NA SAVI: GENTE DE LA LLUVIA — ojarasca Ojarasca
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NA SAVI: GENTE DE LA LLUVIA

Jaime García Leyva

 

Nosotros nos autodenominamos como na savi, la gente de la lluvia. El nombre se relaciona con nuestra deidad sagrada Savi que significa “lluvia”. Nuestro idioma es el tu´un savi, la palabra de la lluvia. El concepto histórico cultural que nos reivindica y con el cual nos designamos es ñuu savi, el pueblo de la lluvia. El amplio territorio histórico donde cohabitamos es Ñu´u Savi, Tierra o territorio de la lluvia y actualmente comprende tres entidades que son Oaxaca, Puebla y Guerrero (Ñuu Nduva, Ñuu Ita Ndio´o, Ñuu Koatyi). Algunos de los lugares donde habitan los integrantes del pueblo de la lluvia son en Kiu´un (la Montaña); Ñu´u Ñi´ni (Tierra Caliente), Ñuu Ndivi (Costa) y en el amplio territorio que se cohabita y comparte con otros pueblos indígenas, los mestizos y afrodescendientes.

Durante varios siglos la división administrativa que impusieron los colonizadores dio lugar a la fragmentación del territorio Ñú u Savi. Actualmente se le conoce como la Mixteca guerrerense, mixteca oaxaqueña y mixteca poblana, además de otros calificativos como mixteca alta, mixteca baja o mixteca de la costa. Los na savi compartimos una experiencia histórica de colonización, negación de la cultura, encomiendas, repartimientos, haciendas, explotación, represión, movilidad social, procesos de transculturación, evangelización, revueltas contra los poderes locales, articulación con otros movimientos sociales, políticas de desarrollo impulsadas desde las esferas gubernamentales y, en los últimos años, la incorporación a un movimiento indígena que lucha por el respeto de los derechos más elementales. En épocas anteriores nuestros antepasados combatieron contra encomenderos, corregidores o caciques. En la Montaña de Guerrero acompañaron las luchas insurgentes de José María Morelos y Pavón, Vicente Guerrero, Emiliano Zapata y otros personajes históricos. Ahora los pueblos están involucrados en procesos de lucha contemporánea.

La identidad na savi se cimienta en la lengua, la historia, la forma de concebir el mundo, en los vínculos comunitarios. Durante siglos se ha mantenido un sistema de organización social y ritual que reafirma vínculos con las entidades sagradas como el rayo (taxa), los vientos (tatyi), los cerros (yuku), las nubes (viko), las plantas y árboles, los animales (kiti), las cuevas (kahua), los ríos (yita), la tierra (ñu´u), los muertos (nd), las semillas y granos como el maíz (nuní), el frijol (nduchi), la calabaza (yikin), los espíritus de la montaña y otras deidades.

Las fiestas y rituales giran en torno a dos tiempos: el tiempo de secas y el de lluvias. El núcleo simbólico de nuestra identidad radica en la lluvia. Yoko Savi es el espíritu de la lluvia sagrada que se invoca en el mes de abril y que provee de agua, alimentos, bendiciones, asegura la vida y hace germinar las semillas en el mundo. En octubre y noviembre se realiza la fiesta de los muertos, Viko Ndii. Esta festividad convoca a la reunión de los avecindados en distintos lugares y es la fecha en que se elige a las autoridades por ser el momento propicio y tener como invitados de honor a los espíritus de los antepasados. Con esos actos se revitaliza y refuerza la memoria histórica colectiva que se expresa en ese asumir el mandato comunitario. Las autoridades deben cumplir sus responsabilidades o de lo contrario el espíritu de los antepasados hará justicia en la comunidad otorgando armonía o castigos. En la vida religiosa, el santoral católico ha sido reelaborado para adaptarlo al sistema y calendario festivo propios. Y en enero, en año nuevo (Kuiya Xáá), se cambian las autoridades (Na Ve´e Tyun, los que están en la casa del trabajo, los que dirigen el camino del pueblo y deben guiar). Las autoridades realizan servicio y trabajo para todos. Es una manera de hacer el “sama nda´a na nta´anyo” (el cambio de manos entre hermanos), que es el intercambio recíproco de bienes simbólicos, materiales y trabajo físico para las tareas familiares, agrícolas o comunitarias. El trabajo como servicio es parte del honor, el respeto y para que al sujeto no se le oculte el rostro (na a nikasi nuu yo). Es la mejor manera de adquirir prestigio y respeto formal ante la familia y la comunidad.

Ser ta savi o ña´a savi es un proceso relacional con sus semejantes, con la comunidad, su historia, su vida religiosa y el territorio. Para nosotros Ñu´u, la tierra, no es sólo el espacio geográfico que provee los alimentos; es el territorio sagrado, el lugar donde se asientan los pobladores y se lleva a cabo y reproduce la vida comunitaria. Por ello se le respeta y ante la injerencia de agentes externos que pretenden desarticular a las poblaciones, imponer políticas públicas, instalar minas, explotar los bosques, privatizar la tierra y atentar contra los recursos de los pueblos, se impulsan acciones de defensa basados en el derecho, la historia, la costumbre y la cosmovisión. Ñuu yo, es nuestro pueblo, y engloba la tierra y los elementos materiales en que nos encontramos pero que se refiere a nuestro pueblo como espacio colectivo en el cual se da la vida. Así el Ñuu yoo es nuestro pueblo y también nuestra tierra. Así tenemos que el Ñuu Yivi: es el pueblo de la gente, pero la connotación es que se relaciona con el mundo. El lugar donde habitan los hombres vivos, la humanidad. De ahí que exista el Ñuu Ndii, el pueblo sagrado, de los muertos.

En el territorio debe de procurar coexistir, como lo indican los ancianos: na kundoyo, na ku taku yo va´a xi´in na nta´an yo, xi´in na ve´e yo. Qué significa “vivir o estar bien con nuestros hermanos y los de nuestra casa o familia”. El “estar” se refiere al “existir” en la vida, con los hermanos, que implica formar parte de un colectivo más amplio que inicia precisamente en el ámbito familiar pero se amplia a la comunidad. “Vivir bien” significa cohabitar en un espacio social y territorial en armonía personal, colectiva y tener los recursos necesarios para vivir con justicia. “Kuu taku yo” se refiere a existir, palpitar, germinar como na yivi, como personas y seres humanos en nuestra tierra. Por eso es común decir: ¿An sivi ta yivi ku ún? (¿Qué, acaso no eres gente?). Entonces ser gente es tener un nombre, un lugar, un sentido de adscripción y una tierra. Para que no se oculte el rostro. Ser y existir se relacionan no sólo con la existencia, sino con el espacio social y territorial donde el sujeto se mueve, habita y construye su vida.

 

Los na savi otorgan un alto valor y respeto a la lengua en la vida cotidiana, en eventos rituales y el nombramiento de autoridades comunitarias. El actuar como se habla o con lo que se compromete el individuo es importante dado que “empeña su palabra”. Por ello el cumplimiento de sus actividades implica reconocimiento, prestigio, honor o respeto. De ahí que respetar “lo que se dice en los eventos o ceremonias de cambio de autoridades es respetar a la comunidad y los hermanos y hermanas. Es de respeto lo que hablamos: Ña to´o va ku ña ka´an yo”.

El pueblo na savi proviene de una historia milenaria. Después de la colonización nuestros sabios guardaron los secretos y conocimientos, voces, palabra y dignidad. Escondieron en las montañas, en el agua, en las piedras, en la milpa y en los fogones las palabras y la voluntad de caminar. Transmitieron historias y secretos de boca a oído, en rituales y fiestas, en asambleas, en una historia bajo las velas, en la resistencia cotidiana, en el silencio de la palabra. Escondieron la palabra en ini nima yo, en el “adentro profundo del alma” y ahora esa palabra renace y acompaña el andar y las luchas.

 

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| Jaime García Leyva, escritor ñuu savi de La Victoria, Guerrero. Su libro más reciente es Na savi. Gente de la lluvia.

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