CAMINOS ANTIGUOS DE LOS MIXES-ZOQUES
Maximiliano y Mateo se dirigían a Chiapa de Corzo para vivenciar la “Fiesta de los Parachicos”. Iban a bordo de una camioneta Nissan Datsun que causaba más ruido de lo que avanzaba. En el interior, apenas se lograba escuchar: The first time ever I saw your face (“La primera vez que vi tu cara, pensé que el sol salía en tus ojos y la luna y las estrellas eran los regalos que diste a la oscuridad y al cielo eterno”). La música mantenía a Maximiliano concentrado e hipnotizado de recuerdos. Se le escuchaban suspiros profundos y fugaces. Recordaba sus románticos ayeres. No olvidaba la luz de su yin. En su mente dibujaba a Epigmenia, nur de sus ojos; una sílfide de semblante sincero y expresivo. La fístula de su corazón extrañaba las sonrisas de sus fémures descomunales que, durante varios años, le causó diástole a su corazón; mientras las evocaciones de una vulva caprichosa y cambiante, que le dio catarsis a su cuerpo, abrieron las cicatrices de su alma. Suspiró profundo y profirió la frase de su exprofesor: “Quien se enamora pierde”. Pero de inmediato añadió en silencio: “No me arrepiento; porque ahora entiendo que el hubiera y el mañana no existen; sólo existen los momentos que se enmarcan en recuerdos. ¿Cómo no extrañar aquellos pómulos enrojecidos por el calor y por la alegría?”, recalcó con fervor. A veces, sólo se le escuchaba chapurrar:
Y la primera vez que besé tu boca sentí que la tierra se movía en mis manos, como el corazón tembloroso de un ave cautiva… Y la primera vez que me acosté contigo sentí tu corazón tan cerca del mío.
Iba recordando aquella respiración consciente que ocurrió, por vez primera, en aquel lugar que resumía con las siguientes palabras: “hurí, orgasmos, tirones, espasmos, libaciones, intimaciones, sístoles, arrebatos, besos, estupores, locuras”. Mientras tanto, Mateo observaba a su alrededor y deletreaba todos los rótulos al alcance de su corta visión. De pronto silabeó: “bien- ve-ni-dos-a-tux-tla”, e inmediatamente preguntó: “Abuelo, ¿qué significa Tuxtla?”. Maximiliano no escuchó. Mateo levantó la voz y dijo: “Abuelo, ¿qué significa Tuxtla?”. El grito agudo del infante despertó a Maximiliano del breve y fugaz déjà vu que estaba vivenciando en ese momento, y se incorporó a la conversación de su nieto. “¿Qué me pregustaste?”, profirió de inmediato. “Abuelito, allá en la entrada vi un rótulo que decía: bienvenidos a Tuxtla. Por eso le pregunté ¿qué significa Tuxtla?”. El anciano suspiró profundamente y dijo: “Ay Mateo, esa es una historia muy larga. Cuentan que en la cúspide del Cerro Mactumatzá los antiguos zoques fundaron un pueblo con el nombre de Koyatäjkmä, que significa ‘casa o tierra de conejos’. La historia narra que, entre 1486 y 1505, los aztecas iniciaron una guerra y atacaron el asentamiento. Se dice que los aztecas destruyeron Koyatäjkmä y tradujeron el nombre a la lengua náhuatl como Tuchtlán (“lugar de conejos”). También, se dice que Tuchtlán fue un punto de convergencia de comerciantes que provenían de Oaxaca, Veracruz, Tabasco o Guatemala. Además, se cuenta que durante el colonialismo español el pueblo de Tuxtla fue el lugar de descanso antes de llegar al lugar donde nos dirigimos, Chiapa de Corzo”. Hoy día, varios pueblos zoques continúan reconociendo a Tuxtla como Kowatäjkmä. “Abuelo, entonces ¿aquí hablaron zoque?”, inquirió Mateo. “Sí”, respondió el anciano. “Pero cómo está eso abuelo. ¿Me lo podrías explicar? Mix oktsanja chik jaton pün” (“Ándele abuelito, cuéntemelo”), agregó en zoque. Está bien Mateo, te lo voy a contar:
Lingüistas, arqueólogos y antropólogos han coincidido en que las raíces históricas de los pueblos mixes y zoques son profundas (vid. eg Wichmann et al. 2008; Zavala 2000; Bartolomé y Barabas 1996; Campbell y Kaufman 1976; Wichmann 1995; inter alia). Varios investigadores han documentado que antes de que se escribiera la estela de La Mojarra; previo a que se conociera el registro de los días en Mesoamérica; que los olmecas construyeran San Lorenzo y La Venta, que los zoques edificaran Chiapa de Corzo, y mucho antes de que los mixes se extendieran alrededor del Cempoaltépetl, que los olmecas edificaran el poco conocido sitio arqueológico Iglesia Vieja (Tonalá, Chiapas) y Malpasito, existieron los Mokaya. El arqueólogo John Clark acuñó el término Mokaya para nombrar una cultura que habitó hace unos 4 mil años en la región de Mazatán, lo que sincrónicamente se le conoce como el Soconusco. El autor argumentó que dicho término proviene de las lenguas mixe-zoques y que significa “gente del maíz”. Wichmann (1995) reconstruyó los términos *mook ‘maíz y *haya(w) ‘hombre, persona, esposo’ para la lengua proto-mixe-zoque, mismos que sincrónicamente son términos de uso común en algunas variedades de mixe (moojk=maíz, jää’y=gente) y en zoque (mok=maíz, jaya=varón, persona, gente, esposo). A partir de este nombre, Clark dedujo que los Mokaya hablaron un idioma de la familia mixe-zoque, posiblemente el idioma antecesor de las lenguas sincrónicas, es decir, lo que varios lingüistas han denominado como la proto-lengua mixe-zoqueana —vid.eg., Wichmann, et al. (2008); Zavala (2000); Campbell y Kaufman (1976); Kaufman 1974; inter alia. Los autores han argumentado que dicha designación se sustenta en la idea de que los Mokaya fueron los primeros en basar su vida en el cultivo del maíz, o como afirma Clark, fueron “los primeros agricultores sedentarios de Mesoamérica”.
En la actualidad tenemos conocimiento de que las dos primeras referencias sobre la lengua mixe, con especial énfasis en la de Juquila, fueron las obras de Quintana (1729 y 1733). Ambas obras hicieron alusión a la traducción de la doctrina cristiana con contenido de análisis gramatical de la lengua. No obstante, la relación de la familia mixe-zoque fue esquematizada a finales del siglo XIX por Pimentel (1875). Basado en los primeros análisis de Quintana, Pimentel presentó un análisis gramatical detallado del mixe de Juquila, así como la primera propuesta para la representación ortográfica de dicha lengua mixe. Por su parte, Grasserie (1898) realizó una comparación de las obras de Luis González (1672) y Quintana (1733), con las cuales concluyó que el mixe y el zoque son lenguas estrechamente relacionadas.
En 1901, Belmar continuó con el análisis de la relación entre estas dos lenguas. No obstante, la demostración moderna de que las lenguas mixes y zoques provienen de un ancestro común, el proto-mixe-zoque, tiene sus orígenes en el estudio pionero no publicado de Kaufman (1963), que posteriormente se alimentó por las investigaciones llevadas a cabo por lingüistas del Instituto Lingüístico de Verano (ILV) y dio como resultado una propuesta hecha por el mismo Kaufman y Campbell (1976), quienes sostuvieron que los Mokaya (olmecas) fueron hablantes de una lengua mixe-zoqueana. La familia mixe-zoque fue bien identificada a finales del siglo XIX por Pimentel (1875) y fue esquematizada por Charencey (1883). No obstante, hoy existen dos propuestas acerca del desarrollo histórico del árbol genealógico que relaciona a la familia mixe-zoque. La primera propuesta fue esquematizada por Kaufman (1974), quien sugirió que la lengua proto-mixe-zoqueana se habló durante el período que terminó en 1600 a.C., mientras que Wichmann et al. (1998) argumentaron que la lengua proto-mixe-zoqueana se terminó en 1800 a.C. Ambos autores sugirieron que a partir de estas fechas comenzaron a distinguirse el proto-mixe y el protozoque. Wichmann et al. (1998) arguyeron que el proto-mixe existió como unidad durante un período que abarcó mil 400 años, que corresponde al período desde 1800 a.C. hasta una fecha aproximada que comprendió entre 400 a.C. y 100 d.C.; mientras que el proto-zoque abarcó unos mil 400 años. Tanto Wichmann et al. como Kaufman reconocieron que resulta difícil fechar el momento en que comienza a fragmentarse el proto-mixe debido a la insuficiente documentación de la lengua tapachulteca. Sin embargo, los autores sostienen que la última etapa del proto-mixe coincide más o menos con la del proto-zoque.
Según Wichmann y colaboradores (2008), con base tanto en la glotocronología como en las evidencias arqueológicas, el proto-mixe-zoque se habló hace unos 3 mil 800 años, es decir, circa 1800 a.C. Posterior a esa fecha, el idioma comenzó a diversificarse en varios dialectos, formando principalmente dos idiomas: i) proto-mixe y ii) proto-zoque. Nordell (1962); Kaufman (1963, 1964); Kaufman y Justeson (2000); Wichmann (1995); Zavala (2000, 2011, 2015); entre otros, han sugerido que, sincrónicamente, la familia mixe-zoqueana está constituida por dos ramas: i) la rama mixeana y ii) la rama zoqueana. Particularmente, los lingüistas Kaufman (1963); Wichmann (1995) y Zavala (2000, 2011, 2015) han realizado extensas investigaciones sobre la relación genética entre los diferentes idiomas de esta familia y han propuesto que la rama zoqueana se divide en dos subgrupos: por un lado, el zoqueano del Golfo y, por el otro, las lenguas zoques, propiamente, habladas en Chiapas y Oaxaca. Las lenguas zoqueanas del Golfo son: soteapaneco, texistepequeño y ayapaneco. El resto de las lenguas zoqueanas son: el zoque chiapaneco (dividido en cuatro subregiones principales: norte, noreste, centro y sur), el zoque jitotolteco y las dos lenguas zoques oaxaqueñas habladas en San Miguel Chimalapa y Santa María Chimalapa. En contraste, la rama mixeana se subdivide en cuatro subgrupos: tapachulteco†, sayuleño, oluteco y mixe oaxaqueño. El mixe oaxaqueño, a su vez, se subdivide en cuatro variedades lingüísticas: i) mixe alteño, ii) mixe sudalteño, iii) mixe meridional y iv) mixe de tierras bajas.
Wonderly (1949) y Zavala (2011) han reconocido que el zoque de Chiapas se clasifica en cuatro áreas dialectales: i) el zoque del nordeste, ii) el central, iii) el sureño y iv) el norteño. Además de esas cuatro áreas dialectales que se hablan en Chiapas y el sur de Tabasco, en Chiapas se habla otra lengua zoqueana recientemente identificada con el nombre de jitotolteco, por hablarse en el municipio de Jitotol (Zavala 2011). El jitotolteco es una lengua que no se conocía hasta 2010, cuando el lingüista Roberto Zavala (mejor conocido, entre lingüistas, como: Satán, Devil, Baal, Mefistófeles, Diábolos, nyäjayajpabä’ yatsibä’, papün, ’oktsupün, mëku’u, diable, por su inconmensurable corazón) comenzó a realizar trabajo de documentación en Ejido Cálido, municipio de Jitotol. Con base en sus investigaciones, Zavala (2011) arguyó que el nombre “jitotolteco” fue asignado por hablarse mayormente en el municipio de Jitotol y porque los hablantes reconocen a la cabecera municipal como “nuestra casa”. Además, el autor ha argumentado que el jitotolteco es ininteligible con los dialectos del zoque del nordeste y con las demás lenguas zoqueanas; sin embargo, el autor ofreció evidencias comparativas que le permitieron determinar que esta lengua se separó de los dialectos del nordeste dado que comparten reglas fonológicas y cambios morfosintácticos que son innovaciones únicamente en esta cadena dialectal. Recientemente, Zavala (2011, 2017) ha demostrado que a pesar de que el jitotolteco presenta rasgos semejantes al zoque del nordeste, también presenta cambios notables en todos los ámbitos de la gramática, los cuales no se encuentran presentes en otras cadenas de lenguas zoqueanas.
Con respecto al zoque de Oaxaca, debemos reconocer que, de acuerdo con los datos del Ethonologue y del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI 2008), la lengua zoque hablada en San Miguel Chimalapa y Santa María Chimalapa son lenguas que forman parte de una única variante dialectal. No obstante, recientemente se han publicado trabajos (Kaufman 2014; Jiménez y Zavala 2017) que proporcionaron indicios claros de que se trata de dos lenguas distintas; aunque debemos reconocer que hasta el momento no hay suficiente investigación sintáctica que nos permita establecer el grado de distancia entre estas dos formas de zoques que algunos consideran lenguas cercanas o emparentadas y otros dialectos de una misma lengua (Wichmann 1995; entre otros).
El viento de las estrellas ocultas en el cielo viraba, de pronto Maximiliano profirió: “Mateo, las lenguas mixes-zoques estuvieron en constante contacto con otras lenguas de Centroamérica y Sudamérica. Había comercio e intercambios. Esto se puede demostrar con los préstamos y calques sintácticos entre lenguas, pero a pesar de ese estrecho contacto en el pasado, hoy somos migrantes en nuestras propias tierras”. “El territorio era libre como el viento, pero la avaricia del hombre o dios del dinero (Enrique Dussel) lo privatizó a su manera”, añadió. “Pero tú eres niño y debes comprender que: yuA ndoaE nanF nkonC, kanG cha’F nd’enA cha’F nenC kuentanH ‘inH ranF” (“La Tierra es la que provee nuestro alimento, por lo tanto debemos cuidarla y protegerla”), citó un poeta chatino. “Yü jama, bi pündükay nümxukpa’ muxoxukpa’ mechukpa ’üy witchukü üak xepejo düxja’ ’angpün pündükay nümü ’ün kudyatsüktamü’ yüdü naxjo: bi nü’, xawa, jama” (“Hoy día, los hombres que dicen ‘tener sabiduría’ andan buscando en otras lunas lo que los hombres zoques estamos defendiendo en esta Tierra”), concluyó en zoque.
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Chivis (Silviano) Jiménez, zoque por sus orígenes, es maestro y doctor en lingüística por el Centro de Investigaciones y Estudios en Antropología Social (CIESAS); sus disertaciones de grado han sido sobre lengua y gramática de la familia mixe-zoqueana.