LO VERDADERAMENTE INDIO ESTÁ DENTRO DE TODOS NOSOTROS: SILVIA RIVERA CUSICANQUI
En una extensa conversación con Ojarasca, la pensadora y activista boliviana Silvia Rivera Cusicanqui plantea la condición de “lo indígena” en términos éticos y epistemológicos. En el contexto mexicano, refiere lo que puede significar una candidatura indígena a las elecciones presidenciales del 2018 y considera que los poderes no sólo ignoran los conocimientos de los pueblos indios, sino que buscan vaciarlos de contenido sólo con fines de propaganda, mientras en los hechos se instrumenta la eventual destrucción de las lenguas, las culturas y las formas de sustentabilidad y cuidado de la tierra. Así, elabora críticamente sobre las implicaciones de la que llama “crisis boliviana”, debido a las políticas autoritarias al servicio colonial del capitalismo por parte del gobierno de Evo Morales en su país.
Cambio de paradigma
Hemos pensado en los indios sin haber asumido realmente las consecuencias de qué es lo indio, qué es lo indígena, qué es lo originario. Se trata de un cambio de paradigma. Hay que explorarlo, hay que experimentarlo y buscarlo en el corazón de cada mestizo y de cada persona. Cada ser humano que está involucrado con la memoria de su país y de su pasado tiene un indio dentro, tiene a todo el Continente. Se debe entender que el ser indio es un paradigma totalmente diferente para enfrentar el mundo y para relacionarse con él. A eso le llamo episteme, y no a un color de piel o un poncho.
El episteme indígena está mucho más avanzado en México que en otras partes del mundo, tanto en comunidades zapatistas de Chiapas como en las mixes y zapotecas de Oaxaca, o con los yaquis de Sonora. En el tema de la comunalidad está muy asumido el episteme del diálogo con las plantas, el conocimiento de hierbas medicinales, lo que tiene que ver con la naturaleza.
En México hay algo muy enriquecedor en la marginalidad del movimiento indio, porque se ven en la necesidad de ser seriamente indios, indios de verdad. Es algo trabajado desde adentro, no desde la apariencia o la superficie, y eso genera la posibilidad de otra cosa. Si se habla de candidaturas, existe una especie de capacidad de construcción del poder desde abajo que va a permitir un cierto nivel del mandar obedeciendo.
Una candidatura indígena –como la propuesta por el Congreso Nacional Indígena (CNI) y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN)– puede alborotar el sueño de los poderosos y, por otro lado, alimentar qué es nuestro proyecto y cómo se lo decimos a la masa de despistados que está cargada con sus celulares, envilecidos por el consumo. Creo que estas iniciativas pueden seducir y sanar almas, cuerpos, generar creatividad epistémica en chicos jóvenes de universidades, porque hay potencial para moverle el piso al poder. A mí me importa un huevo si una candidatura así le quita votos a otros, lo importante es que le suma votos a la alternativa y la diversifica. Se tiene que reconocer la alternativa, darle nombre y contenido, práctica, y eso veo que está muy avanzado en las comunidades de aquí, por ejemplo en Oaxaca. Es otro México.
Las situaciones de derrota tienen otra cara, la gente empieza a movilizarse porque sabe quién es el enemigo y eso permite la posibilidad de la autocrítica y autoconciencia, por lo que tiene un efecto revelador y educativo. La derrota se transforma en una crítica consciente y por tanto en potencia organizativa sobre la paz, desde abajo. La paz se construye en los hogares, con los animales, las plantas, con todos. Hay un surgimiento impresionante de colectivos, grupos que se organizan y que construyen esperanza.
Es interesante ver cómo en estas circunstancias se transforma la hiel en miel. En Bolivia, por ejemplo, esto está activando a muchos grupos de jóvenes, que se autoconvocan para pensar lo indio desde dentro. Se hacen talleres, se hacen acompañamientos a las causas como el aborto, hay chicos que hacen graffitis. Todo eso da esperanza.
Sin duda habrá grupos puristas, dentro de los aliados, que cuestionen una candidatura de esta naturaleza, pensando que se someten a las reglas del poder. En todos los casos tenemos un riesgo de purismo que resulta contraproducente. Donde se debe tener el techo de lo que se puede y se tiene que hacer es en la ética. Sin un techo ético hasta las medidas más aparentemente radicales se pueden venir abajo, pero con ética se puede entrar haciendo grietas sin mancharse el alma, adoptando una estrategia, un eje, que es trabajar con contradicciones sin perder el rote de ese episteme que da la seguridad de que el poder no va a engolosinar. Por otro lado sabes que no estás consumando el poder, sino construyendo visibilidad, discurso, episteme, potencial organizativo.
¿Un partido de izquierda en México tiene condiciones para encarnar la organización comunitaria en zapoteco, en mixe, en tsotsil? En tsotsil, como en huitoto y aymara, hay cuatro personas gramaticales y se estudian juntas como una persona. ¿Tiene un partido como Morena o cualquier otra entidad, capacidad de formular un nosotros que es a la vez singular y colectivo? ¿Cómo no se va a enriquecer su propuesta dialogando con esa otra esfera de poder, de pensamiento, de acción? Lo que están manejando los zapatistas y el CNI, hasta donde entiendo y con la poca información que hay, es una forma alterna para hacer las cosas desde abajo, no es la clásica relación que han hecho todas las guerrillas en zonas recuperadas. La diferencia zapatista es un regalo de la humanidad.
Hago un reconocimiento muy caluroso a cómo avanzó el zapatismo, y toda la base previa de articulación indígena de los setentas en Oaxaca. La irradiación de esa otra episteme, de ser indio en la práctica interna, ayuda a perfilar el por qué del fracaso del Evo Morales en Bolivia. Y viceversa, el fracaso de Evo puede aconsejar cautela para las estrategias políticas que se están dando en la macropolítica. La lección negativa puede ser muy útil.
Hay una metáfora que nos ayuda a entender: con un sólo fósforo se puede vivir un mes, porque metes la brasa bien arropada en la ceniza y al día siguiente soplas y está viva la brasa. Esa es la gran metáfora para los tiempos malos. Hay que cuidar esa brasa, hay que abrazarla y arroparla para que se mantenga respirando y no se enfríe. Eso en el futuro va a dar un chispazo y luego un incendio. Pero el problema con las derrotas es que se deja apagar la flama: la gente emigra, se va, se dedica sólo a su vida personal.
Mantener la brasa también es comunicarse entre México, Colombia, Bolivia, los mapuche, los zapotecos, los tsotsiles, todos. Lo problemático con las opciones políticas indias es la impaciencia de los demás. La formación de la clase media de izquierda es impaciente políticamente.
En Bolivia el gobierno no es indio,
sólo tiene la apariencia
El gobierno de Evo Morales no hace lo que dice la Constitución. En los hechos, en Bolivia hay una penetración progresiva del capital y la inversión estatal china y rusa, que están destruyendo el medio ambiente con inversiones gigantescas de infraestructura como el tren bioceánico, represas, una planta nuclear que para colmo se ubicará en un lugar de El Alto donde hay una falla geológica.
El gobierno tiene subordinado al poder judicial, cualquier miembro del poder judicial que funciona autónomo al gobierno, que hace preguntas, automáticamente le sacan acusaciones. Hay un montón de abogados presos o prófugos, jueces y fiscales en el exilio por las presiones del gobierno. A la vez, hay un entramado de corrupción, intereses estratégicos de otros países y sumisión. Un colonialismo internalizado. Las élites mestizas que dominan Bolivia son megalómanas, la otra cara del complejo colonial.
La crisis arranca con la formación de un organismo llamado Movimiento al Socialismo (MAS) que nos hace creer que no es un partido. Viene con el discurso de que es la articulación de los movimientos sociales. El tráfico intelectual detrás de esa concepción implica una voluntad de capturar a los líderes y disfrazarlos de MAS a través de un membrete prebendado y corrupto. “Te doy esto si estás conmigo”. Es una escalada de beneficios personales a los líderes y las instituciones.
El otro problema es su visión macro del “desarrollo”. Para ellos no hay desarrollo sin fábricas grandotas, carreteras, minas. Es una vaina que tienes que “mostrarle” a la gente. Si haces una investigación sobre el mejoramiento de semillas, no se ve.
El drama de las mujeres es el machismo de los sindicatos con los que negocian las obras, no importa qué, con tal de que sea grandote. Eso ha llevado a un despojo epistemológico de lo que significa lo indio. Espistemicidio: estás matando una concepción del mundo que no va por lo grande sino por lo pequeño, no por la acumulación sino la protección de la vida, la reproducción de lo que existe, la mejora de la salud. Nada apunta al empoderamiento del conocimiento indígena de salud. Se da la paradoja de que se niega el Servicio Universal (Suni) a las madres que no se atienden en las clínicas, sino con parteras. ¿Cuál multiculturalidad, cuál “plurimulti”, cuál “nación indígena”?
Para no hablar de la no consulta a las comunidades. Las leyes de Minas y de ONGs de 2013 que liquida la crítica. Han cerrado el Cedla, que resistía firme por sus investigaciones impecables que demostraban que ya no hay soberanía alimentaria, hay un nivel brutal de desbosque en la Amazonía. Han liquidado a la disidencia, meten en cana a periodistas, les quitan sus medios, les intervienen y falsean sus cuentas. Es la paranoia de los poderosos, con el sentimiento de que sólo ellos tienen la razón y son incapaces de escuchar.
Un gobierno que habla de la Pachamama, que se presentó citando lo de “mandar obedeciendo”, resultó lleno de mestizos colonizados. Todo esto tiene que ver con el ethos. Piensan que un país como el nuestro necesita un gobierno centralizado. Para ellos las autonomías indígenas son paja. Ahora se quitan competencias a los municipios “disidentes”. Centralizan inversiones para desfondar municipalidades y gobernaciones que no son incondicionales.
Cambio de paradigma
Un gobierno indígena auténtico no hubiera recurrido a esos disfraces y rituales falsos para los turistas y la prensa. Poncho, ritos falsos y color de piel no son “lo indio”. Para mí, consiste en una episteme y eso implica varias cosas claves. Una es reconocer que los sujetos no humanos, montañas, ríos, animales, son entidades con las que dialogas. Todo lo hermoso que es entender la relación del trabajo agrícola con la relación metabólica, cósmica con la tierra.
Un segundo elemento es el diálogo con los muertos. Viven, hablan y orientan a los vivos, y permiten identificar los límites éticos que no puedes rebasar. El tercero: crear, vivir, tramar comunidad es la reproducción de la vida, implica una ética del cuidado por parte de hombres y mujeres. Otro tipo de relación hombre-mujer que también permita superar las brechas y jerarquías entre el trabajo humano y el intelectual, porque lo que haces con las manos es parte del metabolismo con el cosmos, porque participas en el ciclo de reproducción de la vida. Estas cosas son fundamento del pensamiento andino.
En términos de democracia, si haces comunidad, las decisiones no las toma el dirigente ni el individuo. Supone que tengas la ética del cuidado y la reproducción de vida por el bien de todos los partícipes en esta cadena trófica. El tema de las mujeres es una cuestión de ética colectiva, pero su papel tradicional retrocede, penetrado por la lógica del sindicato. A nivel de la comunidad de base, donde el dirigente es controlado por la comunidad, es mucho más fuerte en el tejido comunitario la presencia de las mujeres, porque los hombres son los que migran. También este nivel se ha deteriorado. La soberanía alimentaria está en retroceso. Hasta la comunidad más de base ha sido afectada por esa idea de desarrollo.
En 2001, el 62 por ciento de bolivianos se identificaba como indígena; en 2012, el 43 por ciento. Se está dando una “desafiliación étnica”, una erosión de la identidad india bajo un gobierno presuntamente indio. Lo que ni la dictadura ni los gobiernos neoliberales lograron. Todo bajo una espectacularización de lo indio. ¿Es posible un gobierno indio en una tierra mestiza? Me parece un suicidio colectivo del movimiento indígena no apuntar a la descolonización de los mestizos. Que haya mestizos dispuestos a volver a la tierra, aprender el idioma, hacer el rito en su corazón y no en la televisión.
El cuarto elemento de la episteme es acercarse a la lengua. Pues también hay desafiliación lingüística. Se empobrecen los recursos de la creatividad intelectual que ofrece el aporte indio para una nueva sociabilidad, una nueva forma de hacer política, otra relación con el mundo y la vida. Mandar obedeciendo de a deveras, y no cuatro dirigentes que le obedecen a un líder.
El fracaso de Evo es el de todos y todas. Desde el principio dejamos pasar el machismo y otras cosas, nos creímos de que éramos un movimiento de movimientos. Ya en 2010 es claro que no, con el gasolinazo. Y en 2011 la lucha contra el TIPNIS lo hace más explícito. Pero una masa de gente apoyó a los indios y Evo revirtió el plan; lo mantiene vivo, pero no intocado.
El trasfondo más importante es la Ley Minera, una vez pasado lo del TIPNIS. Revela los verdaderos intereses. Elimina la consulta previa, se da el monopolio de agua a la empresa minera. Cuando la gente comunitaria protesta parando una mina, se considera “avasallamiento del trabajo”. La ley no garantiza el resguardo ecológico ni el tratamiento de residuos. Declararon la minería “prioridad nacional” y dan concesiones sin límite. Ni la dictadura. Y luego el avasallamiento de los parques, creados en los 90 con gobiernos neoliberales. Todo se sacrifica a minas, petróleo y caminos.