Ven conmigo hermana mía hay un cielo infinito donde bien cabemos volando alto ¡ven! Escucha mi voz responde; que tengo un pedacito de luna colgado en el pecho para alumbrarnos el miedo
Fui ave, corté mis alas para acariciar tu viril desnudez, me convertí en mujer para soñar contigo.
Ataúd de quiotes infinito, fugaz. Abuelita, transmuta tu cuerpo.
El panteón se encuentra ubicado a un kilómetro de la plaza del pueblo. Es un terreno robado a los huizaches y a los mezquites desde hace muchos años; desde cuando el pueblo era unas cuantas casas.
Mi abuelo llegaba bajo los efectos del alcohol y diario golpeaba a su esposa, la tomaba del pelo pegándole en su abdomen a puñetazos, ella sólo lloraba y seguía cocinando.
El día transcurría sin mucho que contar, sólo estaba esperando para tomar el carro que me llevara lejos de aquel lugar caluroso. Pasé la mayor parte del tiempo recordando mi infancia, ¿hace cuántos años que había sido eso?, tal vez sólo muy pocos. Aquella vez, viajaba de vuelta a mi pueblo, a mi casa.
Frente a Tehuantepec, aquel noviembre El embate del mar calmó a la noche Y en el día de verano desbordó la cubierta.
Entre las oscuras veredas de aquella madrugada, Balit iba arreando unos enormes puercos rumbo a Teklum, el pueblo grande. Los corrales donde criaban los puercos se encontraban en aquellas tierras llamadas Vega, una región humedecida por el entonces caudaloso río que nace de las montañas de Guatemala...
Mikel Ruiz recrea sin piedad la tragedia de Acteal en diciembre de 1997. Aquí escuchamos la voz del asesino, el que desprecia a los “insectos” (es decir la organización Las Abejas) en nombre del mismo Dios al que rezan sus inminentes víctimas. El personaje llamado Pablo Ak’obal se asume instrumento de la ira y el odio de Dios: su “enviado mortífero”.
A tus insinuaciones me entrega pronto. Aunque tus ojos tarden en pedírmelo. Me tocas bruscamente y me da miedo ceder a tanto.
Primero crezco y soy poderoso pero muchas veces mi sombra huye busco por todas partes los campos del mediodía pero se han ido y también la memoria
El alboroto provocado por estos dos animalitos despertó a los otros guardias. Su primera reacción fue mirar hacia la sepultura y, al verla abierta, dirigieron sus ojos al cielo.
En tiempos anteriores a la conquista, Tutul Xiú, el gran cacique maya, poseía una soga enorme y cuando deseaba visitar otro pueblo le ordenaba a la soga que se extendiera en el aire, a cierta altura del suelo y hasta el sitio anhelado, con tal de trasladarse en ella rápidamente.
La palabra tortilla tiene su origen al parecer en el latín. Su significado es pequeña torta de pan, pan delgado en forma circular o tipo de pan plano, que a su vez es diminutivo de torta, según se ha dicho. Con este término se ha equiparado nuestra palabra waaj en lengua maya, quizá por la forma más común, plana y redonda que le dan a la masa de maíz en los hogares de la Península de Yucatán.
Humo emanando del techo, cubierto de pencas de maguey, se expanden aromas de chile y tomatillo.
Era muy pequena para entender el porqué vivía en la ciudad si yo amaba el campo, si yo era agua sobre los árboles, sobre los animales y el viento. Hablé náhuatl con mi madre al menos hasta mis primeros cuatro años, entré al preescolar y se me dificultaba interactuar con mis compañeros, sólo cruzaba el portón y empezaba a llorar gritando por mi madre pues no quería estar ahí.
No entendía por qué mi padre tenía que irse al campo muy temprano, mientras que mi madre hacía el desayuno; me levantaba eso de las cinco de la madrugada aún rascandome los cachetes. Recuerdo que me ponía mi camisa rayada con un pantalón viejo y un sombrerito verde.
Las manos son una parte del cuerpo humano; unas son zurdas, pues escriben, filetean, patean, batean o caminan por la izquierda. De igual manera la palabra mano hace referencia al prójimo: qué uvas o quiubas mano; mana o manita de cariño si tiene cara de mujer: cómo has estado, manita.
Convencidos de la verdad de los mensajes divinos, igual que sus ancestros, fundieron sus espadas en arados. La espada no repara lo que arruinó el verano, dijeron. Oraron y oraron.
Actor clave en el renacer ñähñu de Hidalgo, Francisco Luna Tavera (Alfajayucan, 1954-Ixmiquilpan, 2015) fue militar en su juventud. Incursionó en la administración pública, llegando a presidente municipal de su localidad en 1991. Después se volcó a la investigación y la crónica del Valle del Mezquital.
Tu cuerpo es una isla que mi destierro abraza. Tu cuerpo tiene grietas por las que mi llanto fluye. Tu cuerpo es la cuna donde anida la luz, ahí deposito
Escucho a los pinos balbucear oraciones desconocidas, la niebla observa repleta
Quiero contarte un cuento sobre una llave que no fue usada… …sobre un aula de clases a la que no se acudió… …sobre un patio de recreo que fue silenciado… …sobre un libro que no fue leído…
Los escritores tseltales de Chiapas, al igual que otros escritores en lenguas indígenas, atravesaron muchas barreras para definir la escritura de la oralidad, por eso optaron por escribir primero en la lengua del “kaxlan”, es decir, documentaban primero las narraciones en lengua tseltal, grabándolas, y después las transcribían al español.
En tiempos de los arrieros, una actividad realizada solamente por mestizos, éstos se aprovechaban de los hombres solterones de las comunidades mayas. Por ejemplo, cuando se hacía de noche, los arrieros pedían posada en alguna casa tseltal.
“Me estoy muriendo”, dice con voz desfallecida por el terrible dolor, como si los fuertes brazos de su padre se le fuesen clavando en el cuerpo. Manuel aprieta los dientes, de la comisura de los labios se escurre un espeso hilo.
Soy perro mexicano, chilango, de la región más transparente (Lomas de Plateros) y pringuen su madre los demás perros. Pura barba el Padre Garibay, que el perro azteca viene del chiguagüeño, pasando por Tula y el Valle del Mezquital.
Fue en febrero, estaba en casa con clima fresco. Recuerdo que mi casita estaba cobijada de árboles verdes y grandes. Mi padre había regresado de una jornada muy larga, se sentó junto a mí para cenar a las seis de la tarde. Lo sé, es avaricia. Mi mamá hacía tortillas en el comal de barro mientras enfriaba mi atole de cacao.
Las olas del viento de la noche lavan el sudor de su frente y su pecho. Con la cabeza recargada en el marco de la ventana, Francisco Jiménez mira, absorto, las luces lejanas de las casas del pueblo. Después de hacer ejercicio, se ha quedado ahí, inmóvil.
La princesa Cuauhtlitzin pasea por la laguna con su falda llena de peces cuando el astro lunar se alza en el poniente
Cerca del área de los juegos sagrados, arriban personas de poblaciones vecinas y otras de tierras de Najalostomeka. Algunos canjeantes acomodan mantas de algodón y tablas en el piso de tierra para trocar: yuca, pitahaya, aguacate, guayaba, carne de venado, comadreja, pez y otros animales.
Samar (Sanjay) Bosu Mullick nos confiesa en la introducción a Sylvan Tales que él no era un escritor, que narraba historias de viva voz pero no había escrito nunca. Y cuenta: “La idea se apoderó de mi imaginación creativa y comencé a escribir historias de mi vida en forma de ficción. Lo que no me percaté entonces es que escribir historias así era un asunto doloroso”.
Esa tarde caían las hojas y grandes gotas del cielo. Bajábamos con pasos cortos por la estrecha vereda de tierra que nos conducía hacia los árboles: refugio que siempre estábamos buscando.
Yo soy poeta porque me gustan las cosas bellas de la naturaleza y la humanidad, porque a aquel que ama la belleza, lo reconozco como poeta. Y soy poeta porque me gustan las cosas hermosamente hechas, aunque yo soy imperfecto. Mi nombre de pila, Juan Hernández Ramírez, y mi cuerpo nacen en el pueblo de Colatlán, Ixhuatlán de Madero, Veracruz.
Corre el año 1994, en una asamblea comunitaria, el comisario (thúnga), profesor Sebastián Mendoza, planteó a los vecinos que era necesario germinar una banda filarmónica para musicalizar fiestas y despedidas de difuntos, así también para representar el rostro de Monte Alegre, en el municipio de Malinaltepec, y compartir la ofrenda musical con otros pueblos (xtaja, trabajo musical colectivo o mano de vuelta).
Si me buscas algún día, no me busques debajo de las piedras, ni en el fondo del río. No estoy atrapado en el color de la espina como te lo ha dicho el taskgoyot.
Decir sí. ¿De qué trata este sí? Extiendo mi enagua y esparzo las flores con que bordaron mi ropa hasta el cuello, hasta la tumba de mi cuello.
Son a las 2:50 a.m., intento no pensar ni reflexionar, dormir y cerrar los ojos, soñar los recuerdos pero me trastornan los ruidos en mi pensamiento con el aprecio del silencio de la madrugada. Nadie me escucha que grito con dulzura y que dejo caer gotas de nostalgia en los ojos, ahora que estoy lejos de casa los recuerdos regresan y retroceden en la niñez con el montón de leña en la espalda.
Las luces de algunas cenizas aún prendidas iluminaban la pequeña cocina de madera que alguna vez fue nuestra fuente de felicidad. Habían pasado alrededor de nueve años desde que se marchó de esta tierra, aunque de vez en cuando podía escuchar cómo seguía caminando por la casa y por más que lo pensaba no superaba que al fin hubiera tenido el coraje de abandonarme.
Ya llevamos casi un mes sin lluvias, los sembrados de la milpa se están marchitando; en el pueblo de Pozo Santo los habitantes presagian que se acercan tiempos difíciles para la cosecha. Se ha escuchado el prolongado canto de la cigarra, justo al inicio de la época de sequía.
A Marcos se lo llevó la cosa mala, o por lo menos eso es lo que dicen. Se desapareció un mediodía cuando lo habían mandado a que fuera a darle sal a los chivos que pastaban cerca de las piedras de los duendes. Lo vieron irse como a las once de la mañana. Llevaba la bolsa de sal y dos cubetas para darle agua a los animales en el río Redondo.
En nuestra lengua totonaca las palabras aktsú, maktsú, xaktsukú, xaaktsniná, quieren decir pequeño, el más pequeño. De estas palabras deriva el nombre de Aktsiní. Para nuestros pueblos tutunakú, Aktsiní está directamente relacionado con la lluvia.
Esto llegó de sopetón porque como a cualquier ser terrenal me llegó la nostalgia en estos tiempos de frío. A manera de mitigación, me acordé de los tiempos cuando, lejos de aquí, nos reuníamos en la casa de la abuela Carmen.
ESTÁS VIVA ¡Estás viva, contra el deseo de muerte que cargado en los aviones de guerra, fue jalado por el gatillo y fue escupido desde las nubes de hierro!
Al amanecer riego la milpa, al mediodía cuento los pollitos en la casa, en la tarde leo los libros sobre mis ancestros, en la noche pienso ¿qué haré mañana?
Habiendo transcurrido los numerosos episodios del conflicto, las estudiosas se abocaron a fatigar archivos buscando hechos y sucedidos que cimentaran hipótesis centrales y asteriscos al pie, donde el lector constataría el resultado de separar la palma del tronco...
Cuentan que un día le sucedió a una niña, allá lejos, entre las montañas, donde viven los mixes. Una mañana cuando el sol comenzaba a asomarse por el horizonte y la gente empezaba a preparar su almuerzo, una niña, de aproximadamente nueve años de edad...
Un dios lanza su hacha: mueren faroles, El semáforo cambia a negro, aúllan enloquecidos cláxones...
Mi hermana mayor estuvo enferma durante dos meses y en aquella época tenía el cargo de agente municipal en el Duraznal. Justamente se había enfermado en la casa del pueblo y aun así subió por donde yo vivía porque su casa quedaba más arriba.
La reclusión pandémica de años recientes provocó un colectivo de poetas en lenguas originarias de Oaxaca, donde se hablan 16 idiomas propios y sus múltiples dialectos. El libro Verbo Raíz. Poesía originaria de Oaxaca (Colectivo Editorial Pez en el Árbol, Surco y Centro Universitario Xhidza, 2021; incluye opción de audio)* agrupa una docena de poetas...
Le dije que haría una casa que llegue al cielo donde jueguen los niños y por dentro florezca
Hay quienes alzan la voz para ordenar su sustento, para llamar a alguien, para calmar una mano lasciva entre sus piernas, para olvidar el tufo de quien lo lastima, para que dejen de robarle a los miserables,
Mi olla se rompió desesperadamente y se ha hecho lodo de asirla, tan fuerte.
A pesar de que no lo entendía por completo, seguí la instrucción de mi madre, y en compañía de mi hermano partíamos molestos, con un pedazo de costal desgastado hacia la rejoya, un terreno que mi abuelo no hace muchos años le había prestado a mi papá para que pudiera sembrar maíz.
Pasado un tiempo volví al río Tzendales. Una tarde, remontándolo, no lejos ya de la abandonada Finca Román río arriba, la lancha en que viajaba ya no pudo librar una caída de agua para la cual el lanchero no venía preparado.
Lagartija Lagartija haces florecer mi ombligo tus colores renuevan constantemente el universo.
MINK-ILHTÍN / TU ESPACIO Mink-ilhtín ¿Tuku naklimakuán Ak-xni naktaqenú nak minkilhtín…?
Me había despertado temprano por el insistente sonido de la leña partiéndose y los agitados sonidos de las gallinas al ser correteadas. Al salir, los tenues rayos del sol lastimaban mis ojos, aun así dejé que mi vista nublada encontrara las siluetas de mis padres apurados por ser el día más pesado, como ellos decían.
No sé cuántas veces pude haber caminado en este lugar, hasta que una tarde en la intersección de W Vernon Av. y del Freeway 110, Los Ángeles CA, debajo del puente de hormigón se distinguían casuchas muy pequeñas y endebles, carpas con soporte de palos y tubos que servían de alojamiento a los que se quedaban sin hogar.
Petrificado, flotando al ras de la banqueta, se asomaba un pie de piel morena aparentemente tostado por el sol y los años. La rigidez del talón se confundía un poco con la dureza del asfalto en el que yacía la extremidad.
Un sábado viajé de Oxchuc a Jovel en uno de los autobuses llamados guajoloteros que llevaba decenas de pavos amarrados de las patas en el toldo. Cuando llegué a Jovel hacía frío. La neblina densa cubría la ciudad. Las personas caminaban enchamarradas por la calle. Fui caminando por las cuadras hacia la Escuela de Escritores.
En la sierra nororiental del estado de Puebla hay meses en los que el calor es tan intenso que lo único que quieres es permanecer postrado en una cama, una habitación de bambú o de madera en donde el viento acaricie lentamente mis mejillas y mis cabellos se deslicen hacia enfrente o hacia arriba.
Una soga oscura abraza mi pescuezo como una serpiente y me sujeta con agresividad. Cuatro paredes son lo que mis ojos perciben, mis brazos cuelgan como las bombillas que tiñen estos muros, que durante una década y un lustro fueron mi único refugio, compartimos noches de insomnio, ansiedad, depresión y momentos faustos.
Hace mucho tiempo, quise echarme el costal de ideales al hombro e irme en busca del lugar en donde poder hacer una diferencia. Imaginaba con ser parte de un cambio en este mundo al que miraba jodido. Más bien las disparidades entre los humanos me hacían pensar distinto.
Estaba aún sentado en la silla cuando ella comenzó a mezclar en una jícara medio litro de kuchu’ (aguardiente) con jugo de limón y sal. Enseguida, me levanté lentamente y fui a mi cuarto. Me senté a un lado de la cama para esperar a la mujer del beso sabor a kuchu’, quien me curaría y cuando llegó, dijo:
De pronto una mano ajena recogió un poco de tierra polvosa del suelo y la tiró contra mi pecho. Fue más un acto considerado que algo agresivo. El suelo o la grava cambiaron antes de tocarme y se volvían piezas rasgadas de tela, tal vez algodón, que se envolvieron sobre mi torso.
Lu guendaruuya’ guira’ni cuzunisa cayaba gupa En la mirada todo transpira el sereno
Soy un río. Si escuchas pausadamernte bajo los salares de Antofagasta, o bien al sur de Osorno o hacia la cordillera, en Melipilla,
Aquella mañana fresca en Las Chacas la mujer del beso sabor a kuchu’ me convidó dos tazas de atole agrio y un kaxlaanchu (pan) antes de salir de su casa. A esa hora, el sol todavía permanecía escondido detrás de los cerros, aunque no tardaría en asomarse y su presencia durante todo el día en lo alto del cielo me haría sentir como si me bañara dentro de un temazcal.
Este poema tiene como objetivo recordar que los tecuates (tetl: piedra y coatl: serpiente, en náhuatl) son una de las más importantes herencias que la Tonantzin Tlalli o Madre Tierra nos ha dejado en esta Casa Común, que seguimos destruyendo cotidianamente de manera capitalista, terca y egoísta.
Soy del municipio de Tlacotepec de Porfirio Díaz, que pertenece a la Sierra Negra. Mi lengua materna es el náhuatl. Mi escuela preescolar se ubicaba como a diez minutos de mi casa. Todas las mañanas recuerdo que mi mamá me levantaba y me cambiaba, me daba de desayunar, después me lavaba los dientes y, ya cuando repicaba la campana, salía corriendo para no llegar tarde.
Terminé de secar mis lágrimas mientras veía cómo mi madre pasaba junto a las personas para llegar y abrazarme. Lo había logrado, estaba frente a un público que me estaba escuchando, estábamos en la misma línea. Había escuchado a mi corta vida hablar a las personas con dos voces diferentes, pero jamás lo había hecho yo.
La Tierra despierta al mundo con Eká kusúala / Canciones del viento (2012) de Martín Makáwi (Guachochi, Chih., 1972) y con el sonido de los tambores que se escuchan por toda la Sierra Tarahumara y vibran en el corazón de los hombres, los animales y las plantas.
La Tierra despierta al mundo con Eká kusúala / Canciones del viento (2012) de Martín Makáwi (Guachochi, Chih., 1972) y con el sonido de los tambores que se escuchan por toda la Sierra Tarahumara y vibran en el corazón de los hombres, los animales y las plantas. En esta breve selección de poemas se reúnen cantos que aluden al amor filial y su vínculo a la Tierra, a la herencia ancestral y su cuidado, al amor a la Naturaleza, donde una de las imágenes más potentes es Okó wiká nawáme/ El Árbol de Muchas Raíces.
Nuestra voz es quimera, sólo la oyen los que han probado la brisa del manantial que ahoga tu rostro.
El faisán de las montañas quedó en la penumbra, sin luna, sin sol, sin estrellas. Lentamente se fue hundiendo hasta llegar al inframundo,
Me crié entre los verdes surcos soy maíz de la gran madre fecunda mujer valiente me arropó con su rebozo sus brazos fueron paredes que embistieron
Transcurría el mes de agosto de 2016 cuando llegué a trabajar a la Universidad Intercultural y desde el primer día me hospedé en el hotel La Esperanza de Las Chacas. Los dos años anteriores había permanecido en Xalapa, Veracruz, porque allá se encontraba mi director de tesis y estaba por terminar mis estudios de posgrado en el área de Lingüística.
Sucedió bajo las nubes del cielo mixe. Catalina vivía con sus padres Constantino y Rufina en el pueblo de Santo Domingo Tepuxtepec. Eran siete hermanos; ella con 10 años de edad tenía el cabello trenzado como las ramas que se cruzan al choque del viento, de sus hombros frágiles colgaba un vestido azul floreado desgastado...
Cascos ametalados de un caballo rayándose en la sombra fue todo lo que vio.
Mis ancestros de barro pastan la noche que de vez en cuando relincha tras el sol ocultando sus galopes.
Desde chico, cuando llegaban visitas a la casa, que podrían ser familiares o gente desconocida que pasaban a saludar o los topaba en la banqueta de la casa, don Juan siempre tenía la misma estructura de su plática
No me siento del todo bien. Es miércoles y ya tiene rato que este día se viene sintiendo flojo. ¿O seré yo? Con el pretexto de que es media semana. A lo mejor me pasa porque de por sí este día es lento. Los clientes escasean. Ya de por sí la pandemia nos dejó bien jodidos, pues hay que pensarle en lo que uno se quiere gastar la plata.
Una mañana, mientras limpiaba maíz para hacer mis tortillas, recuerdo que llegó mi comadre sólo para contarme que de nuevo mi marido estaba tomando con don José. Como era de esperarse me enfadé mucho, pues había dicho que sólo iba a pagar unas deudas y regresaría para que fuéramos al centro a comprar las cosas para la fiesta de nuestra patroncita.
El especialista Miguel Ángel Rocha Vivas escribe: “En Colombia continúan vigentes tradiciones mítico-literarias que nos hablan de los tiempos anteriores a la llegada delos europeos y los africanos; tradiciones cuyas manifestaciones suelen ser ancestrales y contemporáneas a la vez y que, por tanto, no son formalmente precolombinas, aunque poseen sus orígenes en ese gran periodo, o más bien, su ‘gran origen’”.
A veces, sólo a veces en la claridad de la Luna los ojos de las hojas señalan el rumbo de las cosas mira la milpa...
Habitar las sierras cordobesas nos ofrece una forma de mirar y caminar el mundo desde la pluralidad donde el “nosotros, nosotras” es partida y construcción de comunidad.
Con principio a los usos y costumbres que rigen en el pueblo de Tamazulápam Mixe, herencias de los antepasados, creencias autóctonas, que aún se resisten a ser conquistados por la época moderna, la vida cotidiana de los habitantes del lugar siempre está acompañada por los Granos de Maíz que hablan y encaminan con presagios los viajes a otras tierras lejanas.
Cintle: Mazorca (cintli). Cuitlacochin: Huitlacoche, hongos del maíz. Elotl: Elote. Elotlmezontle: La colilla del elote. Elotomochtle: Hojas del elote. Epiotl: “Pellejo” del maíz.
Era un hombre muy flojo porque cuando le daban tortilla y comida para que fuera a trabajar a su parcela pues no hacía nada y solamente se dedicaba a ver en cómo pasaba el día. Cada vez que iba al campo hacía lo mismo; no rozaba y tampoco limpiaba. No le gustaba trabajar, pero lo que sí le apasionaba consistía en tocar un instrumento musical.
Al amanecer, Rodrigo se alistó para asistir en una reunión de profesores. Se presentó al lugar y puso atención a lo que se murmuraba en el magisterio. El joven escuchó que los representantes del grupo de profesores acusaron a otros de intervenir con la negociación que estaban llevando a cabo con el gobierno.
Quemaron nuestras casas, como a un tronco rajaron tu espada,
Se trataba de alcanzar el sueño estadunidense pregonado en voz alta, pero jamás de perderse en un sueño a la oscuridad eterna. “Mi cabeza es un laberinto oscuro” (Ernesto Sábato). Y ahora se ha ido en una travesía sin regreso. No fue posible un adiós o un hasta pronto. Desvalido se quitó los huaraches, sus únicos protectores y acompañantes en esta inmensa ciudad.
Antes del basurero había un claro en el cerro bajo el follaje espeso que expurgaba el Sol trizando cabos secos y compulsando hojas en su viaje hacia el suelo,
La sombra de la ceiba se desnuda y las ramas alzan sus nudosas manos al cielo vacío, a la luna de secas.
Éstos son los mensajes bilingües pronunciados al inicio y el final del Precongreso para la institucionalización de la lengua mazateca por el escritor Juan Gregorio Regino, director del Instituto Nacional de las Lenguas Indígenas (INALI), ante autoridades municipales, educativas, colectivos y activistas en la cabecera municipal de Jalapa de Díaz, Oaxaca, el 18 de noviembre de 2022.
Cuando todos se hubieron reunido, los hombres en armas de guerra fueron a cerrar las salidas, las entradas, los pasos.
Bajo el sol de mediodía, el espacio que no se mira… la cosecha de canola nadie le dijo a las aves, ¿dónde sus alas posar, dónde su vuelo remontar?
Mientras más me acercaba a mi destino, el calor se hacía más insoportable. Huehuetla definitivamente no era como lo había esperado, tenía grandes árboles alrededor de la carretera, sus vistas tan impresionantes me describían un lugar maravilloso.
Mi juventud cedió con un corazón ciego en la sublevación de pensamientos para vestir de libertad a mi pueblo, encarcelado desde más de cinco siglos.
Soy de ese tiempo de los chaneques y las luciérnagas acuáticas De ese lugar donde reina el silencio Donde los curanderos caminan con velas para hallar la voz de las estrellas
A Juan y a Rosa los perseguía el demonio y por eso se escapaban. Luego, un señor trató de esconderlos cubriéndolos con hojas que en ese momento era lo que estaban comiendo un toro y un burro. El burro los iba descubriendo y el toro con sus cuernos acomodaba las hojas encima de ellos para que nadie los viera.
Hablemos de las flores, de esas hermosas rosas que gustan tanto a las mujeres, de los preciosos girasoles que pareciera que no pierden su color, e incluso las siemprevivas que persisten con su esencia, podrían pasar años y mantendrían esa frescura en sus flores.
Soñaba con mi leyenda, mis pies ondeaban en las nubes blancas, veía caer las gotas de lluvia, veía volar a las brujas, de un latido desconsolado desperté agitado,
He prendido fuego en la cumbre he incendiado el ischu* en la cima de la montaña. ¡Anda pues! Apaga el fuego con tus lágrimas, llora sobre el ischu ardiendo.
Así es la conjura de los infames de los régulos y pérfidos que silenciaron nuestras voces intentando sofocar nuestro aliento, en sangre ahogaron nuestro canto...
ÑÄHÑU Punst’i ri da ha ra Boxhyadi habu dri huexki ‘ne dri yot’i ra Zänä, ra Hyadi
Chilaj ta svulel yo’onton jyaya ta syayijemal sbek’tal jme’: te xvok’talel sk’ejimol at o’ontonal, xet’emik vinajel, xchi’uk jalijem at o’ontonal.
Tuupëjy (Flor de lluvia) me conto en una de las quince noches ininterrumpidas que habíamos platicado que su verdadera familia estaba en el camposanto y se refería a sus abuelos porque a pesar de estar muertos todavía seguían demostrándole amor con la visita constante de un colibrí a su casa. Sin embargo, jamás pensó cuál sería el efecto de estas palabras y la Tierra siguió girando.
Todo pasaba frente a mis ojos, era como ver una hilera de momentos una y otra vez. Sentía que la vida se me iba, sentí miedo y a decir verdad nunca supe si era porque jamás había estado tan cerca de la muerte o porque ya estaba muerto. Escuché voces, nada familiares, repetían mi nombre una y otra vez, pero no podía verlos. Estaba oscuro.
Ra tihi thogi ya pa. Ra past´i ra mahyats´i ha ma ñä. Ra hëki ya y’ u. Ra ya nogo mfeni ge ga hoki. Ya nehi hinga za ga jut´i. Ya y´o r´amats´u, ya ma pa ha ri hyo.
Tengo la piel de un árbol mis cabellos son sus hojas cada una de ellas son recuerdos que se enredan se secan y caen al vacío
Todas las mañanas hacía muchísimo frío en Tamazulápam Mixe y era más intenso en los meses de diciembre, enero, febrero y marzo. Y como no tenía chamarra ni sudadera, pues trataba de esconder mis brazos debajo del gabán negro que mi tía Irene me había regalado. Sin embargo, mis cachetes no se escapaban de la furia del invierno; terminaban quemados y con el paso de los días se agrietaban.
¿Desde cuándo el fragante caballero galante comenzó a fustigar al universo?, se inquirió en silencio Alom. Una tarde el bosque descansaba en un divino paisaje, todo era frondosidad. Las flores se desvestían ante los ojos de miel y al frescor de la serena tarde silente, mientras la fauna y los seres nictófilos y opacarófilos contemplaban las sonrisas de los fémures descomunales de las nínfulas, apasionadas, divas idílicas y aromáticas que arden sobre los ríos desnudos.
Aún recuerdo bien cuando estudiaba el tercer grado de primaria y por las tardes me quedaba en el albergue, porque mi mamá vivía con el papá de mi hermana menor y no me gustaba la convivencia entre él y mi mamá. El albergue servía para refugiarme, jugar con mis amigos y no vivir bajo el mismo techo de aquel hombre que la mayoría de las veces nos rechazaba.
Alguna vez leí sobre la muerte, sobre lo aterradora que llegaba a ser para algunos. Había escuchado que tenías que aprovechar cada uno de tus días como si fuera el último. Y eso también pensaba, creía que teníamos que vivir al máximo, o al menos hasta que logré verlo todo…
Desde niña aprendió́ a moler, aprendió a atizar la lumbre, a tejer huipiles, a cocer frijoles, a limpiar la casa, a cargar leña, a viajar a lugares lejanos y desconocidos para trabajar.
Hay en la poesía de Liliana Ancalao una honesta búsqueda de los pasos perdidos de su ser y de su idioma. La “mujer que sabe latín” de nuestra Rosario Castellanos, en la experiencia de Ancalao encarna como “mujer que aprende mapuzungun” porque sabe, porque siente, porque es lo que es. Nos conduce con naturalidad admirable por el camino de sus propias huellas...
ROSA MAQUEDA VICENTE, tallerista comunitaria, poeta y escritora ñähñú. Cofundadora del Proyecto Cultural Ya mfeni. Parte de su obra poética se incluye en: Activismo. El arte como espacio de resistencia (2022); México Tenochtitlan, Cinco Centurias en Flor (2021)...
Hoy que abrí los ojos y me levanté de la cama, me atreví a sacar del baúl de mis recuerdos todos los rostros de la gente que amo tanto, y de ese racimo de alegrías, cayó la flor de la muerte.
Mientras yo agonizaba de desesperación y de nerviosismo en el Totonacapan, el sol caminaba pacientemente en lo alto del cielo y no era la primera vez que experimentaba estas emociones. Lo único que deseaba en ese momento era huir y esconderme entre los árboles de bambúes o sentarme debajo de los brazos del pochote para recuperar el aliento.
Emiliano se despabiló. Se estiró de mala gana, y sintió la necesidad de reacomodar sus huesos entumidos. Tenía un sabor amargo en la boca y sus ojos le rechinaban de secos. Había tenido un mal dormir. Necesitaba café. Se había despertado constantemente durante la noche, porque mientras dormía, lo perseguía una pesadilla en la que una araña se le quería meter por uno de sus oídos, y otra por el agujero izquierdo de la nariz.
Aún era de madrugada cuando el aullido de los perros me despertó. La luz de mi vela estaba un poco apagada, como cuando algo malo va a pasar. No le di mucha importancia y me abracé a mí misma para volver a caer en un sueño profundo. En cuanto amaneció me levanté para salir a traer agua y dejar mi nixtamal en el molino.
Poemas incluidos en Poetas de cara al sol, antología en lenguas originarias compilada por Esteban Ríos Cruz a partir de la producción del Taller de Creación Poética en Lenguas de Oaxaca “Ca neza xti’ didxayé / Los caminos de la palabra florida” (CaSa Centro de Artes de San Agustín, Oaxaca, 2022).
Existían tres tipos de ciudadano promedio. En realidad, había de otras clases que carecían de mayor incidencia. En todo caso, se les podía relegar con facilidad, sólo había que darles una dádiva para que pronto olvidaran las coyunturas que los hacían protestar.
Las personas venían de Cotzocón. Llevaban dos mulas con varias arrobas de café e iban a venderlos a Mitla. Desde temprano habían salido y caminaron todo el día. Pasaron la noche en San Pedrito y al día siguiente continuaron rumbo a Atitlán. Descansaron algunas horas en El Duraznal y al tercer día ya se encontraban en la Casa de los Abuelos...
En la mayoría de los pueblos ñuu savi de la Montaña de Guerrero, las personas suben a sus cerros sagrados la noche del 27 de octubre de cada año para llamar y recibir a sus familiares ya fallecidos y con estas palabras de llamamiento:
Estaban los Armadillos: Don Isma, Pili, Carlos, Dianita, Edwin,Tisha, Luis, Alondra, Miguel el Keniano, Blanquita, Geras, Sandra y demás atletas.
Subrayaba en mi calendario la fecha del tres de mayo, mientras recibía regaños por parte de mi madre por no apresurarme. Mi vestido blanco aún estaba impecable, pero ella insistía en que si seguía corriendo lo ensuciaría, así que me senté y vi cómo mi mamá alistaba todo para irnos. Sería un día largo, de eso estaba segura.
Uno ahí, parado, ridículo, en medio de un círculo de gente que, brazo cruzado, sabe que se ha comprado la justicia con una transacción de la que no se hablará, por supuesto; pero que, como recurso desesperado, pende del aire bochornoso que se ha estancado en la sala; la gente mira por las ventanas —o desde la ventana de un celular—...
Ya han pasado más de cuatro décadas desde que te fuiste y a la segunda casa que habías construido con techado de zacate blanco también le dolió tu partida porque meses después la mayoría de los postes de madera que servían de muro no soportaron seguir de pie y se desmoronaron.
Døx ’øn ’ixpøkpa nax ’øy tsutsi mukpa’døkay nax ’øy tsutsi mukpa’døkay neji ’ang’itxukpa teji wøjø’ y ya wøjø’ nax ’øy tsutsi mukpa’døkay Døx ’øn ’ixpøkpa nax ’øy tsutsi mukpa’døkay
Ella tomaba mi mano mientras los primeros rayos del sol tocaban las puntas de las montañas, frente a nuestros ojos la luz de un nuevo día golpeaba fuertemente a la intensidad de su mirada, no había duda, yo ya estaba perdido. Ella tenía todo de mí, podía pedirme lo que quisiera y yo se lo daría por verla sonreír como lo hacía ahora.
Mi lengua es como las estrellas que revisten el cielo, como luciérnga que tintinea en la oscuridad. Mi lengua es como el color del maíz cuando se asoma al mundo, maíz morado se vuelve cuando entra en tu alma. Mi lengua es de tierra húmeda donde nace el coqueteo de mariposas.
Un día una mujer salió de su casa y al regresar encontró a alguien que estaba moliendo nixtamal en el metate. Tenía puesto una falda negra de las que usan las mujeres mixes de Tamazulápam y no parecía ser un perro. Al ver semejante escena, faltó poco para que ella enloqueciera.
Soy el tecolote agorero de la noche. También soy la enredadera que sube por tus piernas; vainilla que perfuma tus montes.
Despierto del amanecer, envuelto en tus recuerdos, con mi sonrisa dibujada, colgada de la aurora del escote de tus cielos. Despierto envuelto en el telar de las caricias que tus palabras entretejen e iluminan este mi hogar y mi persona.
El faisán de las montañas quedó en la penumbra, sin luna, sin sol, sin estrellas. Lentamente se fue hundiendo hasta llegar al inframundo, lugar de vida inversa donde el regreso espinoso.
“¿Van a comprar tortillas?”. El hilo de mi voz entraba a los corredores y a los patios de las casas de los pescadores. Vender las tortillas que hacía mi abuela era empezar con el rocío de la madrugada, mientras el maíz hervía xpoco xpoco1 en la lumbre. La observaba trenzar sus cabellos con listones del color de su enagua y ponerse su huipil de algodón con grecas de cadenilla para ir al molino. Su cadera frondosa y su cintura pronunciada hacían que la tina de maíz lavado se detuviera con su brazo.
En un mundo mucho antes que éste, había suficiente para todos, Hasta que alguien se descontroló. Nos enteramos que fue Conejo, jugando con el viento y con la arcilla. Todos estaban cansados de sus trucos, y nadie quería ya jugar con él; Estaba solo en ese mundo.
Hace mucho existió una mujer alta, fuerte, con frente amplia con boca ancha y ojos profundos, generalmente se le veía con naguas negras: Por sus rasgos físicos le denominaron la Tsitsimitl, que en español significa mezquina. Muchos nahuas de los pueblos cuentan que esta mujer era una bestia porque practicaba el canibalismo.
Nací en un mundo conformado de espíritus. Ellos me querían robar, hicieron trampas para que cayera, no pudieron.
Mamá Juana camina por la cocina, va alumbrando la noche con la llama de una vela, su gato persigue sus pasos acariciándole los tobillos con su larga cola, ella se detiene, deja la vela sobre la mesa y con mucho cariño carga en sus brazos a su gato perdiéndose en el universo verde de sus ojos y le acaricia la panza.
El mundo en que nacimos no será el mundo en que morimos. En mi cuna hubo trapitos bordados de colores como se usaban en el pueblo, arcoíris de artesano que al tiempo ahondan su finura y la paleta de sus tonos vale más.
Toda vida es excepcional o terrible. Las historias están ahí, enfrente, y con frecuencia dentro de uno. Eso le ocurre al joven documentalista Xun Sero, originario de Mitontic en el corazón de los Altos de Chiapas, y formado en la ciudad de San Cristóbal de Las Casas.
Es el periodo de 1958. Linda Vista, una ranchería de Tamazulápam Mixe ubicada bajo las nubes de la SierraMixe, donde los cerros divinos alzan su mano, hablan con el cielo. En esta serranía los pobladores vivían dispersos en terrenos posesionados por los abuelos.
Hace más de ocho décadas nací a unos metros del lugar sagrado El Colibrí en Tamazulápam Mixe y una de tantas actividades que realizaban mis papás consistía en sembrar maíz en el pedazo de parcela que les habían heredado mis abuelos. En aquel lugar, era tan común ver el amanecer y el atardecer cobijado por la neblina.
Joy Harjo, de la nación creek, nació en Tulsa, Oklahoma en 1951. Quizá la poeta indígena actual más reconocida en Estados Unidos. Estos poemas proceden del libro In Mad Love and War, 1990.
Después busca un lugar a la sombra de un edificio antiquísimo, de esos que pareciera que se derrumbarán con el movimiento del aire, busca un lugar para poner la bandeja de cerillos que lleva, se amarra la trenza cual fueran hilos de plata entrelazados y sujetados por un listón satinado.
Ulukña tyi pulel tyejklum; we’ekña mi isubeñoñ cha’añ k’änlek’añoñ kpulel ja’el. Pe itsejltyak ja’ tsa’ ipejkayoñ: Bakijach mi ak’otyel
Qué lleno de cosas está el mundo y de nombres y de panes y de gente velas encendidas y apagadas y el cerillo y la cera en el vaso casas con ventanas por enfrente
Lo primero que escuché cuando desperté la mañana de un martes fue el rugido de la corriente del río que provenía del arroyo principal en El Duraznal, puesto que los últimos dos días del mes de mayo había estado lloviendo muchísimo y al salir al patio vi también que la fuerza del agua aún seguía levantando bastante espuma blanca en la cascada enfrente del cerro.
Vi caer la luna, vi al sol quejarse, sonreí a mi fantasía Va al profundo túnel para colorear el arcoíris,
Ka´nu hora, ka´nu kivi, kivi vitin. Soko yuku, soko nduta. Ni na kundityi Yuku Ka´nu, Yuku Sikun.
La libertad del pájaro, del ave, del gato Libertad del organismo que se mueve sin esperanza Aquella libertad de la que tanto hablamos pero poco sentimos, ya pensar en ella es esclavizarse,
Cuando Juan se había juntado ya era un señor de edad avanzada, por eso él se ponía triste al imaginar que tal vez no llegaría a conocer a sus nietos, la noticia de la llegada de su nieto le trajo tal alegría que en el momento sus ojos brillaron y bajaron lágrimas sobre su rostro, se alegró mucho.
Colibrí de Michoacán, tzintzún ágil y pintado, te he visto siempre volar, nunca te he visto parado, vuelas como disparado, símbolo de libertad...
El que fallece se desaparece de entre nosotros. Se va para siempre. Los espíritus no existen. Menos el alma. Digo yo pues. Retornan los que están vivos y andan por ahí lejos, perdidos, revoloteando en algún lado. Un día menos pensado hallan la vereda del retorno.
Casi todo el año las nubes mantenían escondido bajo su regazo al sol, pero cada vez que el viento soltaba unos llantos ensordecedores ellas corrían alborotadas de susto hacia los cerros y en un abrir y cerrar de ojos desaparecían por completo en El Duraznal.
Cuando comencé a reflexionar sobre el concepto de justicia, exploré aquello que yo consideraba injusto. Así di con la idea de la auto-explotación a la que nos sometemos para poder lograr las cosas, para tratar de conseguir algo que, por el mismo sistema en que vivimos, no podremos o será muy complicado de conseguir...
Los gallos ya habían cantado hasta el cansancio cuando me levanté y quité despacio el palo con el que atrancábamos la puerta. Salí y vi que el cielo mixe aún seguía iluminado por miles de estrellas. Agarré un montón de leña seca e hice lumbre.
Presagiar la ternura como quien ve en el horizonte un barco. Allá, a lo lejos, tan diminuto parece una mota de polvo. Pero existe. Y viene.
Estoy tomando con Pascual, un compañero del trabajo. Apenas hoy nos pagaron. Le dije que quería tomar con él, que yo le iba a invitar. También él quería tomar, porque hoy nos cansamos mucho. Así empezamos. No sentimos cómo pasa el día, cuando nos damos cuenta ya es tarde.
Sentada en su Jetta de último modelo, Lucía piensa cómo podrá ganar la Presidencia Municipal. Su mirada se pierde en la luz de las estrellas, que desaparecen tras la entrada del alba. Baja la vista al patio de la gran casa roja llena de pastizales, lugar donde jugaba cuando era niña.
Cursaba el quinto grado de primaria y todos los viernes cuando terminaba las clases regresaba a comer al albergue en Tamazulápam. Minutos después, salía del comedor con el estómago contento y entraba al dormitorio para agarrar un morral donde había guardado un cuaderno y algunos libros de texto.
El viento de la montaña es travieso, se mete en la cabeza de los hombres. Eso sucedió con Marcelo, en su niñez fue maltratado por padecer este fenómeno. De su padre sólo pudo obtener desprecio, no así de su madre, quien sí lo quiso hasta su muerte.
El sol ya se había escondido y pronto vendría la noche. Pero aun así fui a visitar a mi abuela al Cerro del Viento en Tamazulápam Mixe y cuando llegué me dijo: “Tomaré un baño en el temazcal, ¿podrías rociarme de agua en todo mi cuerpo con las hojas del palo del águila? Mi mano no puede tocar nada. Estoy enferma”.
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