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EL BESO DEL COLIBRÍ

JUVENTINO SANTIAGO JIMÉNEZ

Aquella mañana en Tamazulápam mixe hacía frío cuando Tuupëjy (“Flor de lluvia”) despertó en su casa de adobe y luego recordó dos hechos. Primero, unas horas antes había soñado a sus abuelos y en el sueño había visto a su abuelo fumando un cigarrillo. Él se sostenía con un bastón y mostraba una ligera sonrisa. Aquella sonrisa despedía amor y algunas veces el abuelo le hablaba a su nieta, pero su voz se oía lejos. Mientras, la abuela le había traído y regalado varios gatos a Tuupëjy y después comenzó a peinarla de su larga cabellera que le llegaba hasta la cintura. Era común que en los sueños de Tuupëjy aparecieran sus abuelos y allí los viera como si nunca hubiesen muerto y siguieran viviendo con ella y en la misma casa y no al camposanto como ya había ocurrido hace más de veinte años. Enseguida, Tuupëjy se levantó y caminó hacia la cocina de su mamá para almorzar tortillas de papa recién bajadas del comal y a tomar café con sus hermanos. Mientras almorzaban, escucharon que dos de sus gatos comenzaron a maullar muy fuerte porque estaban peleándose en el patio de Tuupëjy y ella regresó corriendo. Pero los gatos saltaron y se treparon en el techo de teja. Y justo en ese instante, Tuupëjy sintió como si las nubes le hubiesen abrazado y hablado al oído con una voz suave y dulce para que ella se detuviera, en tanto que su mirada se dirigía hacia el cerro de las veinte divinidades donde desde hace siglos vive un personaje mítico y que se ha convertido en una de las principales deidades para los mixes.

Segundo, mientras la mirada de Tuupëjy contemplaba la magia que esconde el cerro, allí donde recordaría que de niña había vivido con su abuela y que ella había sido una partera y guía espiritual en Rancho Maguey. La abuela sabía que todas las personas mixes desde que nacen tienen a un hermano animal, es decir, a un nagual. Ella decía que tanto hombres y mujeres que comparten el cielo mixe mantienen una relación muy estrecha con los animales, como las víboras, tigres, águilas, y otros elementos de la naturaleza, como la lluvia, el rayo y el viento. Pero Tuupëjy jamás olvidaría los ojos de su abuela porque se parecían a los de un gato y en su casa había tenido varios de diferentes colores. El color de cada gato tenía un significado: el amarillo era abundancia, el gris, salud y el negro era el más fuerte y poderoso porque vigilaba y protegía el hogar. También la abuela mencionaba que los gatos presienten y perciben si algo malo le va pasar a una persona y a su familia. Además, estos animales son buenos guardianes de las energías negativas que pudieran tener las personas y que ellos darían la vida por su dueño.

Mientras tanto, Tuupëjy seguía recordando en el patio todo lo que había aprendido de la abuela acerca del mundo mixe. Y sin previo aviso, apareció un colibrí que pasó volando muy cerca donde ella estaba y el pico le rozó sus labios. Era como si el colibrí le hubiese dado un beso fugaz a Tuupëjy, y en Tamazulápam mixe existe la creencia de que las personas que se han ido y que han muerto regresan en forma de colibrí para decirnos que todavía están en esta Tierra con nosotros. Pero ya no como personas, solamente queda su espíritu que es la esencia de su ser.

Luego que el colibrí había besado a Tuupëjy, ella escuchó como si su abuela le hubiese susurrado: “Mi niña pequeña, no temas y no estés triste. ¿No ves que estamos contigo? Pero tú no nos ves”. Y después de haber escuchado no sólo en su oído sino también sentido en todo su cuerpo la voz de la abuela, la invadió una alegría enorme en su corazón y en su estómago, porque habían pasado muchísimos años que ya no experimentaba aquella sensación única e indescriptible con los vivos. Ellos ya habían perdido todo y tampoco sabían nada acerca del amor. Así que los vivos “eran ojos sin ojos y bocas sin bocas, caminaban por allí muy coloridos como si el color pudiera despertar a la muerte y convertirla en vida”, escribiría Charles Bukowski en Sin cuello y malo como el demonio. Aquella mañana bajo el cielo mixe no había ni hacía aire, pero Tuupëjy vio cómo su larga cabellera negra se movía para todos lados y era como si su abuela se hubiese escapado un ratito del camposanto para acariciar y jugar el cabello de su nieta y así hacerla feliz con sus manos mágicas por unos instantes, como lo había hecho cuando vivían en Rancho Maguey. Hoy día, Tuupëjy es una mujer mixe que guarda y conserva los mayores secretos del mundo de los sueños, el arte de sanación con la palabra y también la capacidad de ver el alma de las personas a través de los ojos, porque es la ventana donde se refleja la alegría, la tristeza y otras emociones. Estas prácticas y manifestaciones culturales muestran y evidencian que Mesoamérica todavía está en resistencia, pero con voz callada y silenciada que se niega a morir.

Finalmente, Tuupëjy suspiró y dijo: “Mi verdadera familia está en el camposanto y los muertos me aman de verdad. Porque si ellos me mandan mensajes, significa que me cuidan. Entonces, para mí es algo muy hermoso cuando veo a un colibrí y más aún cuando me dan un beso y a veces hasta han entrado a mi casa, y después se van”. Era grande el amor de sus abuelos, porque también otro colibrí quiso besar a la hija de Tuupëjy

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