TU NOMBRE EN EL TIEMPO
¿Cómo pensamos el ser mè’phàà?, en cierta ocasión preguntábamos a un abuelo lo que significa la palabra mè’phàà, sorprendido por nuestra ignorancia, nos dijo:
–¿No saben lo que significa?, significa, “hombre trabajador”.
Supongamos que alguien le pide a un mè’phàà presentarse, seguramente dirá: ikuun ñàju’ Marcos (yo soy Marcos), el significado literal de lo que dijo es: yo soy el trabajo de Marcos, la raíz de la palabra “ñàju’’ viene de la palabra ñàjun (trabajo).
El ser mè’phàà está constituido desde lo colectivo, se construye el ser en la búsqueda del nombre, ese ser es siempre ante los otros, quienes definen el nombre con base a la praxis comunitaria del sujeto que busca su nombre, por eso, se debe construir el nombre a través de trabajos comunitarios, asumir responsabilidades, tener la capacidad de hacerse cargo de los otros para el bien de la comunidad y su funcionamiento, la lógica no es de ganancia, ni de salario, sino de servicio a la comunidad, el ser significa “trabajo”.
Cuentan los abuelos mè’phàà que en el camino es donde encontramos nuestro nombre, no ese nombre común, sino ese que nos da identidad; cuando alguien deja el pueblo para ir a buscar trabajo, dice: màga’yá mbí’yu (voy buscar mi nombre), es igual a buscar algo de comer, cazar, recolectar, sembrar, etc., cuando se encuentra el trabajo se dice: ñàjun rí náxná mbí’yáa, (lo que te da nombre) y cuando alguien muere: nijanú mbi’yuu (le llegó su nombre). Lo que se conoce del mè’phàà, de su paso por el mundo es la construcción del nombre, que mantiene el movimiento de la identidad, generando la vida.
La palabra mbi’yuu (nombre) está estrechamente relacionada con el tiempo mbí’i (día), comparten la raíz léxica. A continuación, mostramos algunas oraciones para ejemplificar:
Ndàà mbí’yuu: No tengo días para vivir.
Nijanú mbí’yuu Juan: Le llegó la muerte a Juan.
Nàmbí’i rìga xuajén: Esta amaneciendo el pueblo.
Xàbò mbí’i nitsíkun ló’: El hombre de día me quemó.
Un mè’phàà también se puede presentar diciendo, ikuun mbí’yu Marcos, (mi nombre es Marcos), decir el nombre es decir literalmente que se es el tiempo, que en todo momento se construye a partir de las acciones que generan vida y sostenerla implica trabajar, cuidarla, material y moralmente; todo trabajo implica la construcción de un nombre ontológico, que se va fortaleciendo conforme se va aprendiendo del mundo.
En los mitos está presente la historia del tiempo, cada cultura tiene su propia manera de contar su nacimiento, basada en su propio filosofar en la cual se ve plasmada la finalidad de su existencia, uno de los mitos que explican el nacimiento del tiempo, es el de “La vagina dentada”, en la versión mè’phàà es contada de la siguiente manera: “[…] Después, los dos jóvenes continuaron caminando hasta llegar a una casa enorme, tocaron la puerta y salió un anciano, le pidieron trabajo, el señor les dijo:
–¿Están dispuestos a trabajar de lo que sea?
– Si —contestaron.
–Está bien, les daré trabajo —dijo el señor—, el que agarró el ojo izquierdo de la serpiente, trabajará de noche, caminará después del atardecer, porque arrancó los colmillos de la vagina de la mujer, se hará cargo del tiempo de las mujeres, de la menstruación, los embarazos y se llamará: Gón’(Luna); quien agarró el ojo derecho de la serpiente, trabajará de día, caminará al amanecer y dará calor al mundo, pero sin hacer tanto calor porque si no matará a todos mis hijos, se llamará Àkha’(Sol).
Los jóvenes dijeron que sí y desde entonces se encuentran trabajando en la casa de ese señor, cuentan los xi’ña (abuelos) que así nació el día y la noche, así fue que amaneció y oscureció el mundo.”1
El mito explica el surgimiento del día y la noche a partir del trabajo que hacen el sol y la luna en la casa del tiempo. El trabajo del Sol se mide por la posición de sus ojos (horas) en su camino por el cielo, que a su vez se divide en tres formas de nombrar el tiempo de trabajo, para denotar constancia y responsabilidad, mi’chà wakhà’ wakhíí, (temprano, medio día y tarde) que a su vez son las tres formas de saludar: watsá ló’ (buenos días), wakhá ló’ (buenas tardes) y wakhía’ ló’(buenas tardes- noches).
El camino de la luna, se mide; desde que es tierna hasta que madura, lo llamamos gòn’ (mes), un mes corresponde a un ciclo lunar, el tiempo de la luna se cuenta por su crecimiento en el cielo, una cara de luna equivale a ocho caminos de sol. El camino de la luna está estrechamente relacionado con el tiempo del trabajo en el campo, cada posición de ella en el cielo significa algo para la siembra o cosecha.
El cuerpo de la mujer es como un reloj del tiempo, la menstruación es lo que une el tiempo de los humanos con el tiempo de los dioses, es el reloj que pusieron los primeros dioses en el vientre.
De los nombres designados al sol y a la luna, se derivaron los tipos de masculinidades y feminidades que existen en el mundo mè’phàà: xabiya (hombre de agua), xabekha (hombre guía), a´go (mujer).
Hay una idea generalizada de que el sol es hombre y la luna es mujer, y que siendo seres celestiales ambos están relacionados con la fertilidad. De hecho, los términos àꞌguàán (estrella), gùnꞌ (luna), tienen la misma raíz de àꞌgù para designar a la mujer y gùꞌwù [gù’ù] para referirse a las mujeres; mientras que àkhàꞌ (sol) tiene también la misma raíz de xàbekha que significa hombres, que a su vez proviene de xàbò ikha (personas guía)2
Los trabajos del sol y la luna hacen posible el conocimiento del tiempo; “Por eso ahora el sol y la luna viven en el cielo y regresan a ver si todo está en orden en la tierra, tal como lo dejaron, así fue que amaneció el mundo. El sol y la luna dieron las medidas de todo, por ejemplo, si tu siembras maíz, lo puedes aventar en donde sea, siempre va a salir hacia en donde está el sol, al igual que el frijol y la calabaza; enseñaron a los animales a cambiar de pelaje conforme cambia el clima, el sol y la luna también crearon la muerte, porque si nadie muere, el mundo no crecerá, por eso todo vuelve a la tierra, todo lo que comemos lo debemos de pagar, la medida de la lluvia, llueve para que crezca la milpa, nada crece si no hay lluvia, ellos son los que nunca hacen falta, siempre están con nosotros, la persona que trabaja se guía por el sol , el sol y la luna pues, traen la medida del mundo y enseñaron como trabajar para buscar nuestro nombre.”3
Maga’yá mbí’yu (voy buscar mi nombre) es el camino de construcción de conocimientos para garantizar la vida y la continuidad de nuestra cultura, es el trabajo (hacer) lo que define nuestro ser.
Nuestro nombre vino desde la historia, desde el día que abrimos los ojos y conocimos el tiempo, del conocimiento que aprendimos en el camino para sostener la lengua, por eso, si nos niegan el derecho de buscar nuestro nombre de manera digna, nos niegan el conocimiento del mundo, la posibilidad de hacernos mè’phàà.
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1 Mito de kuaya’ recuperado por Jùmà Mè’phàà.
2 Carrasco Zúñiga, Abad. Algunas anotaciones a la sociolingüística mè´phàà. pág. 54.
3 Cayetano Pacheco Jorge Alberto. (2016). Entrevista de audio. Tres Lagunas, Municipio de Zapotitlán Tablas Guerrero.
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| Hubert Martínez Calleja (1986). Estudió la Licenciatura en Filosofía y Letras en la Universidad Autónoma de Guerrero, Maestría en Estudios Latinoamericanos (UNAM). Ha publicado tres libros de poesía, con notable aceptación. Esta es una entrega más de su columna para Ojarasca sobre el pensamiento y la lengua mè'phàà (tlapaneca) de Guerrero.