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LOS NAVAJO, VÍCTIMAS PREDILECTAS DEL VIRUS

HERMANN BELLINGHAUSEN

Para mediados de mayo pasado, la Nación Navajo había superado al estado de Nueva York y registraba la tasa más alta de contagios por coronavirus per cápita en Estados Unidos, según reportó Democracy Now!. Con más de cuatro mil casos confirmados, la Nación Navajo registraba más de dos mil 300 contagios por cada 100 mil personas, mientras que el estado de Nueva York a la sazón registraba aproximadamente mil 800 casos por cada 100 mil.

Los navajo habitan grandes porciones desérticas de Arizona, Nuevo México y Utah. Según Amy Goodman, de Democracy Now!, la población actual sería de unas 350 mil personas en un área de 43 mil kilómetros cuadrados, la reservación indígena más grande de Estados Unidos. Hasta mayo habían muerto allí cerca de un centenar de indígenas. El presidente de la Nación Navajo, Jonathan Nez, dijo a la cadena CNN que se habían establecido medidas estrictas de confinamiento, y desde meses atrás ya cerraban los accesos los fines de semana. Según Nez, otra razón para la rápida expansión del virus es que en un mismo hogar habitan familias “de múltiples generaciones”, lo cual incrementó el número de contagios por Covid-19. Además, cerca del 40 por ciento de los hogares carecen de agua corriente, lo cual ha hecho imposible lavarse las manos y cumplir con las recomendaciones preventivas básicas.

Otro reto, dijo Nez, es que están condenados a la “comida del desierto”, lo que significa que la mayoría se surte de comida en tiendas de conveniencia, abarroteras y gasolineras. Comida rápida o chatarra, refrescos embotellados, cerveza transgénica. En esas condiciones, se fijaron normas como el uso de cubrebocas y reducir los desplazamientos a un miembro de cada familia.

Por su parte, el médico tradicional Ty Davis declaró a National Public Radio (NPR) que para su pueblo “hablar de la muerte es tabú”, pero ante la nueva situación hubo que hablar de ella. Al menos cinco sanadores y médicos tradicionales murieron en mayo por Covid-19. Eso puso en cuestión sus prácticas y ceremonias, además de significar una gran pérdida de saberes empíricos que se transmiten de generación en generación. En pocas décadas, el número de medicine people de los pueblos diné y navajo pasó de un millar a unas 300 personas, especializadas en prácticas diferentes ahora amenazadas por el coronavirus.

Otro sanador, Avery Denny, “muy preocupado”, se pronunció por cambiar esa situación al admitir un mayor número de jóvenes aprendices en el Diné College para revertir los grandes daños de siglos de colonialismo. Durante décadas, los gobiernos federales han arrancado de sus comunidades sistemáticamente a los jóvenes para llevarlos a internados remotos. “Siguen siendo aculturados, asimilados, dominados. Pierden el idioma y la cultura, a sus cantos les responden con golpes”. Denny responzabilizó también a los misioneros blancos que se empeñaron en erradicar los saberes tradicionales a cambio de nada, de la dependencia y los rezos. Ello produjo una crisis de liderazgo, al imponer rituales y creencias cristianas.

Janeda Benally, practicante tradicional, es hija del primer médico tradicional que trabajó en un hospital occidental; ahora ella colabora con él y trata de protegerlo del Covid-19, “para así cuidar a las generaciones futuras”, dijo a NPR. Con su hermano Clayson produce videos didácticos en You Tube para fomentar los valiosos conocimientos de su pueblo en materia de salud y otras actividades como el cuidado de ovejas. Aprovechando el confinamiento, buscan que los niños y jóvenes que acceden a la tecnología conozcan la sabiduría diné-navajo y se “conecten” con sus mayores. Claro, hay conocimientos que no deben divulgarse irresponsablemente, pues se trata de una sabiduría que se transmite de persona a persona.

En el estado de Nuevo México, donde la población indígena es el 11 por ciento del total, ésta alcanzó a tener la mitad del total de contagios de Covid-19, particularmente los hopi. Sus condiciones existenciales no difieren mucho de la experiencia navajo.

El abandono en que se ha mantenido a las comunidades indígenas en Estados Unidos es inmenso. Los legisladores demócratas Deb Halland y Elizabeth Warren (quien reivindica sus raíces indígenas, y de quien Trump se burló llamándola “Pocahontas” en uno de sus continuos ataques de estupidez racista), escribieron en The Washington Post el 26 de mayo que el gobierno “ha fallado en proteger a la población nativa”. Incluso antes de la pandemia, el presupuesto para el Servicio de Salud Indígena (IHS por sus siglas en inglés) era miserable. Según la Comisión Estadunidense de Derechos Civiles, en 2017 el gasto en salud para los nativos implicaba un tercio de lo destinado al resto de los ciudadanos. Súmese a ello que las economías tribales “han sido devastadas”, el daño ambiental en sus territorios es brutal y la falta de infraestructura de salud para los nativos americanos y los pueblos de Alaska es ínfima.

Según estos legisladores demócratas, el actual gobierno continúa la larga historia de traiciones y tratados incumplidos. “Durante las negociaciones sobre el Acta de Atención, el mayor paquete de gasto contra el coronavirus, aprobado en marzo por el Congreso, la Casa Blanca se opuso a cualquier ayuda directa para cualquiera de las 574 naciones nativas cuya soberanía es reconocida a nivel federal”. Aun después de que el bloque nativo del Congreso consiguió que se aseguraran recursos para los indígenas, el Departamento del Tesoro retuvo durante semanas los recursos. Un mes después de aprobarse el Acta de Atención, los gobiernos tribales seguían sin recibir un solo centavo de los ocho mil millones de dólares asignados para ellos”.

El coronavirus no es sólo una contingencia muy dañina para todos, particularmente la población sometida y negada de los pueblos originarios. Es un instrumento de genocidio para el gobierno nacional del país más poderoso del mundo. Una vez más, sus procedimientos empatan con los de Israel para aniquilar Palestina. Por eso se entienden tan bien.

No muy distinto es en otras partes de América. La devastación amazónica puede ser imprudencial en Perú o ineficaz y sumisa con los ricos en Ecuador, pero en Brasil, Bolivia y Colombia es tan genocida como en la Amerika del norte. El abandono objetivo de los indígenas se repite de Chile a México, por toda Centroamérica y en la Araucanía. Racismo y genocidio, como siempre.

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