AUTONOMÍA EN LIBERTAD / 268 — ojarasca Ojarasca
Usted está aquí: Inicio / Umbral / AUTONOMÍA EN LIBERTAD / 268

AUTONOMÍA EN LIBERTAD / 268

No es frecuente ni trivial juntar las dos palabras. Pese a las apariencias no se contienen una a la otra, pero la libertad le es indispensable a cualquier concepto de autonomía. En México son los pueblos originarios contemporáneos, aún llamados indígenas en lingua franca, quienes actualizan y acrecientan los significados de ambas. El sustrato profundo reside en la supervivencia de sus idiomas, gustos, códigos comunitarios y horizontes sagrados. A diferencia del resto de los mexicanos, los pueblos originarios viven la tierra que trabajan. Un pedazo tangible de mundo donde se produce, reproduce y cuida la específica humanidad que son, unida a un mundo físico al cual no buscan dominar, mucho menos “explotar”.

Sigue sin haber un gobierno nacional capaz de comprenderlo. En el continuum de discursos en apariencia cambiantes que se presumen bien intencionados, la relación con ellos es de protección aniquiladora. Empezó a nombre de la civilización o cristiandad, para llegar ese sambenito mestizo del siglo XIX que sigue vigente: el progreso. Desarrollo, integración, disolución benigna en un magma uniforme y nacional “por el bien de todos”. Iglesia, Corona, Mercado y Estado siempre coincidieron en decir a los pueblos: “Yo decido lo que es mejor para ti”. De ser así, hace siglos que hubieran desaparecido. Conversión, encomienda, acasillamiento, reducción remota, explotación, engaño tras engaño. “El indio no era desconfiado…”.

Al escribir Cuaderno de un retorno al pais natal (1939), Aimé Césaire dotó, de golpe, poderosas palabras modernas a una conciencia de siglos, una identidad sometida y humillada por el colonialismo europeo. Una reivindicación tan radical como la de la negritud de Césaire (y Senghor) viene ocurriendo en el continente americano con sus pueblos originarios, hoy bajo un colonialismo interno que no se atreve a decir su nombre, además del transnacional. No son sólo fórmulas literarias, su alcance es mucho mayor. En México, la propiedad conquistada o recuperada de la tierra, incluyendo la territorialidad de sus culturas y gobiernos propios, permanece como en pocas partes del mundo. El espíritu de Zapata seguirá vivo cuando se hayan ido los que hoy conmemoran al muerto.

Con remozados o reciclados discursos, trucos, promesas y disfraces, el Estado autoritario, las iglesias y los dueños del dinero insisten en quebrar esa pertenencia de y a la tierra que garantiza la duración de los pueblos. Manoseados de nombre, trivilializados hoy dentro de una retórica mitificadora y cursi, en la vida real sus exigencias siguen siendo espinosas y calientes allí donde se encuentran los pies con la tierra. No son casuales el número de líderes y organizadores asesinados por defender recursos, medio ambiente y territorios, ni el poco respeto que le merecen al Estado. Tal es hoy el horizonte de la resistencia.

comentarios de blog provistos por Disqus