EL PRIMER SILENCIO / 276 — ojarasca Ojarasca
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EL PRIMER SILENCIO / 276

CARLOS HURTADO C.

El gran árbol donde se encuentran los coatíes encargados del Consejo Regional Coatí llegó una noticia. Parecía buena, muy buena.

“Los destructores desaparecieron”, chasqueó emocionado uno de los intrépidos capitanes de alguna de las manadas que a diario revisan los alrededores de las casas de los destructores y sus basureros en busca de comida rápida.

La hembra más vieja de todas las manadas escuchó las distintas versiones que iban llegando. Escuchaba y escuchaba, no decía nada, apenas movía el rostro mostrando leves rasgos de aprobación a los rumo res recibidos. Miembros de las distintas manadas la miraban con insistencia y le dirigían chasquidos para saber qué pensaba. Su confianza en ella era total, de muchos peligros los había salvado por generaciones. Pero ella sólo escuchaba, pensaba y olía el viento. Conocía bien los lenguajes del viento. Caminaba lento entre los troncos del gran árbol.

Después de varios días chasqueó grave y quedo, y todos pusieron atención. Había vivido mucho, su cuerpo y rostro estaban llenos de cicatrices, varias de ellas causadas por los destructores.

“Los sigo oliendo, no se fueron, tienen miedo a algo que no logra ver mi nariz y se guardaron”.

“¿Seguirán destruyendo?”, preguntó una joven hembra.

Ella se rascó el cuello lentamente, nunca contestaba de inmediato: “Sí, pero sólo algunos inviernos más, puedo oler su miedo hasta aquí, es fuerte y apesta más de lo normal. Su reino está en peligro. Éste es un primer silencio, será pasajero, creo entender que se están destruyendo ellos mismos. No nos podemos confiar. Saldrán de nuevo, pero puedo oler que habrá más silencios y más largos. Al tercer silencio quizás desaparezcan y los árboles fantasmas tomarán de nuevo su lugar”.

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Carlos Hurtado C.
Akumal, Quintana Roo

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