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MIGRACIÓN CREATIVA. EL FIOB VISIBILIZA A LOS INDÍGENAS EN EU: ODILIA ROMERO

Entrevista Gloria Muñoz Ramírez

• LAS POLÍTICAS NEOLIBERALES QUE SUFREN NUESTROS PUEBLOS Y QUE LOS OBLIGAN A DESPLAZARSE Y LLEGAR A ESTADOS UNIDOS, PROVOCAN QUE TODOS SEAN EXPLOTADOS Y CRIMINALIZADOS


Al cumplir 27 años de su fundación, el Frente Indígena de Organizaciones Binacionales (FIOB), una mujer asume por primera vez la coordinación general de esta organización que lucha por los derechos de los pueblos indígenas en ambos lados de la frontera norte. Se trata de Odilia Romero Hernández, binnizá originaria de San Bartolomé Zoogocho, en la Sierra Norte de Oaxaca, y radicada en Los Ángeles, California, hace más de 40 años.

Luchadora social, intérprete de comunidades indígenas en California, activista contra la desigualdad y por la equidad de género, líder, mamá, esposa, hija, hermana, esta mujer sabe de opresiones, pero más de resistencias. Entrevistada a unos días de asumir su nuevo rol dentro de la organización en la que milita desde hace 15 años, Odilia habla del momento actual del FIOB, de sus retos, de la vida de los indígenas mexicanos en Estados Unidos, de la lucha por sus derechos en tiempos de Trump, a quien prefiere nombrar como “el 45”.

 

A 27 años de su fundación, ¿en que momento se encuentra el FIOB? ¿Cuáles son las luchas en las que está involucrado?

El Frente Indígena de Organizaciones Binacionales está iniciando una nueva etapa, se encuentra en un momento muy prometedor para la futura lucha de los pueblos, ya que estamos en transición y ahora hay más mujeres y más jóvenes.

Una de las luchas en las que estamos involucrados es por los derechos lingüísticos en los tribunales. Tenemos un programa de interpretación, capacitación y formación de intérpretes para poder ayudar a los hermanos indígenas a nivel nacional, con un enfoque muy específico en Oaxaca, pero también para indígenas de diferentes partes del continente. También trabajamos para el rescate de nuestro idioma con proyectos de enseñanza del lenguaje zapoteco.

En cada comité, estado o país el FIOB se enfoca en las necesidades directas de las comunidades. Los compañeros de San Diego, por ejemplo, hacen trabajo fronterizo y con los trabajadores agrícolas, y los que estamos en Los Ángeles nos enfocamos en la educación a los proveedores de servicios, funcionarios públicos y policías sobre el desplazamiento de las comunidades indígenas.

 

¿Cómo resumirías casi tres décadas de trabajo del FIOB?

La constante de la lucha ha sido visibilizar a los pueblos indígenas y darles una cara en Estados Unidos, que puedan tener un intérprete en su idioma, poner una queja y exigir la solución. También hemos estado muy involucrados en el otorgamiento del voto al mexicano en el exterior.  El FIOB ha hecho el trabajo que el gobierno no hace sobre los derechos lingüísticos, culturales y laborales. El camino ha tenido muchas cosas buenas pero también muchas complicadas.

Del Frente han nacido muchas organizaciones basadas en nuestra lucha. No creo que pudiera resumir los 27 años, pero hay que destacar su lucha por paridad y equidad de género, y la de los derechos lingüísticos de nuestros pueblos en ambos lados de la frontera. En 27 años el FIOB ha visibilizado el racismo, y lo ha denunciado. Y también ha sido una organización propositiva y crítica que ofrece soluciones.

 

¿Cómo se relaciona la migración con los proyectos de las empresas transnacionales en territorios indígenas?

La lucha más grande de nuestra organización es precisamente contra las transnacionales, las mineras, las eólicas, todo lo que obliga a la gente a desplazarse, a salir de su comunidad. Las políticas neoliberales y de extracción que sufren nuestros pueblos y que los obligan a desplazarse a otras partes y llegar a Estados Unidos, provocan que se violen sus derechos laborales, que las mujeres sean hostigadas, que no se les paga bien, que tengan problemas de acceso a alguien que hable en su idioma, que sean explotados y criminalizados.

Las transnacionales están acorralándolos, los sacan de sus casas y los mandan a otras ciudades y países, donde los tratan como cualquier cosa. Son muchos los retos que tenemos como pueblos indígenas en ambos lados de la frontera.

 

¿Cómo ha afectado la política migratoria del presidente Trump a la población indígena en Estados Unidos?

Su política ha impactado mucho. Donde están las redadas hay mucha comunidad indígena involucrada. En el caso de California, la población de los campos agrícolas es de las más afectadas por la política antimigrante del número 45 (me rehúso a dar su nombre para no darle más presencia en los medios). Él ha sembrado miedo y es como un tiburón que está oliendo la sangre. Han habido compañeros deportados, detenidos o que se están yendo de sus lugares de trabajo en los campos agrícolas y las zonas más conservadoras.

 


Queremos mandar el mensaje de que hay un derecho y no debe crearse pánico en la comunidad, porque ésa es otra cosa que hacen los medios y no nos lleva a nada. Lo que debemos saber y conocer son nuestros derechos como migrantes, con o sin documentos. Al final estamos resistiendo a través de la música, la poesía, la literatura, las marchas. Somos, a pesar de todo, una resistencia que luchará por sus derechos.

 

¿Cuáles son las urgencias de los pueblos indígenas en Estados Unidos?

Son muchas, sobre todo las que tienen que ver con el respeto a sus derechos. Volvemos a los derechos lingüísticos. Cuando las comunidades no hablan el español o el inglés, no saben de sus derechos o no se atreven a exigirlos, y por esa barrera lingüística hemos visto encarcelamientos o niños que son entregados a lo que en México sería el DIF.

Si mi mamá habla zapoteco y mi papá habla zapoteco y yo sólo puedo aprender el inglés que oigo en la escuela, obviamente voy a tener un retraso respecto a los otros. Eso de que los indígenas genéticamente nos tardamos en aprender es una tontería. Lo viví en 1981, y lo sigo viendo como intérprete.

El occidente nos mira como que no somos capaces de aprender y hasta han pensado que genéticamente tenemos retrasos intelectuales, pero no es así. Ése es uno de los retos, junto con la explotación laboral y discriminación a los pueblos. A las mujeres se nos paga menos, hay hostigamiento, tenemos que vivir en condiciones no correctas en los campos agrícolas y las ciudades. Pero también hay resistencia. A pesar de todas las penas que tenemos y los retos, hay mucha resistencia.

 

¿Cómo viven los migrantes indígenas en Estados Unidos? ¿Cómo es su cotidianidad, a diferencia de quienes no vienen de pueblos originarios?

La gente sigue su vida aquí. Se organizan los pueblos con su fiesta, su danza, su recaudación de fondos para ayudarse entre ellos a la hora de una pena, y eso es lo bonito. Tenemos muchos retos, pero también una vida propia. Nos involucramos en organizaciones, iglesias, asociaciones de oriundos y eso nos da vida y energía para seguir adelante.

Se organiza la Guelaguetza en todo California y en Nueva York. En Fresno, San Diego y en otras ciudades hay hasta fiestas patronales de los pueblos. Como FIOB nos involucramos en las marchas, talleres informativos, los conciertos, comemos tlayudas. Viviendo en Oaxacalifornia, siempre hay quesillo y mezcal.

Nos gusta el hip-hop, pero también nos gustan los jarabes, vestimos Nike pero también de huarache. Nos gustan los Dodgers, vivimos la cultura de diferentes maneras. Hay restaurantes con nombres oaxaqueños, panaderías en zapoteco, raspaderías. Es muy latente.

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