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DESDE LAS MONTAÑAS DE GUERRERO “ESTAR BIEN EN EL PUEBLO”

Edith Herrera Martínez

Los abuelos ñuu savi (del pueblo de la lluvia) cuentan que cuando nace un niño en la familia, al mismo tiempo nace un kití ñu’ú xito’ó na (animal-sol-guardián) en algún lugar del mundo, en los cerros y montañas. Estos seres son representados por animales que pueden ser águilas, tigres, pumas, ardillas, zorros, coyotes. Se encuentran conectados paralelamente a nuestro mundo y a ellos debemos la habilidad, la fuerza, la salud, y el ciclo de vida.

Si nuestro animal-sol-guardián llega a enfermarse o queda herido, nosotros también sufrimos ese padecimiento, y viceversa. Cuando esto llega a suceder se debe buscar al tata tu ‘va (el que sabe) para que realice el rezo y haga la ofrenda que recupere el equilibrio y la persona sane.

Esta creencia forma parte de nuestra la vida. En ella plasmamos el equilibrio con el territorio y todo lo que en él existe. Los abuelos dicen que no podremos “estar bien” si no cumplimos con el respeto a las deidades; Tata Vélo (Abuelo Fuego) y Saví Tyee (Lluvia Grande), que conllevan la fertilidad y el buen caminar del pueblo.

Los mayores de la comunidad nos enseñan a convivir en armonía con níma na yatá (espíritus de los antepasados); hay que ofrendarles durante rituales o bien durante vikó ndii (la fiesta de los difuntos).

“Estar bien” en el pueblo implica, desde nuestro pensamiento, no sólo una situación física, sino el vínculo con el espíritu, la comunidad y el territorio. Sólo con una relación saludable de alma, cuerpo, comunidad y territorio se mantendrá el “estar bien” dentro del pueblo.

Los rezos y las ofrendas a deidades y espíritus forman parte de la vida cotidiana para entrelazar fuerzas del pasado con el presente y prever el futuro, eso que se avecina. Sin ellos no podemos estar bien en el pueblo.

Para estar sanos y “estar bien” con la comunidad, se debe cumplir con los cargos comunitarios, con la ayuda mutua, con los trabajos del pueblo, y en estas tareas entramos todos, hombres, mujeres, niños, jóvenes del pueblo. Como ñuu savi, nos movemos en una constante búsqueda del “estar bien” como individuos, como sociedad, como comunidad, como territorios vivos.

No podemos hablar de un na koo vií yo (que estemos bien) si no respetamos la relación cosmogónica que tenemos con el territorio. Un respeto profundo con los lugares sagrados (manantiales, cascadas, cimas montañas, lagunas). Esos espacios tienen significado, representan a nuestras deidades, a los guardianes que cuidan de nosotros y guardan al pueblo.

 

El “estar bien” y el “bien ser” se rigen por principios comunitarios como el respeto y la palabra. Pero también está influenciado fuertemente por la relación de alianza que se teje con los antepasados y las deidades que guían a la comunidad.

El na koo vií yo ñuu yo (que estemos bien en el pueblo), el “estar bien”, no sólo es una cuestión individual, personal; tiene que ver con un sentido amplio y profundo de lo comunal, de lo que es el pueblo. No se puede pensar en ese “estar bien” si no se considera el ente social en su totalidad.

Nuestra manera de concebir “el estar bien” no puede separase de nuestra manera de pensar. Y nuestro pensamiento necesariamente se vincula a lo que podemos llamar un lenguaje profundo que desde pequeños nos enseñan los mayores.

Ese consiste en el respeto a la palabra, en el hecho de que no podemos hablar por hablar, primero hay que escuchar, poner atención. Luego llevar eso que escuchamos al interior para pensarlo. Y sólo después de haber cumplido con eso, podemos hablar. Uno de nuestros abuelos diría que “antes de hablar, primero hay que escuchar y luego pensar”. A esto lo podríamos llamar el equilibrio del pensamiento y la palabra. Sin el respeto a ese lenguaje profundo no pude darse el “estar bien el pueblo”.

Na koo vií yo ñuu yo (que estemos bien en el pueblo) es un proceso en construcción, una constante búsqueda; no sólo es un estado físico o material, tiene que ver con un sentido espiritual, de pensamiento propio. De respeto a los abuelos, a la palabra, a los ancestros, a los difuntos, a las deidades.

Entonces, el camino hacia el Na koo vií yo ñuu yo también implica la sobrevivencia cotidiana, aprendizajes concretos que nos brinda el trabajo. El trabajo que los abuelos nos transmitieron es primeramente trabajar la tierra para buscar el alimento; sembrar, cosechar lo que comemos, y también lo que somos. Trabajar la tierra no solamente es un trabajo físico para nosotros, sino que constituye un ejercicio espiritual.

Los abuelos nos han enseñado, que es mejor “tener maíz para comer” que comprarlo. La tierra nos da seguridad, al contrario del dinero que se escurre como el agua. La tierra es el tesoro y la pobreza es dejar de cuidar a ese tesoro, dejar de relacionarnos con ella, con nuestro trabajo, dejar de entender ese tesoro.

El consejo que nos dejaron los mayores es que se debe trabajar la tierra, sembrar lo propio, nuestros alimentos, lo esencial para vivir en el pueblo. Si hay tierra, si hay trabajo, siempre habrá maíz y vida.

 

“Estar bien en el pueblo” vs. “desarrollo para indígenas”

 

En pleno siglo XXI continúa vigente un epistemicidio contra los pueblos originarios en México. Es lamentable que con las políticas públicas de gobiernos se siga aniquilando modelos de pensamiento local de pueblos considerados inferiores.

Se ha buscado imponer una visión del “desarrollo” desde lo económico (dinero), y que represente la solución a los males. Se mira al dinero como el motor del “progreso”. Pensar que con dinero los pueblos “vivirán mejor” es una falacia. Lo cierto es que, actualmente bajo ese discurso de “desarrollo” se esconden las políticas del despojo, privatización y explotación a nuestros territorios.

Ante este panorama aterrador, los pueblos damos respuestas locales. La tarea es seguirlas compartiendo. Quizás no tengamos un manual de cómo alcanzar el “estar bien”, lo que sí tenemos claro es que los abuelos han permanecido y sobreviven porque se dejaron guiar por conocimientos y prácticas de sus ancestros.

“Estar bien” para los ñuu savi implica mantener la armonía con los entes sagrados del territorio, con los espíritus de nuestros antepasados, respetar a la comunidad y tener salud física y del alma-corazón.

Ante las amenazas a los pueblos, el momento que vivimos es histórico. Debemos ser firmes y seguir construyendo el Na koo vií yo ñuu yo (estar bien en el pueblo) como mujeres, como hombres, como pueblo. Es decir, ejercer eso que llaman libre determinación de cómo queremos vivir, educarnos, alimentarnos; cómo queremos ser, estar y permanecer como pueblos. Construir y reconstruir desde lo propio. Para unos es autogestión, para otros autonomía. Porque los espíritus de los ancestros viven y guían nuestro caminar, y por esa fuerza del pensamiento, florece la dignidad de pueblo. Seguiremos construyendo g

 

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| Edith Herrera Martínez, ñuu savi de Zitlaltepec, Metlatónoc, en la Montaña de Guerrero. Docente en la Universidad Pedagógica Nacional en Tlapa de Comonfort, Guerrero.

 

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