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“NOS HAN SUBESTIMADO”: GLADYS POTOSÍ, POETA KICHWA DE ECUADOR / 271

ENTREVISTA POR RAÚL FERNANDO PÉREZ LIRA

Gladys Potosí (1981), poeta originaria de Angochagua, en el norte de Ecuador, es parte del pueblo kichwa karanki. Creció entre su comunidad y la ciudad de Ibarra, donde conoció el racismo, la exclusión y la limitación por ser diferente. Además de poeta es activista, y estas dos esferas no van separadas.

Voló a la Ciudad de México unos días después del diálogo entre el gobierno del Ecuador y líderes de organizaciones indígenas y otros movimientos sociales, una negociación que terminó —o suspendió— más de diez días de protestas que dejaron al menos ocho muertos. Su presentación en la decimonovena edición de la Feria Internacional del Libro en el Zócalo de la Ciudad de México se reprogramó.

Los karanki son un pueblo preincaico que, así como los otavalo, los natabuela o los puruhá, terminó hablando kichwa por influencia del incanato. De ahí nace el autónimo compuesto que usa Gladys. Pero tras la conquista inca llegó la ibérica, imponiendo poco a poco el español como la lengua dominante en esta región de Los Andes. Su poesía es testigo, o reflejo, de las transformaciones que ha vivido su pueblo pero también ella misma, como autora que decidió dejar de escribir en español para reconocerse a sí misma en la lengua kichwa.

“De alguna forma estamos reconstruyendo nuestros pensamientos, nuestra filosofía a través de la memoria oral, la que siempre se ha mantenido, en colectivo. Nos ha tocado reaprender y dar como pasitos para atrás, no como un retroceso, sino para poder desaprender lo que nos ha hecho olvidar nuestra esencia, nuestra lengua, nuestra cosmovisión, nuestra filosofía. Ese sería el proceso en el que nos hallamos”, dice.

Tienes varias publicaciones tipo fanzine y colaboras en proyectos y movimientos literarios independientes. ¿Por qué te has inclinado a este tipo de espacios?

—No he querido hacer publicaciones oficiales no sólo porque no quiero, sino porque no existe la posibilidad en Ecuador. No hay editoriales tan fáciles de acceder. La vez que me acerqué a la Casa de la Cultura para pedir una publicación me dijeron que la única forma de publicar era en un formato que no me gustaba. Me acerqué también a Quito y me dijeron que ahí no tenían papel. “Si traes papel le vamos imprimiendo”, me dijeron. ¿Por qué no podemos hacer lo mismo que hacen las personas que dicen “oye, este es mi amigo, hagamos un libro” y lo hacen? Cuando no tenemos esa posibilidad, no lo logramos. Las publicaciones alternativas, internet mismo, nos han ayudado a difundir y a compartir. Eso me ha llevado a diferentes espacios para poder compartir la poesía y la literatura. Las veces que hemos hecho poemarios —digo hemos porque también he sido parte de colectivos— ha sido con fanzines y publicaciones artesanales que nosotros imprimimos, graficamos y compartimos.

¿En qué proyecto están trabajando ahora para construir su espacio desde la lengua kichwa?

—Luchamos para abrir espacios a la gente que está surgiendo. He sido parte de algunos proyectos, entre ellos uno que está en marcha, “Palabra raíz”, a nivel internacional, con aliados en varios países. Estamos atrincherándonos, poniendo el hombro entre todos los que no somos los oficialistas y también abriendo espacios a otras personas. Hay mucha gente que está surgiendo y tiene muy buen talento y le pasa lo mismo que nos ha pasado a nosotros. En las publicaciones que no son las típicas no tienes presión del gobierno ni de partidos políticos, eres bastante libre de lanzar lo que tú quieras. En cambio, con los que sí te apoyan tienes que tener cuidado, te dicen que esto no se puede decir, esto no se puede poner, entonces se acaba la libertad de expresión. Yo inicialmente escribí en castellano, pero luego de un tiempo me hallé en este proceso de reconstruirme en mi lengua materna, que de paso te cuento que en mi comuna la hemos ido perdiendo de a poquito. En nuestras comunidades todos somos castellanizados y católicos. Quizás nos ha tocado desaprender un poco todo el tema religioso para reconstruirnos en nuestras cosmovisiones. Eso fue lo que me llevó a mí a reaprender el kichwa y ahora hago poesía y literatura kichwa.

¿Qué significa ser una poeta kichwa en un país donde las protestas indígenas captaron la atención del mundo?

—Ahora que han surgido líderes indígenas capaces de dar propuestas para que vivamos una verdadera interculturalidad, la gente se sorprende. La gente dice que ya estamos preparados para poder asumir la presidencia, por ejemplo. Esa es la frase típica que vivió el Ecuador entero. No era que no estábamos preparados, era que estábamos viviendo un choque cultural y eso no ha pasado a todos. Cuando empezamos nos tildaron de tontos, de bobos, por no poder entender una forma de vida diferente a nuestros campos, a nuestras comunidades, una lengua diferente. El choque cultural fue bastante complicado, eso hizo que se acentuara el racismo, la xenofobia. Yo la viví en carne propia porque estuve en un colegio católico de monjas, quizá uno de los mejores de la ciudad. Mi papá me puso ahí con la firme convicción de que tuviera una excelente educación en su pensar, el cual yo respeto mucho. En el Ecuador muchos nos han subestimado, pero es porque desconocen la historia y nuestra filosofía de vida. Ahora con todas las cosas que están pasando en el Ecuador, la noticia de que los indígenas ganaron la guerra contra el gobierno es a nivel mundial. Así mismo ha acentuado el racismo. Hay mucha gente que no está de acuerdo y que dice que no se siente representada a pesar de haberse beneficiado con todo lo logrado, temporalmente, porque creo que acaba de empezar. La poesía que hago es de resistencia. El mismo hecho de que sea en una lengua originaria ya es resistencia, porque a todos nos gusta mirar nada más la parte bonita, pero cuando miramos a alguien que hace cosas diferente, la cuestionamos. Toda esta lucha va de la mano.

Tienes un poema sobre Dolores Cacuango, un referente histórico para las protestas en Ecuador y el resto del continente.

—Y yo creo que es uno de mis favoritos. Ella y Tránsito Amaguaña han sido las lideresas de nuestros pueblos en el inicio. Hoy lo vi mucho más acentuado en estas paralizaciones que tuvimos, porque llevan a las mujeres en el corazón. A pesar de no tener una educación del mundo occidental, lucharon y aprendieron que tenemos derechos humanos que hay que hacer cumplir, que así no es la vida. Porque muchas veces pasamos la vida pensando que así debe de ser, que tenemos que sufrir y nos ha tocado esta parte de no tener lo que necesitamos. Pero ellas salieron del conformismo y fueron caminando. La verdad me siento muy orgullosa por este tiempo en que salieron los jóvenes líderes, hombres y mujeres, con las frases de Mama Dolores Cacuango “Somos como la paja del páramo que se arranca y vuelve a crecer”, que aparte es muy poética. Con eso fueron al frente a resistir 12 días de violencia y represión, tildados de que son del narcotráfico, de que son de la guerrilla y todo lo que nos dijeron, porque si les dicen a ellos nos dicen a todos.

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