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CHOQUE DE COSMOVISIONES

LEROY LITTLE BEAR

Cualquier individuo dentro de una cultura tendrá su propia interpretación personal del código cultural colectivo. Sin embargo, las cosmovisiones de los individuos tienen su raíz en la cultura, es decir, en la filosofía compartida por la sociedad, los valores y las costumbres. Si queremos entender por qué las cosmovisiones aborígenes y las eurocéntricas chocan, necesitamos entender cómo la filosofía, los valores y las costumbres de las culturas aborígenes difieren de las eurocéntricas.

En el pensamiento aborigen, la existencia consiste en energía. Todas las cosas son animadas, imbuidas de espíritu y en constante movimiento. En la esfera de la energía y el espíritu, las relaciones entre todas las entidades son de suprema importancia, y el espacio es un referente más importante que el tiempo. A pesar de que me estoy refiriendo a la filosofía de indios de las llanuras, hay bastante similitud entre las filosofías indias de Norteamérica como para emplear sus conceptos generales, aunque existan diferencias particulares o énfasis distintos.

La idea de que todas las cosas están en movimiento continuo, o flujo, conduce a la visión holística y cíclica del mundo. Si todo se mueve constantemente y está cambiando, entonces uno debe mirar todo para encontrar su patrón. Por ejemplo, los ciclos cósmicos están en constante movimiento, tienen patrones regulares que producen recurrencias: estaciones del año, migración de los animales, ceremonias de renovación, canciones, historias. El movimiento constante, como se manifiesta en los patrones cíclicos o repetitivos, enfatiza el proceso, no el producto. Resulta en un concepto de tiempo dinámico, pero inmóvil. El tiempo es parte del flujo constante pero no va a ninguna parte. El tiempo sólo es.

Todo lo anterior nos lleva a articular la filosofía aborigen como holística y cíclica o repetitiva, generalizadora, orientada a los procesos y firmemente arraigada a un sitio en particular.

La función de los valores y costumbres aborígenes consiste en conservar las relaciones que mantienen unida a la creación. Si la creación se manifiesta en patrones cíclicos y repeticiones, el mantenimiento y renovación de dichos patrones es muy importante. Valores y costumbres son la parte participativa que corresponde a las personas aborígenes para conservar la creación.

En contraste con los sistemas de valores aborígenes, podemos resumir el sistema de valores de Occidente como lineal y singular, estático y objetivo. El concepto europeo occidental de tiempo es un buen ejemplo de linealidad. El tiempo comienza en algún lugar anterior y sigue una progresión de A a B, a C, a D. La linealidad se manifiesta en una organización social jerárquica en términos de estructura y poder. En términos sociales se manifiesta como más grande, alta, joven o rápida en vez de más pequeña, baja, vieja o lenta.

La singularidad se manifiesta en el proceso de pensamiento de los europeos en conceptos como un dios verdadero, una respuesta verdadera, una forma correcta. Esta singularidad desemboca en una estructura social compuesta por especialistas. Todos en la sociedad han de ser especialistas de algún tipo: doctor, abogado, plomero o mecánico. Las especializaciones se clasifican en términos de prestigio. Esto a su vez da como resultado una estructura de clases sociales. Algunas profesiones están más arriba en la escala, y otras abajo. En las ciencias, la singularidad se manifiesta como una costosa búsqueda de la verdad última, la partícula última de toda la materia. Y así continúa.

La colonización creó una cosmovisión fragmentada entre los aborígenes. Mediante la fuerza, el terror y la educación intentó destruir la cosmovisión aborigen. Pero falló. En su lugar, la colonización dejó una herencia de cosmovisiones irregulares entre los pueblos originarios. Ya sin una cosmovisión aborigen, tampoco adoptaron una eurocéntrica. Su conciencia se convirtió en un rompecabezas aleatorio, en un rompecabezas que cada persona trata de entender. Muchas visiones colectivas del mundo compitieron por el control de su comportamiento y como ninguno era dominante, los aborígenes modernos tuvieron que hacer conjeturas o elecciones sobre todo. La conciencia aborigen se convirtió en algo superpuesto, contencioso, fragmentado, de deseos y valores.

Tanto el colonizador como el colonizado han compartido visiones colectivas del mundo incrustadas en sus lenguajes, historias o interpretaciones. Es colectivo porque lo comparte una familia o un grupo. Sin embargo, estas visiones compartidas del mundo siempre son impugnadas, y esta paradoja es parte de lo que significa ser colonizado. Todos intentan entender esas diferentes formas de ver el mundo y elegir cómo vivir la vida. Nadie tiene una visión pura del mundo, cien por ciento indígena o eurocéntrica; más bien, todos tienen una mente integrada, una conciencia fluctuante, ambidiestra, una conciencia precolonial que desemboca a una conciencia colonizada. Este choque de visiones anida en el corazón de muchas dificultades actuales con los eficaces medios de control social en la Norteamérica poscolonial. Este choque también suprime la diversidad en las determinaciones y niega la armonía a los aborígenes en su vida diaria.

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Little Bear Leroy es miembro de la Confederación Pie Negro y decano pensador aborigen del sur de Alberta. Profesor emérito en la Universidad de Lethbridge, se dice de él que es la encarnación del sabio. (The Comeback de John Ralston Saul, Penguin Canada Books, 2014).

Traducción: Justine Monter

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