de este rosario del sacudido en Hombre roto.

 

Tu amor por mí

es un pueblito minero.

Un desierto lugar donde se murió el oro.

Paraíso de soledad donde las arañas agonizan en sus nidos.

 

Tenemos en el adolorido a uno que tampoco fue un angelito que digamos, fama y conciencia lo preceden: “Un hijo descarriado de padres muertos. Un hombre proscrito, apedreado y escupido por todos”. Mas el amor no ceja en la ternura ni cuando lo prende la rabia hasta “rajarse la sangre”. Si “el silencio fue la parte que tus entrañas me diste”, mejor aullar que comerese partes de uno mismo:

 

Entonces dije:

—los perros no lloran,

y corrí a buscar el ladrido de los hombres.

Pero en tu ciudad, ni los perros ladran.

 

El arrebato queda dicho, cantado, ladrado, las garras apretadas allí donde antes hubo un corazón. Aunque la vida se aferra, es tan inevitable como la muerte y hace de nosotros lo que quiere, “porque ahora sé, cuando se ama de verdad, sólo puede amarse a lo pendejo, de ningún otro modo”. Y vivir para contarlo, con un carajo:

 

Después,

con toda calma,

doblé mis lágrimas


Ay las enterré en el basurero

Eso de la mitad, Hombre roto se bifurca línea por línea en una traducción simultánea propia del amante bilingüe, esa batalla atractiva y torturante que agarra al desterrado, al pecador de pasado inconfesable, al insolente que fue carne de policías. Igual que sus pasos, su corazón ha sido espiado. La descarnada narración de amor bilingüe lo obliga a traducir en voz alta el silencio. Lo desafía a expresar qué piensa en su lengua madre pensándolo en la lengua de quien, amor u odio, tuvo las armas para descamisarle el alma y partirle la madre a mitad de la lengua. Dividida, la lengua no resulta ya fácil en un lado o en el otro. Sin la penitencia irresistible de traducirla a ella o lo que de ella queda, el huérfano se desbalaga. Es entonces que la locura parece una actitud recomendable:

 

Contigo quiero,

With you I want,

una poesía lenguaje de pájaros y aletear de

maldiciones,

a poetry language of birds and flutter of curses,

que cuente ríos de banderas,

that tells of rivers of flags,

aunque de felicidad sepa nada.

even if it knows nothing about happiness.

Una poesía de amores destartalados e imprudentes,

A poetry of ramshackle and imprudent loves,

aunque nos manden al manicomio por cantarla.

even if we’re sent to a madhouse for singing it.

 

Las palabras aparecen como una selva de significados y sensaciones resquebrajadas, se erigen dueñas y señoras de ese traje que antes llevó un hombre adentro y hoy cuelga de un gancho de carnicería, con lodo en las rodillas, rastros de sangre en el vientre y las manos, polvo en los hombros, los labios deshabitados.

 

Voy a pegar mi nariz en tu memoria.

I’m going to stick my nose in your memory.

No para adivinar tus pensamientos,

No guessing your thoughts,

sino para saber,

but to know,

a que hueles cuando me recuerdas.

what do you smell when you remind me.

 

Donde hubo palabras cenizas quedan. De su rescoldo sale la voz liberada aún si permanece tras los muros de su cárcel de amor. Dardos y deleites fieros, pasión atrapada entre dos fronteras.

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