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ZOQUES EN VILO EXTRACTIVISMO Y RESISTENCIA / 252

Fermín Ledesma Domínguez


Una ola de despojo recorre los territorios de los pueblos originarios de México. No hay rincón del país exento de proyectos extractivos que legitimados bajo el discurso de la racionalidad del desarrollo, la modernidad y el progreso usan como mercancía a la tierra, el agua, el aire y los bosques que sin importar el deterioro de las condiciones ambientales del planeta nos conducen a una crisis civilizatoria de largo aliento. En oposición a este modelo extractivo y depredador, desde sus propios lenguajes los pueblos indígenas están de vuelta para denunciar las injusticias ambientales, sociales, culturales, económicas y políticas construidas en el último siglo. Desde sus propios saberes y lenguajes, los pueblos indígenas no sólo ponen el cuerpo para defender su territorio, sino que plantean la urgente necesidad de construir alternativas para salir de esta crisis sistémica construida por el capitalismo venido de Europa.

Uno de esos pueblos originarios con profundo conocimiento de su territorio y de milenaria existencia son los zoques, asentados en el sur de México hace más de dos mil 500 años, particularmente en Veracruz, Tabasco, Chiapas y Oaxaca. Con la imposición colonial española, sus territorios fueron fragmentados, explotados, saqueados y reducidos a pequeños pueblos dispersos, de tal suerte que fueron subyugados y casi desaparecidos en sus modos de existencia, tanto que en la historiografía mexicana y la agenda nacional son inexistentes. Los zoques no son un grupo étnico que se caracterice por su excentricidad en rituales y vestimentas coloridas exigidas por las políticas culturales de integración nacional.

Para las políticas desarrollistas promovidas desde la década de 1960 como proyecto nacional, el territorio zoque del norte de Chiapas es visto como zona de enclave de extractivismo interno para mejorar las condiciones económicas de los estados del norte y centro del país. La puesta en marcha de centrales hidroeléctricas para las ciudades industriales ha sido a costa de inundar 30 mil hectáreas de tierras agrícolas campesinas en Tecpatán, Chicoasén, Ostuacán y Malpaso y el desplazamiento de cuatro mil familias en un lapso de 30 años. Estas políticas extractivas evidencian las desiguales relaciones geográficas construidas por el capitalismo y por el Estado, las cuales no han parado, por el contrario, se profundizan.

Desde la década de 2000, una ola de proyectos mineros, geotérmicos y de extracción de hidrocarburos pretenden instalarse en el territorio zoque sobre 170 mil hectáreas en 10 municipios. La biodiversidad contenida en los bosques de niebla y el modo de vida cultural de los campesinos se encuentran amenazados.

 

De pronto los zoques se convirtieron en un referente de lucha por la defensa del territorio. En un hecho histórico, el 22 de junio de 2017, los pueblos organizados en torno al Movimiento Indígena del Pueblo Creyente Zoque en Defensa de la Vida y la Tierra (Zodevite) irrumpieron en la escena de las luchas socio-ambientales de México, para exigir el respeto a los territorios heredados y sus espacios simbólicos como el cerro del Tzitzun Cotzak, lugar habitado desde tiempos ancestrales por Piogba Chuwe (mujer que arde).

Ese 22 de junio, los zoques decidieron peregrinar hacia Tuxtla Gutiérrez para exigir al gobierno la cancelación de todos los proyectos extractivos, en particular la ronda petrolera 2.2 que amenazaba con licitar (entregar) 84 mil 500 hectáreas de tierras zoques y tsotsiles a conglomerados de empresas nacionales y extranjeras para la extracción de gas naturales y aceite ligero. Ese mismo día, la Comisión Nacional de Hidrocarburos, a petición de la Secretaría de Energía, decidió “suspender temporalmente” el proceso de licitación en virtud de que la consulta indígena no había alcanzado a la totalidad de las comunidades afectadas. En realidad, los pueblos zoques frenaron las “consultas indígenas” en Tecpatán, Francisco León e Ixtacomitán por considerarlas tramposas y amañadas, toda vez que nunca tuvieron acceso a información previa, libre y en su propia lengua sobre los daños ambientales, los impactos en la salud humana y animal que causarían la extracción de hidrocarburos en sus tierras.

Ha transcurrido casi un año desde aquella peregrinación zoque y el proceso organizativo en torno al rechazo a los proyectos extractivos crece en comunidades zoques y mestizas del norte de Chiapas porque la ronda petrolera no está cancelada, sólo suspendida, y eso aún roba los sueños de las comunidades y de la propia Piogba Chuwe, según cuentan en Chapultenango. Este 24 de marzo, unos tres mil zoques de 40 pueblos –mujeres, hombres, niñas, ancianos y ancianas– se reencontraron en la cabecera municipal de Francisco León, al pie del volcán, para votar de manera simbólica en contra de los proyectos de muerte, pero también para reivindicar la memoria colectiva, recuperar sus territorios, reafirmar su identidad cultural y evidenciar las injusticias históricas contra los pueblos indígenas, a propósito de los 36 años de la erupción del Volcán Chichonal. Las luchas socio-ambientales promovidas por los pueblos indígenas son acciones colectivas para defender el espacio territorial que además evidencian las desigualdades históricas en nuestro país.

La movilización de los pueblos zoques de Chiapas no es un hecho aislado en México ni en Abya Yala. Es expresión viva de que los pueblos originarios están de vuelta como un acto de persistencia pese a los 500 años de colonización y extractivismo, para hacer frente a la geopolítica del exterminio que busca despojar de sus territorios y modos de existencia a los pueblos indígenas. También es un anuncio al mundo de la urgente necesidad de repensaros como sociedad para construir salidas a la compleja crisis de la modernidad.

 

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| Fermín Ledesma Domínguez, doctorante en Desarrollo Rural en la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco y miembro del Centro de Lengua y Cultura Zoque de Chiapas AC. Para mayor información: https://zoques.wordpress.com/

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