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RECONCILIACIÓN Y RECUPERACIÓN COMUNITARIA

IVÁN OROPEZA BRUNO

ELECCIÓN DE AUTORIDADES MÈ’PHÀÀ EN UNIÓN LAS PERAS, GUERRERO

Mi papá me contó que en algunos pueblos mè’phàà había una práctica ritual muy particular para la elección de las autoridades. El proceso comenzaba en octubre, antes del mes de muertos; se reunían los principales de la comunidad (personas mayores que ya cumplieron con todos los cargos comunitarios: comisario, mayordomo, comisariado de bienes comunales) para iniciar un proceso de diálogo permanente. Comenzaban por seleccionar a los posibles candidatos para el cargo de nuevo comisario, cada uno de los principales argumentaba su decisión. Al final sacaban una lista con dos, tres o cuatro candidatos. Esta lista la llevaban con los mesos (personas que rezan) para pedirles el apoyo de preguntar ante nuestras deidades, a través de la quema del copal y las velas, respecto al mejor candidato para depositar los destinos de la comunidad.

Llegando noviembre, además de preguntar a las deidades, los mesos también consultaban al alma de los muertos que vienen a visitar cada casa. Pasando la fiesta de los muertos los mesos se reunían nuevamente con los principales para dar sus respuestas. Si a uno de los candidatos sus velas ofrendadas le lloraban mucho (derramando mucha cera), por decreto se cancelaba su postulación ya que traería desgracias al pueblo. Se optaba por el candidato que mejor quemaran sus velas y por quien mejores augurios tenía ante nuestras deidades e ídolos. Al final del mes de muertos se le notificaba al comisario (autoridad en turno) que convocara en los primeros quince días de diciembre a una asamblea general para elegir a la nueva autoridad que regiría el próximo año.

En la reunión, los pobladores cedían la toma de decisión a los principales. Ellos notificaban al “elegido”. La persona elegida tomaba la palabra y mencionaba ante los principales y la asamblea que reconsideraran la decisión debido a que era un alto honor que todavía no podía realizar. Ponía por delante el sacrificio que tendría que hacer pasar a su familia, que no había planificado tal decisión; suplicaba ser considerado para el próximo año a fin de poder juntar sus provisiones de maíz, frijol, calabazas y dinero, para poder sacar adelante a su familia en ese año de servicio a la comunidad. Los principales, en un lenguaje de mucho respeto, le suplicaban acatar la decisión. El candidato, al observar que la asamblea y los principales no aceptarían su suplica, aprovechaba el menor descuido para escapar. Salía huyendo. La autoridad ordenaba a su comandante capturar al elegido. El comandante y sus comisiones (policías comunitarios) salían a la persecución; cuando lo atrapaban, lo entregaban ante la autoridad y principales. Nuevamente se le pedía ocupar el digno cargo. Agotado por la persecución, suplicaba por segunda vez ser escuchado, lloraba y argumentaba que sus hijos estaban muy pequeños y no tenía el suficiente ahorro para darles de comer ni comprar los útiles escolares para el nuevo ciclo escolar. Las autoridades le mencionaban que nuestras deidades y la comunidad no lo abandonarían. Era así como, al ver que su propuesta de declinación no sería aceptada, finalmente se rendía y asumía el cargo.

En su discurso de aceptación mencionaba que la comunidad y los principales eran también responsables de los destinos de la comunidad; si algo salía mal en su año de trabajo ellos serían los primeros responsables por no haber elegido bien. Motivo por el cual pedía el apoyo de todos para sacar adelante los trabajos. Los principales agradecían sus palabras y le reiteraban el apoyo para las necesidades del pueblo. Todos celebraran el acto por tener una nueva autoridad.

Seguían diez días de ayuno antes de asistir al acto protocolario de entrega de nombramientos y bastones de mando. La comunidad los encerraba en la comisaría, donde tenían que guardar estricto ayuno y sólo se alimentaban de totopos con agua de chile manzano hervido. Durante esos días tenían que lavar los inmuebles de la Casa de Autoridades, restregarlas con tallos, raíces y bejucos para dejarlas súper relucientes, así como lavar el piso, pintar, ordenar todo. En esos días el pueblo vivía sin autoridad. Llegado el día de acudir a la Presidencia Municipal, iban a un manantial, arroyo o río a bañarse con agua fría para purificarse. Vestían sus mejores galas para acudir al llamado. Corroboró esta historia el profesor Urbano Morán, gran amigo de mi padre.

Este proceso ritual ha cambiado mucho; algunas comunidades preservan ciertas prácticas, o parte de ellas; unas más lo han perdido definitivamente. Ahora las comunidades deben trabajar constantemente para que la elección de autoridades, un evento por demás importante y trascendental para la vida colectiva, no rompa o debilite el tejido social. El pasado 27 de enero, la comunidad de Unión de las Peras dio un enorme paso para la reconstrucción del tejido social, quebrantado en años recientes. Los pobladores del lugar, todos ellos familiares, iniciaron un diálogo que les permitió reconocerse, saber que había dos grupos, y ambos tenían que ceder sus pretensiones para construir juntos una nueva vida en la comunidad. El viernes 26 de enero quedará marcado en la historia de la comunidad porque algunos de sus integrantes, preocupados por la falta de una solución ante el proceso de elección de autoridades que se había truncado por distintos intereses, iniciaron un diálogo para buscar una salida que todos los integrantes de la Unión pudieran aceptar. En una plática constructiva y amena acordaron reunirse al siguiente día en la ciudad de Tlapa de Comonfort con representantes de cada grupo. En la reunión los dos grupos se escucharon y pactaron un acuerdo de reconciliación. Así mismo, acordaron unir tsiakhè (fuerza) y jùmà (ideas) para beneficio de la comunidad. Mencionaron que en vez de seguir divididos se unirían. Optaron por mientras trabajar de la siguiente manera: un año encabezaría un grupo y el otro ocuparía la suplencia, y al siguiente año los papeles se invertirían. Fue un acuerdo justo para ambos grupos. Terminaron contentos y alegres por tal decisión.

Extiendo aquí mis sinceras disculpas a todos los pobladores y autoridades de Unión de las Peras; mi intención no fue denostar o desacreditar el valioso y enorme trabajo que han venido realizando. Felicito y celebro el esfuerzo que cada uno de ellos ha realizado para el engrandecimiento de la comunidad. Sirvan estas palabras para agradecer a cada uno de los integrantes del H. Ayuntamiento Municipal Constitucional de Malinaltepec por el empeño y voluntad mostrados en la resolución del conflicto.

El trabajo de uno debe encaminarse y apegarse en los más estrictos lineamientos metodológicos que convergen en una etnografía, una de las herramientas para la investigación y análisis de situaciones socioculturales. Por tal motivo, muestro mi más profundo respeto ante la perspectiva de los pobladores de la comunidad, y reitero que seguiré siendo acompañante solidario en la generación de soluciones efectivas y consensadas para los grandes problemas que afectan a las localidades originarias de La Montaña de Guerrero. Seguiremos caminando con los pueblos en su constante e incansable búsqueda de justicia, igualdad, equidad y respeto.

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