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TRABAJO INVISIBLE Y PANDEMIA. RACISMO SISTÉMICO Y EXPLOTACIÓN LABORAL EN CANADÁ

ROSALINDA HIDALGO

RACISMO SISTÉMICO Y EXPLOTACIÓN LABORAL EN CANADÁ

Ser migrante sin estatus en tierras canadienses antes de la pandemia del Covid ya era algo complicado para la sobrevivencia de muchos latinoamericanos. Diferentes aspectos económicos, culturales y lingüísticos ya acentuaban la exclusión de la población migrante con el resto de los canadienses, por ejemplo, la incorporación al mercado laboral a través de agencias de limpieza o como obreros para el trabajo en fábricas o bodegas. El pago por este trabajo es del salario mínimo y en muchas ocasiones se les paga por debajo de éste.

Tan sólo en la provincia de Quebec el salario mínimo es de 12 dólares la hora, o sea 195 pesos mexicanos por hora más o menos. Este trabajo en muchas ocasiones está acompañado de malos tratos y abusos, como negarles la paga y no contar con servicios médicos en caso de accidente. Por su parte las personas trabajadoras ignoran sus derechos, desconocen la lengua y no saben cómo funcionan los sistemas administrativos de este país. Muchos de ellos llegan sin una red de apoyo, carecen de una vivienda adecuada y no cuentan con un estatuto que les garantice la legalidad. Para algunas y algunos su estancia aquí es sólo temporal y es vista como una oportunidad para ahorrar dinero. Para otros es también la posibilidad de quedarse en este país a través de la solicitud de refugio, aunque este proceso pueda durar años y muchas veces sea rechazado.

Hace unos meses una niña de 16 años proveniente del campo mexicano y que trabajaba en sus vacaciones limpiando escuelas junto con su hermanita de 13 años en Montreal me dijo: “La vida aquí no ha sido fácil para nosotras; mi madre llegó hace diez años y tardamos ocho años en volver a vernos. Ahora ya estamos todos juntos. Vivimos ocho personas en un pequeño departamento. Yo pienso ingresar al Cegep (bachillerato técnico) pero no quiero tener una deuda con el Estado, por eso voy a seguir trabajando”. Huyendo de la violencia económica y social, otra mujer de 47 años me compartió que había venido a Montreal con la idea de hacer dinero para enviárselo a su madre y poner una farmacia en la ciudad de Tlaxcala. Ella tiene un hijo con discapacidad que requiere tratamiento. “Yo no me pienso quedar aquí, pero para ganar tiempo he metido la solicitud de refugio”, me dijo. Vale destacar que la presencia de la comunidad latina en Quebec es cada vez más visible. Otra persona de origen colombiano cuyo estatus era de refugio y que también trabajaba en la limpieza comentó que pese a tener el estatus de refugiado, el dinero que le daba el Estado no le alcanzaba para mantener a su familia aquí y mandar dinero a Colombia, por eso tenía que trabajar en otra cosa bajo el agua.

En Canadá el trabajo no declarado es considerado como ilegal, sin embargo una de las primeras contradicciones que hay en este sistema es que no reconoce este trabajo como esencial. Las empresas de limpieza legalmente registradas son quienes contratan a mujeres y hombres que no cuentan con permisos de trabajo, por ende en caso de enfermarse o de tener un accidente de trabajo no se tienen garantías de protección médica ni condiciones de regresar vivo o muerto en caso de que empeore la situación, ya que este trabajo es invisibilizado.

La segunda contradicción es el aumento y la demanda de servicios de las empresas de limpieza que se han hecho más necesarios durante la pandemia, sobre todo en hospitales y “casas de retiro” para las personas de la tercera edad, mejor conocidas por sus siglas en francés como CHSDL (Centre d’hébergement et de soins de longue durée). Aquí quienes trabajan se exponen constantemente al contagio debido a la falta de equipo de protección, de información en su lengua y medidas de prevención, lo que ha provocado que la pandemia se haya extendido y afectado a sectores que no tienen acceso a servicios de salud. Otra contradicción fue el reciente anuncio por parte del gobierno de Quebec, que mencionaba la posibilidad de regular a las personas migrantes que trabajaban o hubieran trabajado como voluntarios en los CHSDL. El gobierno “quebecuá” hacía un llamado para que los trabajadores solicitaran su regularización, sin embargo este llamado era tramposo pues de facto los trabajadores sin estatus no cuentan con pruebas que acrediten que han trabajado en estos centros.

La situación para los trabajadores agrícolas temporales cuyo origen es mexicano o centroamericano y que vienen como parte de un programa oficial no es más alentadora que la de los trabajadores sin estatus. La Alianza de Trabajadores Migrantes por un Cambio, MWAC por su siglas en inglés, denunció que casi el 80 por ciento de los trabajadores agrícolas que llegaron en este año a la provincia de Ontario se habían contagiado de Covid. Algunos no cumplieron ni con el aislamiento de quince días y ya los habían puesto a trabajar. A otros, cuyo contrato especificaba que durante los días de aislamiento se les iba a pagar una parte proporcional, a ésos no les cumplieron la promesa. La situación es tan dramática que, tan sólo en la provincia de Ontario, 187 de los casi mil trabajadores que llegaron este año están infectados de Covid, y dos han fallecido en menos de una semana, un chico de 24 años y otro de 53 años.

Para las poblaciones indígenas de Canadá, la exclusión y el racismo institucional también se han acentuado durante la pandemia. En abril, una red de investigadores de diversas universidades alertó que, de llegar el Covid a las comunidades indígenas de este país, éstas iban a ser gravemente afectadas debido al aislamiento, la carencia de servicios médicos, así como la mala alimentación que tienen debido al poco acceso a alimentos frescos y nutritivos, más las pésimas condiciones de vivienda en las que se encuentran desde muchísimos años atrás.

A más de dos meses de declarada la pandemia, poco se sabe de la situación como han enfrentado la pandemia las comunidades autóctonas de este país.

La situación de exclusión de diversos sectores al interior de las sociedades canadienses se ha profundizado durante la pandemia. Esto ha hecho evidente el racismo sistémico que se aprovecha económicamente de la situación de inequidad de la fuerza de trabajo de la población migrante. Antes como ahora, el racismo se institucionaliza y dicta medidas de acceso desigual para quienes habitan aquí. El trabajo esencial de cuidados así como el de producción de alimentos se invisibilizan, mientras los ganadores son las empresas que capitalizan el cuidado, la salud y la alimentación. Los Nadie como menciona Galeano somos los que debemos de cuidarnos en un contexto donde la adversidad es más terrible en el Norte y en el Sur. Hoy más que nunca celebramos la organización de la Asamblea de la Alianza Internacional de Migrantes Capítulo Canadá que se llevará a cabo en el mes de junio y que denuncia este racismo sistémico y lacerante para todas y todos.

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