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“AQUÍ MANEJAMOS VERDADES”. LOS ENGAÑOS NO SE SOSTIENEN: RED EN DEFENSA DEL MAÍZ / 253

Verónica Villa y Ramón Vera-Herrera


Los días 27, 28 y 29 de abril,
la Red en Defensa del Maíz celebró su asamblea nacional en el municipio El Limón, en el sur de Jalisco. Organizaciones y comunidades campesinas e indígenas de Chihuahua, Jalisco, Nayarit, Guanajuato, Veracruz, Tlaxcala, Ciudad de México, Yucatán, Quintana Roo, Campeche y Chiapas se reunieron como casi cada año desde 2003, para intentar “entender el conjunto de problemas que asolan a nuestras comunidades y que enfrentamos cotidianamente para defender el maíz, que es el eje de la defensa de los territorios”.

En Jalisco, ahora mal llamado “el gigante alimentario”, la invasión de invernaderos de “berries” [zarzamora, arándano, fresa, mora azul] para exportación implica pavimentar cada vez más áreas de bosque, desplegando por kilómetros mares de plástico que cubren galpones donde trabajan casi como esclavos campesinos de Hidalgo, Morelos, Tlaxcala y Guerrero, enganchados directamente en las comunidades más pobres. Les prometen casa y salario, pero al llegar los encierran en cuartuchos rodeados de violencia y destrucción ambiental que ninguna autoridad enfrenta.
Ahora los cultivos tiranos en Jalisco son el aguacate —fruta oficial del Superbowl—, el agave para mezcal o tequila y la caña de azúcar, que tiene un repunte histórico. “Estamos acorralados por los cultivos de moda y las comunidades incautas dejan de sembrar su maíz con la esperanza de montarse en la ola agroindustrial del momento”, reflexionaron ejidatarios del sur de Jalisco.
No existe instancia institucional ante la cual denunciar los abusos. Las comunidades de la Red preguntan ante quién imputar los crímenes de las empresas agroindustriales, y cuál es la responsabilidad del Estado mexicano en estos crímenes.
Cual si no hubiera catástrofe climática planetaria, hay nuevas campañas de desmonte. Los de Radio Huayacocotla contaron del “creciente problema de deforestación por las plantaciones de pinos pátula, que sustituyen los bosques locales pero que no prosperan. La gente se embarca y luego se les mueren los árboles, pero en el transcurso se destruye el manejo tradicional del bosque que es pilar de la subsistencia comunitaria. Algunos ya dejaron de sembrar maíz apostándole a la venta de madera, pero los árboles se van secando. El gobierno sigue proponiendo los pinos pátula a las comunidades desprevenidas”.
En Hopelchén hay rumores de un próximo desmonte de 50 mil hectáreas, pese a que los arrozales menonitas decaen porque la tala salvaje evapora el agua. Ante ello, los empresarios arroceros cavan pozos y agotan las aguas limpias de las comunidades.
Al embate de la agroindustria se suman las nuevas Zonas Económicas Especiales (ZEE) en Tlaxcala, Campeche y Yucatán, y próximas en el corredor Querétaro-Guanajuato. En Campeche, junto a la nueva ZEE, se anuncia un proyecto de 100 mil hectáreas de palma africana para biodiesel.
Los funcionarios presumen del repunte de las exportaciones agrícolas de México, pero la Red aclara que “ningún campesino está exportando nada. Promover el uso de las tierras agrícolas y arables de Jalisco para convertirlo en el gigante alimentario de México equivale a decir que la alimentación podemos resolverla con mermeladas de moras o churritos de maíz y trigo industriales”. Hace agua por todos lados el argumento de que la agroindustria alimenta a la gente. Las pandemias de diabetes y obesidad, o peor aún, de cáncer relacionado con los alimentos procesados, más la contaminación con transgénicos que en ellos encontró un estudio reciente, ya no permite engaños de las corporaciones de comestibles.
Los abusos de la agroindustria son interminables: una sola empresa de bebidas carbonatadas agota al año el agua que podría satisfacer la necesidad vital de dos mil millones de personas. En la asamblea se detalló la destrucción de los mantos hídricos que realizan las industrias de todo tipo, en especial en Tlaxcala, Jalisco y Guanajuato, donde las familias beben agua fósil porque los pozos están agotados y hay que ir a lo profundo de la tierra para sacar agua llena de cianuro, lo que la Asamblea de Afectados Ambientales denuncia como “genocidio en cámara lenta”.
La gravísima contaminación de los suelos por los agrotóxicos de la agricultura industrial amenaza la producción agroecológica y agrava las pandemias de cáncer e insuficiencia renal.
“¡No queremos oro ver, sino tortillas para comer!”, dicen las organizaciones por la defensa del maíz en Oaxaca presentes, refiriéndose al furor extractivista, asociado con el crimen organizado. Los pueblos náhuatl, otomí y tepehua de la Sierra Norte de Veracruz denunciaron la concesión de sus territorios en Ixhuatlán Madero, Tlachichilco, Texcatepec y Zontecomatlán para extraer petróleo no convencional, sin información ni aviso previo.

Los ejidatarios de San Isidro (reconocidos por su lucha contra el despojo de tierras que varios tribunales agrarios han condenado sin que se ejecuten las sentencias de restitución) exploran la posibilidad de captar agua de lluvia y han logrado diversificar estrategias casa por casa para guardar agua y resistir con sus siembras agroecológicas y su empeño en reivindicar la milpa.
En su defensa territorial inquebrantable, los de San Sebastián Teponaxhuatlán informaron que la comunidad está en asamblea permanente hasta que el tribunal agrario les restituya las tierras que ganaron en juicio, y que si ello no sucede el proceso electoral no tendrá lugar allí de ningún modo.
Y es que corre el rumor de que así como se impuso la reforma educativa o la energética, será obligatoria la certificación individual de las tierras. Ante eso, los comuneros wixáritari ya se organizaron para resistirla. “Las redes, como la Red en Defensa del Maíz”, dice Eutimio Díaz de San Sebastián, “son un espacio de información y de reconocernos. El gobierno nunca nos va a reconocer. Las asambleas te forman, aunque ya seas licenciado. Allí aprendes lo que luego te falta”.
Los jóvenes ya no aprenden formas de ser felices si no es con un salario, y los salarios nunca alcanzan. Algunas organizaciones trabajan estrategias educativas de impulso a tecnologías pertinentes y comunitarias: grupos de niños apicultores en la península de Yucatán, reflexiones sobre la agroindustria de jóvenes de Palos Altos en Jalisco, trabajo del magisterio crítico de Oaxaca para reforzar en los niños valores comunitarios; los wixárika siguen una estrategia de largo plazo responsabilizando a sus jóvenes de que aprendan los lenguajes técnicos del derecho o la ingeniería para usarlos en la defensa de las comunidades. La Red está consciente y preocupada de la violencia contra las mujeres, de los feminicidios y el tráfico de personas, como lo simboliza Tlaxcala, y acordó seguir abriendo el tema para discutirlo en sus encuentros y comunicaciones.
Es urgente reflexionar con los jóvenes sobre el papel del dinero en la existencia, la pobreza como resultado de la destrucción de las estrategias propias de vida y no como el destino fatal natural de la gente del campo.

Don Rodolfo, comisariado ejidal de La Ciénega, que recibió a la Asamblea de la Red en Defensa de Maíz, clausuró la reunión: “Se nos dice que producir con un mercado seguro es lo que vale la pena, pero en realidad nunca decidimos llegar a ese mercado. Nos orillaron a sembrar para vender. Se habla mucho del ‘cómo producir’, y nos dicen que no sabemos, pero nadie puede decirnos cómo sembrar porque conocemos la tierra como conocemos a los hijos o a los abuelos. Es muy cómodo decir ‘el maíz nativo no da’ y rentar la tierra para maguey, caña o moras. Quieren hacernos incapaces de lograr una estrategia propia de vida, pero hacemos un esfuerzo enorme por llevar alimentos sanos a los nuestros. Aquí manejamos verdades, los engaños no se sostienen”.

 

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| Verónica Villa es investigadora del Grupo ETC

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