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CAMINOS ERRÁTICOS

LAURENTINO LUCAS CAMPO

QUÉ DOCENTES PARA QUÉ EDUCACIÓN INDÍGENA EN EL NIVEL BÁSICO

Imaginemos tres situaciones hipotéticas. Primera: usted tiene un hijo, una sobrina, un ahijado, o una nieta. El o la menor se enferma, por lo que la tiene que llevar con el especialista o al menos con el médico general. Al ser atendida, usted se entera que dicho médico, o pediatra, está en el primer semestre de su formación. Es quien está designado para realizar dicha actividad y no hay otra opción. Segunda situación: usted ha sido acusado de cometer una infracción a algún reglamento, por lo que requiere de la asesoría de un abogado especialista en la materia. Así, decide recurrir a los servicios de tal profesional. Al recibir orientación por el abogado o abogada, le dice que como está en el tercer semestre de su formación, le atenderá con los recursos que tiene hasta ese momento de su formación.

Tercera situación: necesita construir una vivienda, ya que carece de ella, y recurre al apoyo de un arquitecto para que le diseñe el tipo de vivienda con las especificaciones necesarias. El profesional de la construcción le orienta y diseña un proyecto para la edificación de su vivienda. Al final, el o la arquitecto le comenta que es en lo que le puede apoyar, ya que está terminando el sexto semestre de su formación. En los tres casos anteriores el médico, el abogado y el arquitecto supongamos que lo son porque heredaron de algún familiar o de alguien cercano o conocido el puesto para la actividad que realizan. Probablemente sí les interese ser lo que están realizando, o tal vez no les interese, ya que querían dedicarse a otra actividad. El asunto es que, a fin de cuentas, están ejerciendo dicha profesión.

Ahora, aludiremos a una situación, que, desafortunadamente no es ficticia, es real y actual. Muchos de los profesores de educación básica, especialmente de preescolar y primaria en contextos de diversidad cultural y lingüística, que laboran en los diferentes centros escolares en todo México, especialmente en educación indígena, no están formados profesionalmente para llevar a cabo la función docente. Sin embargo, ejercen dicha actividad aun con esa circunstancia. Más aún, son docentes porque en algunos casos heredaron la plaza de algún familiar cercano (padres, tíos, primos), en otros casos la compraron (porque es un buen “negocio” para ciertos agentes educativos). En otros casos, los menos frecuentes, porque se tiene la vocación y se decidió por convicción propia ingresar al magisterio, con los avatares que ello conlleva.

En estas circunstancias actuales y reales se encuentran maestros y maestras que desempeñan la labor docente, en contextos donde existen muchas carencias, pero donde también pervive la diversidad cultural y lingüística. Tales docentes, para atender una formación profesional adecuada a fin de desempeñar su labor, estudian uno de los programas educativos, la Licenciatura en Educación Preescolar y Primaria para el Medio Indígena Plan ‘90. Mientras se están formado a nivel profesional para enseñar en contextos de diversidad cultural y lingüística, continúan realizando su actividad, que han llevado a cabo por tres, siete, diez o más años.

En las situaciones ficticias referidas, para permitir que un pediatra atienda a nuestros infantes, que un abogado nos asesore en los asuntos o problemas jurídicos y un arquitecto nos oriente de manera adecuada para la edificación de una vivienda, en la realidad todos ellos requieren estar respaldados por una formación profesional adecuada. Lo anterior nos lleva a la reflexión: ¿es adecuado que quienes estén realizando la actividad profesional docente lo hagan sin haberse formado previamente? ¿Qué condiciones estructurales en nuestra sociedad propiciaron que los docentes de educación indígena, antes de estar formados ya desempeñen la labor docente? ¿Por qué se ha permitido que estas situaciones continúen por tanto tiempo? ¿Quiénes lo permiten? ¿Hay intenciones de modificarlas?

Tenemos un panorama donde intervienen factores y actores que hacen compleja la situación. Por un lado, desde inicios del siglo XX se puso en marcha una lógica de inserción de personal docente mal preparado. Por otro lado, se argumenta desde un discurso sindical en favor de los “derechos ganados” para la base trabajadora, que mucho tiene que ver con actos de corrupción. Así, hay una estrecha relación entre lo sindical y asuntos de índole política. En el siglo XXI persisten los docentes sin formación profesional, aunque ello perjudique la educación, en el aspecto pedagógico, para los niños indígenas, y en la formación profesional de los docentes mismos.

No tener la formación profesional no impide necesariamente que haya quienes realizan su función docente de forma adecuada. Se conocen excepciones que lo confirman, aprendizajes desde la práctica alimentada por la transmisión oral de docentes con más años en el magisterio. Sin embargo, es evidente la necesidad de que la mayoría de profesoras y profesores cuenten con la formación pertinente para trabajar con la niñez indígena. Es preocupante la falta de formación, pero también de vocación y compromiso en tales docentes, que han llegado a serlo sin interés ni motivación para asumir su enorme responsabilidad como formadores de niñas y niños pertenecientes a los pueblos indígenas. ¿Por qué sucede esto?

Una posible explicación: la permisividad para tolerar actos de corrupción, disfrazados de “conquistas sindicales”, como la herencia o venta de plazas. Otra: que debido al poco interés de instancias gubernamentales responsables de la educación pública para los pueblos indígenas, se eche mano de personal poco o nada calificado. Y una última posible razón: que no existen interés real ni suficientes recursos para atender a la niñez indígena.  Cualesquiera que sean las razones, deben ser atendidas ya para solventar las necesidades educativas de los pueblos en México.

 


 


 

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